Poemas / Elvira Hernández

Mantención del seto vivo

La ligustrina se mantiene en pie —compacta—
inamovible. Yo soy la que llegó a su lado a pasar el peine
por las hojas. A cortar con escalpelo sueños de grandeza.
A extraer el quiste de la tinta.

Si ella fuese Sileno ya me arrostrara el enigma
y no iría yo frente al espejo para rastrillar la cabeza roída.
A pasar el arado por esos pantanos que humean
líquido mental y de los que rara vez se sale.

 

En la raíz de todo está mi madre

En la raíz de todo está mi madre
como un manto de tejido bajo tierra
un sombrío huerto de hierbajos tósigos
un vuelo de mariposillas terrosas.

Los años han contribuido a su alacrán
círculos que ciñen mis días
a sus caricias púas y cruces
rastrillándome el cerebro.

Es tierra que espera por mí
tras haberme soltado la jauría
de células que me prohíjan.

Tantas noches que quise cortar mi cuello
aserruchar mis cervicales
descuartizar mis imágenes
pero a cambio me contenté
con restregar plumas
llorar tinta y otros mendrugos
y seguir ese dictado —una vez más—
meticuloso de las venas.

 

Recogimiento

En el Hospital Saint Paul de Mausole
en un patio reservado para hombres
crecían lirios en desorden.
Van Gogh los cortó de raíz
con su paleta
su recogimiento.

En el jardín donde me he internado
—espesura de mujeres—
crecen gramíneas sin nombre.

Las recojo como es recogido el fuego.

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