(Iquitos, 1963). Con el libro Lo que no veo en visiones (Ediciones Copé, 1992) obtuvo el Primer Premio de la V Bienal de Poesía Copé.
Con la soga se cuentan historias
a mi abuela Ana Lozano Lozano
La fronda espesa es tu origen tu refugio y permanencia.
Ayahuasca, soga de muertos.
Traes los espíritus de las plantas
la sanación del cuerpo y sus pesadillas.
En mis ojos tus colores brillan y tienen rostros. Ayahuasca, soga que guarda la certeza de mi nombre, y de ti, abuela Ana, Uuitota en el Putumayo,
huyendo de las correrías caucheras esquivando el azote en tu espalda. Tus quince años era un instante,
un tránsito de alucinaciones y exilios.
Ayahuasca, soga de muertos.
Tus colores hacen brillar la sucesión de mi relato porque la historia que aquí se cuenta
fue contada por ti, abuela, en la plaza del pueblo. Tu memoria recordó una vez más.
Fue el recuento de tu huida
y tú lo contaste con la soga.
Búsqueda
No habita en su corteza la Madre del renaco.
Mitad árbol / mitad peregrina / en diáspora permanente. Parece una vagabunda cubierta con tatuajes de anfibios.
Madre sola con sus raíces al aire que el viento lleva y sube por escaleras de puertos urbanos.
En sus andanzas busca guardianes de árboles tumbados, rastros de caobas que perdieron sus raíces y mariposas
y cedros envejecidos por edades de lluvias repentinas. Ahora ella recorre carpinterías, concesiones forestales, iglesias, alcaldías, letrinas y oficinas llenas de papeles.
A veces se embarca en el Callao y habla con mesas en Nueva York. Madre sobreviviente en exilio, en tala ilegal, sin casa y sin corteza.
A veces la puedes encontrar en barcos de carga y pasajeros despidiendo astillas aserradas con filos de acero.