Poemas

Francisco Rapalo

(San Guillermo, Santa Fe, Argentina, 1993). Con su más reciente novela, Contrafuego (La Galera, 2020), ganó el Concurso de Novela Corta La Galera.

Cartas de Berniece

Tengo una hermana.

Recibo sus cartas
escritas a mano.

Hola, querida Norma.

Hacia el final del renglón
se aglutinan las palabras,
antes del precipicio:
alguna mancha de tinta,
esquinas desgastadas y marcas de uña.

Busco un código
como una membrana que me cubra
de la posibilidad de su amor.
Que cuando dice querida,
del otro lado del papel,
labrada como en una huerta,
brote una palabra de rechazo.

¿Qué signo me va a amparar entonces?

Querida Norma,
ésta es una foto reciente de mi familia
y ahora también
la tuya.

Tengo una hermana
y la cuchilla fría del tiempo
me va soltando la piel 
para ubicar su nombre
entre las costillas:

Berniece

Estoy enamorada de Berniece,
y es un amor tan puro
que por ella quiero
ser quien sostenga el bebé cuando vaya al baño,
quien le tiña el pelo y le pinte las uñas,
quien responda al marido si pide un té.

Contestar
como si fuera ella, 
borrar mi nombre, 
servirle
para que su vida extienda 
indeleble
mi sangre, nuestra sangre.

Perfiles

Cuántas veces pasé por esa autopista
sin verme en el cartel
plana, estirada.
Estrías largas lo cruzan de punta a punta.
Se destiñó y la piel amarillea,
el pelo es rubio melocotón:

«Sí, uso el champú
Lustre Creme».

Miro hasta que el tráfico se descongestiona,
voy al aeropuerto y paso el Día de Acción de Gracias en 
[Oregon.

Cuando regreso
un nuevo cartel
idéntico 
encima del anterior, mate y terso, 
me sonríe su perfil radiante:

«Sí, uso el champú
Lustre Creme».

Entonces busco la lluvia,
una ráfaga inesperada 
que arrase, la promesa 
de que algún día
en la sustitución 
se encontrará un reflejo 
de la cara de Berniece.

Carta de Mamá

Yahvé es un dios
sobre la cabeza 
de mi madre enferma.

Yahvé es una célula
mental
autoconsciente 
el delirium tremens
de una madre y una hija
borrachas del deseo de estar juntas.

A veces pienso
que si mamá tirara del hilito
de su costura primordial
se desvestiría en Yahvé.
Que si yo me desnudo,
me voy a ver Yahvé.

Él es la materia
de las cosas,
la esencia de cualquier pecado.

No sé qué esperamos 
para volvernos del todo locas,
pero hoy la carta de Mamá me asustó,
me llamó Marilyn en vez de Norma,
y yo no sé qué responder,
como si después de la noche
cayera siempre otra noche.

Que es lo mismo

Sé cuándo un hombre
se está mirando a sí mismo
en mí,
y cuándo un hombre
me está mirando
porque en el último caso
las pupilas se acomodan 
en el iris
reposadas, medidas.

Este hombre 
con nadie,
con nada,
ni hijos
ni mujer,
flaco como los camarones baratos,
veía a través
y aunque yo podía ser espejo
él se fijaba como si fuera ventana.

Lo llamé una tarde desde Los Ángeles,
llegué hasta su arena,
su Tulum,
como la deriva de una nave
trasladada por el oleaje luminoso 
de las vías telefónicas.

Él me agarró de entre sus pies,
una tabla corroída por la sal,
y se la llevó a la nariz.

Mi Marilyn,
cómo olvidarse 
de la gringa que luce 
la Muerte 
como una bufanda de zorro.
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