La guerra sin fin / Julia Monserrat Espinosa García

Preparatoria 7

«Hombre. m. mamífero del orden de los primates, dotado de razón y de lenguaje articulado.» Esta palabra, según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, tiene tres definiciones y ahí enseguida aparecen veintitrés ejemplos de uso, mientras que la definición de mujer sólo tiene dos definiciones y se ofrecen tres ejemplos de uso. Esto sólo puede deberse a que los diccionarios fueron ideados y hechos por hombres, si no cómo se explica por qué cuando buscas una palabra en el “tumbaburros” sólo encuentras un derivado de la palabra buscada, y entonces en lugar de tener una duda tienes dos. Ésta es una de las muchas consecuencias de pertenecer a un mundo manejado por varones. Lo que me interesa ahora es una serie de preguntas que nos formulamos las “hijas de Afrodita” acerca del comportamiento de los hombres. Por ejemplo: ¿por qué sin razón alguna e inesperadamente escupen?, ¿qué, se sienten cobras escupidoras? ¿Por qué les divierte salpicar cuando orinan?, ¿quieren marcar su territorio o quieren afinar su puntería? Peor aún: ¿por qué si orinan dos miembros de este género, compiten entre sí para ver cuál chorro alcanza más distancia? Hasta en eso quieren ganar. ¿Por qué se rascan los testículos así como si se sólo se sacaran un moco?, ¿será que insinúan algo? ¿Por qué caminan como gallos espinados? Ya sabemos que hay cosas que les estorban, ¡pero no es para tanto! ¿Por qué les gusta emborracharse? Así, sin prejuicio alguno, sólo contestan “¡Se siente chido! Y así me la puedo llevar todo el día.” Es igual cuánto nos preguntemos, jamás lograremos entenderlos. ¿Por eso se dará la homosexualidad?, como ni ellos mismos se entienden, tratan de entenderse como mujeres.
     Y, ya para concluir, qué más da, nunca van a cambiar, siempre caerán en la tentación. Tal vez somos nosotras las culpables, si no, entonces ¿por qué Eva le llevó de desayunar una manzana a su marido, o por qué Sansón tuvo que usar peluca después de conocer a Dalila? Hay que aceptarlo: somos unas mustias y ellos unos ingenuos que se dejan envolver.

 

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