(Navojoa, 1970). Sin defensa. Antología poética (1993-2021), es uno de sus nuevos libros (Keli Ediciones, Guadalajara, 2021).
Se sabe —o debería saberse— que los escritores son personas y que, como tales, poseen toda clase de vicios y virtudes y son por eso mismo susceptibles de mostrar su rostro más noble o el más despreciable. Sobran historias para ejemplificar lo anterior, pero una de las más ilustrativas la podemos descubrir al leer el libro Estrella de dos puntas. Octavio Paz y Carlos Fuentes: crónica de una amistad, de Malva Flores (Ciudad de México, 1961), el cual se centra en dos de los más importantes escritores del siglo anterior en nuestro país y en poco tiempo se ha convertido en un documento indispensable para buscar comprender la relación entre ambos, así como para echar un vistazo a la pantanosa república letrada nacional de las pasadas décadas.
Ahora bien, aunque la autora sea una poeta reconocida y académica notable, no deja de advertirnos en su prólogo que no se trata de «un libro de crítica literaria» sino, más bien, de «la lectura de una o varias pasiones», las cuales revisa y visita con su propia mirada apasionada. Pero no se deje llevar por esas palabras: si algo poseen estas páginas es rigor y, además, la posibilidad de acercarnos a novedosos materiales de apoyo para la investigación (desde entrevistas a aquellos personajes que hasta hoy día no habían dado su opinión sobre distintos hechos, hasta los papeles de Carlos Fuentes que custodia la Universidad de Princeton, o las cartas inéditas de Paz).
Pero, claro, si me preguntaran cuál es la más destacable virtud de Estrella de dos puntas, diría que la calidad de su prosa. ¿En qué se funda dicha calidad? Creo que en el afán de Flores por «despejar» lo que llama «una especie de bruma», es decir, todo aquello que no queda claro en la siempre tirante y compleja relación entre Paz y Fuentes, algo que «ni todos los artículos, notas periodísticas o entrevistas» podrían ayudar a dilucidar.
Con todo, la calidad a la que me refiero es la que consigue desplegar Malva Flores cuando permite a su narración mantener una sana tensión a lo largo de seiscientas páginas, apoyándose en la búsqueda permanente de lo que la autora designa como «razones no escritas», aquellas a las que podemos acercarnos solamente por medio de la exploración verbal que combina —con habilidad y eficacia— la precisa utilización de datos y citas con la elocuencia de quien se dirige a su lector para compartir sus dudas, sus sorpresas, sus hallazgos. Si algo tiene esta prosa es que toma distancia del intrincado discurso académico y nos vuelve familiar lo que nos expone o describe.
Es evidente que Estrella de dos puntas —que, vale decir, obtuvo el mismo año el Premio Mazatlán de Literatura y el Premio Xavier Villaurrutia— tiene como objetivo no sólo develar aspectos no conocidos en la prolongada relación entre ambos escritores, sino también poner en evidencia su carácter y su pasión crítica (que, de acuerdo con Flores, fue lo que «los unió y los separó»), detalles que habrían sido imposibles de sondear sin la paciencia y el detenimiento de la autora, quien, asimismo, no escatima para brindar a su lector probable los elementos para la comprobación y el condimento capaz de atizar nuestra curiosidad o remover la desavenencia ideológica.
De sobra está decir que esta obra —tan ambiciosa como de agradable y suculenta lectura— va mucho más allá de presentarnos un «retrato» de la vida literaria en el país durante cerca de setenta años, con base en dos de sus protagonistas más emblemáticos y la numerosa fauna letrada que los acompañó en el proceso; es también una muestra más de la enorme capacidad de Malva Flores para la investigación y la lectura tan inteligente como lúcida: quien desee comprobarlo sólo debe hacerse de un ejemplar de Viaje de Vuelta: estampas de una revista (2011), o bien de Sombras en el campus: notas sobre literatura, crítica y academia (2020).