Poemas

Dora Moro

(Guadalajara, 1969). Autora de Geodón (Luzzeta, 2018).

La urbanidad y la crianza

Cuando el niño destroza su juguete, parece que anda buscándole el alma.

Victor Hugo

Niños urbe esos extraños y reconocidos a la vez.
Punto de partida para la creatividad y la destrucción.
Ambos, dúos, dobles espejos de una esfera argentina habitantes del ego en donde poco se descansa.
Urbe niños, sentencias de máquinas a previsión o aceleración del futuro que llegó en el diecinueve.
Niños urbe, hombres máquinas del tiempo, como pasadas palabras, máquina, heredad, orfandad, urbe de chimenea con bocanadas de posmodernidad.
A quién le importa la definición de la infancia urbe si emerge en cuatro ruedas,
en cada esquina,
ya raros en cuatro patas ya inéditos en pie.
De nacimiento, de eso murió, murió de nacimiento.

De los cero a los siete

La vida a veces se torna hiperestática pero cada uno de nosotros somos como una estructura con múltiples apoyos,
marmoleada hasta los 7 años,
lo que no pudieron tus padres... se jodieron
estamos sometidos a acciones exteriores que provocan reacciones en nuestros abundantes apoyos.

¿Te has dado cuenta de lo que es capaz de mover el viento?
¿de erosionar una gota de agua?
¿de hacer girar el eje de la Tierra en un segundo?

¿Te has dado cuenta de que ningún día es igual a otro y sin embargo parece que involucionamos de niños a ancianos?

de cuatro patas a dos, a tres.

Pase lo que pase los apoyos no son garantizados
y entonces cae la pluma de un ave destazada por un gato,
y entonces una gota de agua sobre los recuerdos infantiles,
y el eje de la Tierra se curva,
se balancea con su planeta como un trompo.

Ovejas emancipadas

Cuando el cielo se aborrega pareciera que cúmulos y cirros
son fracciones de un estandarte,
yo,
pequeño,
miro,
yo,
recuerdo el pasto.

Aparecen como telón de pájaros donde el fin del universo.

Ovejas emancipadas del gris
aborregadas coronas del techo humano,
yo,
les hallo forma,
yo niño boomer baby boomer.

Las nubes en mis manitas son espectáculo con letreros en braille.

Sobrevienen y a la velocidad de mi papaplote se alejan.

Las borregas del señor azul
tan de paisaje expresionista
se corretean de a puños,
prologan a las estrellas,
a los amantes y pesadillas.

Pareciera que los estratos ceden a su ternura.
No sé si tienen en su lenguaje el prodigio o el mal agüero.

Las nubes aborregadas ¿volverán otra vez al mundo
cuando mis ojos busquen respuestas?
Al menos son asombro recordándome niño.

Tres deseos

Quiero recrearme
en el borde de los muebles,
que inauguren una casa hermética
así como me fundía con la alfombra en 1973.

Romperme en risa
para borrarle a cada culpa su origen,
así como en la primaria rebosante de conejos.

Temblar con el frío de una cascada en medio de mi reino.
Desprometerme cuatro rencores
con un puñado de huevos pascuales.
Quiero subir a una cama
donde la paz aletea sus lugares comunes
regar la flor que crece en el jardín de un amargado.

Si se cumplen tres de los anteriores
a mi cuerpo le brotarán antenas
agudas y rigurosas
volverá a mí el pequeño sinvergüenza de 1979.
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