Concurso Literario Luvina Joven

Lujuria

Igui Luz Divina Ramírez Martínez

(Guadalajara, 2002). Estudiante de la Escuela Politécnica Ing. Jorge Matute Remus. Este poema ganó el X Concurso Luvina Joven.

Estoy de pie escuchando una tragedia
pero increíblemente vuelves a mi cabeza.
Te miro ahí, sentado frente a mí 
con tu sonrisa sutil.

Eres insinuante, pero no demasiado,
no lo suficiente para hacerme notar 
el deseo que electrifica tu cuerpo.

Absorta en mi pensamiento
te descubro frente a mí,
sentado en mi sillón.
Me miras lascivamente
y comienzas a desvestirte.
Confundida, creo que es irreal.
¡Ahí, en mi sillón!
¿En la sala de mi casa?

Sonriente y alegre,
extiendes tu brazo
y alcanzas mi cabello
acaricias mis hombros y te deslizas hasta mis manos;
las tomas
y me invitas a sentarme en tu regazo.

Acaricias mi mejilla y como un gato me froto contra tu mano,
tocas mis senos tan sólo
cubiertos por un nimio vestido.
Un suspiro se escapa de mis labios.

Bajas tus manos acariciando todo a su paso.
Subes mi vestido y lo arrojas al piso
dejándome desnuda
indefensa,
susurras a mi oído
obscenidades y lujurias;
murmuras las cosas que me harás.
Y como si leyeras un instructivo
tus manos obedecen a tu voz.

Sentada sobre tus piernas,
ya no puedo escapar.
Tu mano izquierda sujeta mi seno,
lo aprieta,
lo mima; 
lo libera y lo aprisiona.

Tu mano derecha,
que ya se encuentra
en mi entrepierna,
hace maravillas con los dedos
que no puedo describir.
Es tan suave y candente,
tan persistente que me colma de placer.

Una gota de sudor recorre mi espalda baja,
junto a mi nalga
puedo sentir tu verga tiesa
y caliente.

Esto es como un sueño.
No entiendo qué pasa,
sólo sé que
me hinco frente a ti,
la tomo con mi mano,
es tan cálida,
tan prominente,
toda una delicia.
La sumerjo en mi boca y
la acaricio con mi lengua.
Te masturbo con mi mano
mientras paso mi lengua por el glande.

Mi cuerpo convulsiona por la excitación.
¡No puedo más!
Me siento tan caliente.
Quiero que hundas tu verga en mí.

Anhelante, me pongo de pie,
arranco la única prenda
que aún toca mi piel.
Henchido de gozo,
me tomas por las caderas,
me ciñes a ti y
me conviertes en tu yegua.

De repente lo pude sentir,
nunca estuviste frente a mí.
No sé cómo llegué aquí, 
tendida en mi cama
con las bragas mojadas
jadeando de placer.
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