«La ciencia siempre es ficción»: Jorge Wagensberg / Dolores Garnica

Fue en la cocina, durante una fiesta, donde Beatriz de Moura, editora de Tusquets, pidió al científico Jorge Wagensberg (Barcelona, 1948) recomendaciones sobre libros de ciencia. Lo demás es una historia que se cuenta en Metatemas, la serie de lecturas dedicadas a la ciencia que el año pasado cumplió 40 años y cien títulos. Doctor en física, investigador, divulgador de la ciencia, Premio Nacional de Pensamiento y Cultura Científicos de Cataluña en 2005, actual responsable del área de ciencia y medio ambiente de La Caixa, el espacio que cambió la visión del museo científico, Wagensberg, normalmente risueño bajo la espesa barba blanca, es autor de más de 17 tomos sobre ciencia, de esos tomos de fácil lectura que lo que buscan son más lectores interesados en el cosmos, las formas y cifras de la naturaleza o las matemáticas. Es un amante de las artes desde la aparente complejidad del método científico.

¿Por qué y para qué leer ciencia?
La ciencia es una forma de conocimiento interesante en muchos aspectos.
Ayuda a anticipar la incertidumbre y eso es un problema de supervivencia. La ciencia es una tradición ancestral de cualquier ser vivo, porque la ilusión de cualquier ser vivo es seguir estando vivo, y para cualquiera que accede a la inteligencia y al conocimiento abstracto, la mejor manera de anticipar la incertidumbre es conocer el significado científico de la palabra.
También hay que leer ciencia para obtener el gozo intelectual, el asociado al estímulo que sucede cuando te das cuenta de que lo que creías cierto no lo es: ese choque entre lo que crees y lo que ves provoca gozo intelectual. Todo en ciencia es conversar, observar la naturaleza es conversar, y ella te contesta, pero debes escuchar la respuesta antes de formular la siguiente pregunta. Cuando vuelves a un punto que no es el de partida en esta charla, sucede otro gozo intelectual, el mismo e inmenso que se siente cuando se comprende algo: un gozo individual e íntimo, porque no es lo mismo que tú comprendas, que cuando alguien te dice que ha comprendido. Así que puedes dudar de si lo que crees es verdad o mentira, pero no puedes dudar de lo que has gozado; el gozo intelectual es más fidedigno que la ideología. Leer ciencia es una de las formas en que puedes acceder a estos gozos.

¿Cuál fue su último gozo intelectual?
Hace poco estudiaba las formas más frecuentes en la naturaleza; terminé escribiendo un libro sobre eso, y en el transcurso me interesó la catenaria, la forma que toma una cadena cuando la sostienes de sus extremos —y que Gaudí utilizó en su obra, aplicándola para levantar la Sagrada Familia sin ningún apoyo. Yo daba hace tiempo una conferencia en Argentina, y en el museo había un gliptodonte, una especie de tortuga con un escudo inmenso; pensé: «Pobre animal, seguro ese peso lastimaba sus costillas, a menos de que fuese una catenaria». Tomé una foto con mi celular, llegué al hotel, di vuelta al ordenador, robé el tapón de la bañera y comprobé con su cadena que sí, el caparazón del animal es una catenaria. Después del gozo, lo primero es comunicarlo a quien encuentres, así que salí al pasillo y casi abrazo a la señora del aseo.

La relación entre ciencia y literatura: ¿ciencia ficción?
Una redundancia. La ciencia siempre es ficción. Me interesan algunos autores como Arthur C. Clarke… Pero es que la ciencia ficción empezó siendo tecnología ficción: eso hacía Julio Verne. La relación entre literatura y ciencia no va por allí. Cuando un científico escribe debe eliminarse a sí mismo, quitar la subjetividad, lo superfluo y la emoción; cuando un científico escribe, debe darle la razón a la realidad, siempre va ella por delante, y esto es un gran sacrificio porque todo lo humano en él queda fuera, pero también es una ventaja, porque la diversidad de temas se vuelve inmensa y así consigue anticipar muchas cosas. El poeta, el escritor literario, no aplica el método científico pero normalmente habla de lo mismo, y es que en la literatura los temas son muy recurrentes, así que la ciencia puede ser un proveedor muy rico de temas, problemas y cuestiones que reflexionar. Por eso creo que un escritor no tiene derecho a no saber las nuevas teorías científicas, aunque también se puede ser un gran escritor sin ser nada científico: Kafka no tenía nada de científico, pero Borges sí; Picasso era un pintor científico, y Van Gogh no lo era, y ninguno es mejor que otro…

Y además, los científicos literatos…
Al otro lado del espejo, de Lewis Carroll, contiene metáforas que explican qué son los números complejos y los números imaginarios. Cuesta años saber qué es un número complejo, es decir: un número entero es el que cuenta y ordena respecto de una referencia; un número racional es el que comparte, mide; uno real es el que calcula, pero ¿cómo explicas un número complejo? Es muy difícil de intuir, pero en el mundo de Lewis Carroll es fácil de comprender, por eso él es un ilustrador de lo imposible, distorsiona la realidad para que se vea la complejidad de lo imposible. Benoît Mandelbrot propuso los fractales, pero Salvador Dalí intuyó antes la autosimilitud de ellos: existe una pintura, Visage de la guerre, en la que hay una calavera que contiene otras calaveras en los ojos, algo que el propio Mandelbrot reconoce como la intuición científica de un artista, que luego fue un descubrimiento.
Sabemos de las virtudes que se adquieren leyendo literatura. ¿Lo mismo sucede con la ciencia?
Déjame extender eso a cualquier tipo de conocimiento. El conocimiento científico se expresa en textos científicos, y leer ciencia, por supuesto, te convierte en mejor persona, es decir, puedes aplicar el método científico incluso en la convivencia humana. La democracia es una idea científica para organizar la convivencia.

 

 

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