(Guadalajara, 1982). Fue ganador del IV Premio de Novela Mauricio Achar por su novela Pistolar (Literatura Random House, 2018).
1. Daniel se pregunta si a Werner Herzog le duelen las rodillas. Si tiene problemas de columna. Qué tan frecuente y de qué naturaleza es su acidez estomacal (¿con dolor radial o localizado?). Qué alimentos ha tenido que quitar o sumar a su dieta. También qué hábitos ha tenido que romper para seguir entero. Molestias crónicas en los ojos. Cualidades de sus evacuaciones cotidianas. Cuántos medicamentos debe tomar a diario. Dónde duele. Cuáles son los síntomas del síndrome Werner Herzog en este momento: hoy es su cumpleaños setenta y seis y Werner Herzog ha hecho casi esa misma cantidad de películas de Werner Herzog, entre largometrajes, cortos, ficciones y documentales, trabajos para televisión. También óperas. Obras de teatro. Libros. Pretzels. Ha acumulado además una serie de anécdotas comparables tal vez sólo a las que Putin cuenta de sí mismo cuando pretende ser Werner Herzog. O Hemingway. Gagarin. El capitán James Cook. Kapuściński. John McClane.
Daniel corrobora también que Werner Herzog es quien más se ha acercado a ser Werner Herzog (feliz cumpleaños). Mantiene así el récord mundial de haber sobrevivido más tiempo a Werner Herzog. Por eso Daniel está seguro de que cada noche siente culpa o un cansancio parecido. La duda de si sólo es el performance de Werner Herzog. Un sueño de Werner Herzog. Un daguerrotipo de Werner Herzog: el malvado hermano gemelo que sopla las velitas en su lugar.
Su capacidad automitológica es inmensa. Suma cicatrices a su leyenda incluso en medio de entrevistas. Y no es que lo busque (no). Funciona como un tic involuntario. Un reflejo muscular. Werner Herzog es una enfermedad degenerativa de la que el universo es cómplice. Por ejemplo: el reportero Mark Kermode lo entrevista para la bbc (Exterior. Día). A media declaración se escucha un siseo en el micrófono. Una bala corta el viento. «¿Qué fue eso?», pregunta Werner Herzog con su particular acento (que no es precisamente alemán, sino un rasgo vocal de aquel gran país que es Werner Herzog). Un francotirador le ha disparado. Corte a Werner Herzog.
Están en otra locación (Interior. Una especie de sala o un comedor donde hay libreros o una pequeña biblioteca u otro lugar — Día). Se han movido por seguridad y se preparan para retomar la entrevista. Werner Herzog se disculpa por tener que bajarse los pantalones frente a cámara. Los desabotona para revelar unos bóxers morados con flores geométricas rosas. Extiende el elástico. Muestra un orificio del que brota abundante sangre. «No es una bala significativa», ríe Werner Herzog.
La cámara está tan cerca que cuando Daniel pausa el video de la entrevista ve brillar en la sangrante oscuridad de Werner Herzog un órgano de Werner Herzog: tal vez un tramo de intestino. Tuvo que comprar software especial para ampliar y mejorar la imagen cuadro por cuadro. Ahora puede adelantar y regresar los acontecimientos manteniendo una proporción 5x de la herida. Probó antes con otros videos y obtuvo mejores resultados. Werner Herzog tiene pésima resolución. Su piel se pixelea aun a 1.5x, aunque los motivos florales de sus calzones mantengan perfecta nitidez. Un fenómeno extraño. Ha consultado a Rogelio por teléfono (Rogelio es experto en postproducción y corrección de color) y está de acuerdo. Está raro. Pide a Daniel que se lo lleve por favor. Procesa el material más de tres horas. —Sí, está muy raro—. En ese tiempo, Daniel lo ve beber dos litros de Coca Light como si nada. —Quién sabe—. Al menos le ayuda a imprimir cuadros con la calidad suficiente para calcular la escala y poder identificar la bala.
Conseguir un experto en balística es más complicado. Intenta primero merodeando el Servicio Médico Forense. Ningún perito se interesa. Tampoco los estudiantes de criminología del cleu Guadalajara. Prueba visitando tiendas militares. Así conoce a Teniente. Éste le explica que además del tamaño del orificio hay otros factores. Están las estrías que tienen las balas, por ejemplo, que funcionan igual que huellas digitales. Se deben analizar los bordes de la herida y la coloración de la piel circundante y otros parámetros. Teniente le pide que deje las fotos y regrese después. Le hace dar vueltas durante semanas. Cada vez le dice que sigue estudiando el material. Consulta amigos expertos, cazadores y veteranos de guerra gringos. Por fin, un viernes entrega a Daniel sus conclusiones escritas en una hoja membretada de la tienda, un localito en la parte menos transitada de la plaza, en cuya marquesina se lee: El patriota. Las notas incluyen no sólo el tipo del proyectil que atravesó a Werner Herzog, sino también el arma que lo disparó. Fue un Karabiner 98 Kurz de calibre 7.98 x 57 mm: un rifle de la Segunda Guerra idéntico al que utilizó el infame mayor König para eliminar a cuatrocientos cincuenta y seis enemigos de los nazis. Muchos de ellos en pares: dos bajas con una sola bala pero nunca, como ahora, en distintas dimensiones temporales.
Antes de que lo interrumpiera el disparo, Werner Herzog estaba hablando mal de Werner Herzog. Decía: «En Alemania de alguna forma dejé el camino pavimentado, aunque a nadie le importan mis películas ahí. Por ejemplo»: bang.