Para ir al pasado no hace falta un DeLorean; con una Plymouth azul en la memoria es más que suficiente

Xitlálitl Rodríguez Mendoza

(Guadalajara, 1982). Su libro de poesía más reciente es Poesía morosa. Prositas de amor contra el SAT (Ícaro Ediciones, 2022).

Antes que nada, quiero agradecer a Maricela Guerrero por invitarme a presentar este libro que leí con mucho amor, mucha admiración y mucha indefensión aprendida: ya sé que cualquier obra de esta autora cuyo origen puede trazarse desde Piedras Negras, Coahuila, hasta Iztapalapa, en la Ciudad de México, es capaz de destrozarme en mil delicadísimas formas y con mecanismos fascinantes dentro de su propia complejidad. Así que, con temblor en mis patitas, no pude sino dejar de retrasar la lectura del libro porque el tiempo y las distancias que, como explicará ella misma en Distancias. de los caprichos de tu corazón (publicado en 2022 en la colección El Ala del Tigre de la Dirección de Publicaciones de la unam), tienen formas muy barrocas o muy lisitas —dependiendo— de acortarse.

Los paratextos, esa señalética gravitacional que nos indica rutas y velocidades para adentrarnos en territorio del significado, son la primera parada en este recorrido para volver al futuro. Los paratextos pueden ser títulos, créditos, página legal, agradecimientos, dedicatorias, colofón, índice, notas al pie, cuarta de forros, etc. En el caso de Distancias, el primer paratexto y más visible está en ese alargamiento del título: de los caprichos de tu corazón. Como sabemos, éste es un verso de «La barca», letra escrita por Roberto Cantoral. Una letra que me es tan familiar por los gustos de mi padre y mis abuelos como el municipio de La Barca, Jalisco, de donde es mi abuela paterna.

Perdón por hablar de mí, pero es que éste es el mecanismo de Distancias: apelando a la poética de la música popular, que a muchos de nosotros nos acompañó mientras nuestros padres y madres nos conducían a lugares de todo tipo, Maricela Guerrero tiene una red de significantes de los que no podemos escapar.

A lo largo de diez secciones, la autora va describiendo un viaje imaginario y, por eso mismo, vívido que hace con su papá a Piedras Negras, Coahuila, para «ver por primera vez el lugar donde nació mi abuelo y colocar una piedra para refundar una historia propia y a colores, que quizá reconsidere desde otras orillas a la famosa industria nacional». Así, pues, la conductora de este libro activa el switch de encendido de toda su historia y crea la combustión dentro de su propia poética. Pero ese viaje no es sino el vehículo de muchos otros: el de las relaciones, distancias y tensiones con sus hijos, con su madre, con el dinero, el trabajo, la amistad y el amor. Todas las economías que nos son indispensables son transportadas en diversos autos: una Plymouth azul del ‘61, un Gremlin que le da un besito a unas escaleras con paisaje playero, cuadritos de diez centímetros con los que una niña empezará a escribir y describir distancias y cercanías, un Ford Fiesta y una metáfora que nunca termina de pagarse. Porque Maricela afirma, retomando la voz de otra autora que habla por la radio: «No sé si sabías que en Grecia los sistemas de transporte se llaman metáforas», y el lenguaje es un sistema de transporte, dentro del cual, el lenguaje poético es el que nos mueve más rápido a otros sitios, a otras realidades y a otros tiempos,  porque el tiempo del poema es uno propio: una cápsula suspendida.

Es así que iniciamos el viaje primero al pasado, a bordo de una Plymouth —que en mi cabeza no puede ser otra que la guayín azul del mismo año en que nació mi papá (1953) y que ahora mismo rueda el sueño de una eternidad detenida en la cochera de casa de mis padres. Mi abuelo la compró para movilizar a su esposa y nueve hijos y a veces a sus padres y hermanas, desde Guadalajara hasta La Barca o hasta Autlán y de regreso y, a veces, hasta la playa. Esa misma guayín que saludó un día a Maricela y que, aunque no sea la misma que la de ella, quiero pensar que pudo darle un aventón. Dice Maricela Guerrero:

hay que reconocer que la industria / automotriz internacional mantiene sus distancias / en todo el mundo. / Y que, pese a la Ley de importación de 1960 de la industria automotriz nacional, en 1961, en / México también había Plymouths azules como animales hambrientos pidiendo que les dieran de comer entre las multitudes.

La memoria histórica que la autora de este libro echa a andar a partir de la industria automotriz de los años sesenta y setenta en México, en donde se asoman la voraz globalización y la guerra sucia, es la estación de servicio donde llega cada tanto a cargar combustible. Porque el viaje, desde luego, también está hecho de pausas y retrocesos.

Las secciones de este libro están nombradas a partir de diversos cálculos:

Entre la Ciudad de México y Piedras Negras hay una / distancia de 1,253.8 km, más o menos. / Entre trece y quince horas de viaje. / La velocidad que podríamos alcanzar oscilaría alrededor de / los 94 km/h. / Si salimos a las seis de la tarde y no nos detenemos mucho, / llegaríamos en trece horas y veinte minutos, y así podríamos llegar / a las 7:14 de la mañana del día siguiente, para desayunar; / además necesitaríamos 1,862 pesos moneda nacional para / pagar alrededor de 94.3 litros de gasolina. 

Así, la distancia medida en kilómetros, horas, velocidad, litros de gasolina y dinero será solamente un pretexto para hablar de lo que se transporta realmente en el auto: la memoria del abuelo chofer y ciclista y paciente, el amor entre una hija y su padre y las fisuras que empiezan a abrir nuevos caminos para encontrarse de otras formas.

Quien escribe el libro es una mujer conduciendo. Y, a la vez, reproduciendo las voces, las charlas, las historias y los accidentes de otras mujeres conduciendo los tipos más diversos de bólidos y con los más diversos contenidos: llamadas telefónicas con su madre, entrevistas con «escritoras que sepan conducir, que manejen autos», chistes con sus hijos y, desde luego, boleros de Los Panchos y sabrosuras de Chico Ché. Es a bordo de «La Barca» que sucede esta travesía.

Françoise Sagan, uno de los tripulantes de esta barca, ya conducía el Buick de su papá a los dieciocho años, incluso antes de que la entonces jovencísima autora tuviera licencia de conducir. Sagan dijo alguna vez «quien nunca ha amado la velocidad, nunca ha amado la vida, nunca ha amado a nadie». Maricela Guerrero recompone esta afirmación para decir que el amor no está en la velocidad sino en «las distancias heredadas» y en «recorrer desde la intuición y los caprichos de mi corazón».

Estos recorridos se darán también hacia dentro del lenguaje, al bordear, detenerse y perseguir el uso y las funciones: la mecánica, vaya, de las palabras. Así, los verbos chocar, estrellarse, colisionar y otros aledaños serán cuidadosamente trasladados —si pensamos en una de las formas de traducción que apuntaba Roman Jackobson, es decir, la traducción como explicación, como paráfrasis— a este libro.

En 1929, la revista tapatía Bandera de Provincias publicó la traducción que realizaron Salvador Novo y Gilberto Owen de un ensayo del autor estadounidense Waldo Frank, entonces de gira por Latinoamérica, titulado: «Maquinismo norteamericano: La velocidad». En él, Frank afirma que: «Una persona de Poder es una persona que vive en perpetuo movimiento. Vive en una eterna frontera. Vive en el mañana. Su razón es que no digiere lo que ha adquirido: hacerlo es labor de contemplación y de amor. Lo importante es adquirir. Una vez alcanzado un punto, todo lo que hay que hacer es ir al punto inmediato. En consecuencia, el rasgo distintivo de la persona del Poder es la velocidad. […] El automóvil es el símbolo del Poder porque es el cuerpo mismo del movimiento. […] Una consecuencia creciente del hábito de la velocidad es la superficialidad en pensamiento, en emoción y en imaginación».

Partiendo de eso, podemos decir que Distancias. de los caprichos de tu corazón de Maricela Guerrero es un contramanifiesto de la velocidad, es una rampa de frenado para buscar una cuna, una raíz, un sedimento; es un gato hidráulico que detiene y levanta para retomar el movimiento del DeLorean en el que cabemos todos; ese DeLorean imaginario que nos mantiene aquí, apretaditos unos con otros, cantando a coro: «Supiste esclarecer mis pensamientos / Me diste la verdad que yo soñé…».

Leído el 11 de septiembre de 2022, durante la presentación de Distancias. de los caprichos de tu corazón, de Maricela Guerrero, en el marco de la FILU 2022, en Xalapa.

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