Poemas / Ming Di

El libro de las siete vidas

Estoy demasiado cerca del sol, y dicen que me volveré ciega.
Entonces aparezco en varias películas como hombre viejo
de interminables cabellos y barba canosos, ojos como hundidos, diciendo [profecías:
Hoy nace Apolo y mañana el Sol

será declarado piedra. También aparezco en muchos poemas,
en ocasiones glamorosa, casi siempre peor que bruja—
hoy envejecen mis senos y mañana se han de arrugar.
Entonces pongo una sonrisa firme recorriendo el camino en una falda
[como saco de papa.

Sólo me ve Virginia Woolf, ella ve el yo que codifica las palabras,
el yo que ama sin más, plenamente, creyendo de buena gana en el amor
y puede escribir como debe ser, ni por nombre ni por fama, la que sólo [escribe como debe ser,

y puede cambiar de un día para otro… Oh, no, no, no, no otra vez,
¡tan lindo es quedarse en esta vida! Zeus me dio siete vidas,
pero nada es mejor que ésta, la vida de tigre o lobo.
Temo al sueño, temo despertarme con un rostro viejo llevando la mueca
de T. S. Eliot, empolvado mi cuerpo con la ceniza de su cigarro.

 

 

Una habitación propia

Este invierno hace frío, ella pinta una habitación y ahí se esconde.
Pinta dentro un escritorio, una cama, un guardarropa.
Pinta ahí todo lo que necesita.
Pinta una pared, la borra, la vuelve a pintar y a borrar de nuevo—
Una pared llega a crecer por sí sola. Dentro de esa pared
ella pinta hierbas, flores y pájaros.
Pinta primavera y verano.
Pinta montañas y océanos —llegan las olas revoloteando
en una espiral en la que ella queda enredada.

Me veo a mí misma luchando en esta habitación.
A ella le pido que pinte una ventana—
una ventana que lleve a un cielo.

 

Luna de porcelana

Antes del alba, las mujeres del pueblo se juntan alrededor del pozo
lavando trastes, ropa y blancos, y se apuran de vuelta a casa
para cocinar antes del amanecer. Ella lleva un balde de agua

lejos de la muchedumbre para lavar ahí una pila de trastes—
una vajilla de porcelana fina
que heredó de su madre. Diario lava un plato de más
hasta la luna llena, y luego uno de menos hasta la luna nueva…

Así cuenta los días, esperando que él venga de nuevo.
Cada noche revive ese momento como si se repitiera una película.
«¿Te gusta eso, cariño?» El cuerpo de él encima del suyo, ella abajo,

quieta, como si el hecho de abrir la boca la pudiera sacar del sueño.
«Hoy se casa Da Guo», susurran alrededor del pozo.
Sus trastes de porcelana caen salpicando en el arroyo, como piezas de [dominó

rompiéndose uno con otro, uno tras otro. Ella no los recoge,
sino que se apura a regresar a casa con las sábanas que no ha lavado.
Mañana no será demasiado tarde. Se cambia de ropa, se peina,

toma una canasta y sale caminando. El tiempo de pronto se torna claro,
la milpa a orillas del camino ahora es más alta que ella. Quiere apurarse
[para llegar a la boda,
mirarlo besar a la novia con sus propios ojos no de celos, para luego ir
[a casa,
y escuchar los lamentos de la vajilla haciéndose añicos. 

Versiones del inglés de Françoise Roy

 

The Book of Seven Lives

I’m too close to the sun, and they say I’ll go blind. / So I appear in many movies as an old man, / endless gray hair and beard, eyes like hollows, mouthing prophesies: / Apollo is born today, tomorrow a stone // will be declared the Sun. I also appear in many poems, / occasionally glamorous, mostly worse than a witch— / today my breasts age, tomorrow my breasts wrinkle. / So I put on a firm smile and walk the road in a bucket skirt. // Only Virginia Woolf sees me, the me that codes words, / the me that loves straight, wholly, readily believing in love, / and can write right, not for name, not for fame, just write right, // and can change overnight…. Oh, no, no, no, not again, / so wonderful to stay in this life! Zeus gave me seven lives, / but nothing is better than this life, this life of tiger or wolf. / I fear sleep, fear waking up with an old face wearing /     T. S. Eliot’s grimace, my body dusted with his cigarette ash.

 

A Room of Her Own

Winter is cold, she paints a room and hides inside. / She paints a desk, a bed, and a wardrobe. / She paints everything she needs. / She paints a wall, erases, paints again and erases again— / A wall grows by itself. Within the wall / she paints grass, flowers, and birds. / She paints spring and summer. / She paints mountains and oceans— waves come swirling / like a wreath entangling her. // I see myself in that room struggling. / I ask her to paint a window— / a window that leads to a sky.

China Moon

Before dawn, women from the village gather around the well / washing dishes, clothes, and bedding, then hurry home / to cook before the sun rises. She carries a bucket of water // away from the crowd, to wash a stack of plates— fine china / inherited from her mother. She washes an extra plate / each day till the full moon, and then one less until a new moon… // She counts days this way, waiting for him to come again. / Each night she recalls that moment as if replaying a movie. / «You like this, Baby?» His body above hers, she’s below, // quiet, as if opening her mouth would wake her from the dream. / «Da Guo is getting married today,» they whisper by the well. / Her china plates splash to the stream, fall like dominoes // breaking each other one after another. She doesn’t pick them up, / but hurries home with the bedding she hasn’t washed. / Tomorrow won’t be too late. She changes clothes, combs her hair, // grabs a basket, then walks out. Time suddenly becomes clear, / the roadside corn is taller than her now. She wants to rush to the wedding, / watch him kiss the bride with her own eyes of no jealousy, then go home, / listen to the cries of china breaking into pieces.

 

 

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