Nuevo abecedario / Ana Hatherly

La obra visual de Ana Hatherly se caracteriza por la gestualidad, por el movimiento de la mano que crea inquietas líneas de texto, densas texturas, múltiples formas que continuamente se (trans)forman, que sugieren itinerarios, significaciones diversas, procedimiento para transmitir gráficamente una poética que, siendo también verbal, se evidencia en la visualidad.

     Hatherly se sitúa en una frontera de indefinición entre la escritura y la visualidad, una de sus características como precursora de la poesía experimental y artista plástica. En sus caligrafías, las palabras/versos se inscriben en la página como sendas que se recorren al sabor de la «imaginación y de la memoria» de cada uno.
     Gestualidad que surge del estudio de la escritura china arcaica y de la investigación a partir de elementos caligráficos y pictográficos, y que ha resultado en una interpretación muy propia de ese proceso de transmisión de información y de conocimientos, evolucionando hoy hasta una representación más geométrica y originando una especie de nuevo abecedario basado en la organización de ocho caracteres que tituló Alfabeto estructural, publicado en la revista Operación 1 (1967), y que, sin representar «estructuras fonéticas o específicamente lingüísticas […], son ya una forma de lenguaje».
     El supuesto fue hacer ilegible la escritura para que sólo pueda ser observada, reescribiendo así un texto que «provoca el azar, suscita lo fortuito, recoge lo inesperado, no rechaza lo inexplicable, lo ambiguo, lo incomprensible», según palabras de la propia autora. La imagética de los ideogramas le habrá suscitado el deseo de añadir una carga visual en la poesía que entonces escribía.
     A finales de los años sesenta y a inicios de los setenta, la autora realiza algunos poemas experimentales recurriendo a la mecanografía, así como los primeros poemas con la utilización de letraset, apelando a un material innovador en la época, que permitía potenciar visualmente los poemas experimentales valiéndose de diferentes tipos y cuerpos de letras, aumentando de una forma sustancial la carga expresiva y la subjetividad de una escritura que se asumía deliberadamente asémica. Ese lenguaje contemporáneo permitía «diferentes grados de legibilidad del texto» y constituía «un desafío a la construcción de significados», según escribe en el prefacio de O escritor.
     Crea una gramática propia donde el proceso comunicativo se efectúa más por la visualidad de las líneas y no tanto por las palabras que lo componen. En ese sentido, las caligrafías son una provocación de la autora para que el lector reconstruya, por un proceso más in(ter)ventivo, su propia lectura.
     Participa en tres ediciones de la Bienal de Venecia (1976, 1978 y 1980) y en la xiv Bienal de São Paulo en 1977, año en que también colabora en la Alternativa Cero, organizada por Ernesto de Sousa. Durante ese período su actividad artística abarca el campo del performance y la instalación, creando obras de mayores dimensiones.

En los años ochenta se dedicó principalmente a la actividad docente, a la investigación y a la publicación de libros. En esa década inició una intensa investigación sobre la escritura y los «textos-visuales» barrocos, lo que dio como importantísimo resultado la publicación de varias obras, entre ellas A experiencia do prodigio: Bases teóricas e antologia de textos-visuais portugueses dos séculos xvii e xviii, razón por la que esos años son escasos en obras visuales, realizadas puntualmente para participar en exposiciones colectivas.
     A semejanza de otros artistas, a Ana Hatherly le gustaba trabajar por series, explorando las posibilidades que cada una le proporcionaba, pero refutando el concepto de «coherencia», que normalmente se les atribuye a los artistas plásticos. Ana Hatherly se decidió por una intransigente libertad expresiva y una liberadora irreverencia creativa, dejando que la imaginación invadiera los soportes, normalmente simples, donde ejecutaba sus obras plásticas, optando por espacios de provocación y de experimentación en vez de repetir las mismas soluciones plásticas.
     A pesar de que una parte sustancial de su obra visual estaba directamente ligada a la palabra y a los signos gráficos, en determinado momento realizó obras donde los colores y las tonalidades se revelaron como un factor de explotación primordial, de las que será ejemplo la serie Viaje a la India y otros recorridos, después de haber visitado ese país, y que fue presentada en el Museo del Chiado en 1997.
     La serie Neograffiti, la última que hizo, incorpora un lenguaje de arte urbano (que se remite a otro tipo de experiencia de comunicación visual igualmente urbana, con la realización de la serie de collages Las calles de Lisboa), pero para usarlo no como elemento ilustrativo o de representación figurativa, sino como un nuevo procedimiento de escritura.
     El sintetismo del lenguaje utilizado, que, por su configuración, retoma muchos de los ensayos evidenciados en el libro Mapas da imaginação e da memória, le permitió continuar «escribiendo», en un proceso igualmente gestual, aunque sin la minuciosidad y la sutileza de las caligrafías. Lo que podrá reflejar un retorno a las indagaciones ideográficas de los años sesenta, cerrando así un ciclo cuya inventiva y originalidad resultaron en una obra inquieta que exige ser revelada en su plenitud.
     Fue una autora que se expresó en diversas áreas, incluyendo la música y el cine, pero esencialmente fue la escritora que trató de darle una dimensión plástica a la poesía, potenciando las palabras que ganaban otra expresividad por el modo en que eran   (d)escritas y dispuestas en la hoja. Y con una evidente sensibilidad femenina, a pesar de rechazar la designación de «poetisa» —siempre se consideró «poeta»—, como lo comprueban su filigrana en la elaboración de los textos caligráficos y la delicadeza con que ese encaje de palabras era colocado en la hoja.
     Ana Hatherly es, definitivamente, una poeta con un acendrado sentido estético, que ha explorado de forma magistral la expresión gestual y la dimensión visual de la palabra.

Fernando Aguiar
Traducción del portugués de Renato Sandoval Bacigalupo

      Ana Hatherly, Mapas da imaginação e da memória, Moraes Editores, Lisboa, 1973, p. 8.

      Ibid., p. 9.

      Ana Hatherly. Anagramática, Moraes Editores, Lisboa, 1970.

      Moraes Editores, Lisboa, 1975.

      Imprensa Nacional / Casa da Moeda, Lisboa, 1983.

 

 

 

 

Retrato de Sor Maria do Céu
Acrílico, tinta china y collage sobre cartulina
21 x 14.8 cm
1995

 

Sin título
Plumón sobre papel
20.6 x 14.8 cm
2003

 

Mi ropa se rompe
Plumón sobre cartulina
20.3 x 12.7 cm
1996

 

Sin título
Acrílico pastel, acrílico y tinta china sobre cartulina
21.5 x 12 cm
1996

 

En el confuso brillo de la noche
14.9 x 21.1 cm
1994

 

Sin título
Tinta china y pastel sobre papel
31.8 x 24 cm
1993

 

Las inocentes plantas
Tinta china sobre cartulina
21 x 12.6 cm
1996

 

El 11 de septiembre de 2001
Collage y espray sobre cartulina
21 x 15 cm
2001

 

El 11 de septiembre de 2001
Collage y espray sobre cartulina
20.3 x 12.7 cm
2001

 

Sin título
Tinta china, pastel y collage sobre cartulina
13.7 x 21.7 cm
1973

 

Sin título
Tinta china sobre cartulina
1996

 

Sin título
Plumón y collage sobre papel
29.7 x 21 cm
1988

 

La ambivalencia emotiva
Tinta china sobre cartulina
15 x 21.1 cm
2003

 

Pax
Tinta sobre papel
27.9 x 21.6 cm
1987

 

Imágenes: cortesía de Fernando Aguiar

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