La literatura fragmentaria apuesta por la pureza del momento. Se aleja de todo posible andamiaje que desvirtúe su estallido. Si la escritura de por sí es un filtro de la voz estructurada, la extensión… no se diga. Muchos autores, como Friedrich Nietzsche o Jorge Luis Borges, tienden al concepto de reducir el virtual contenido de un libro a unas cuantas páginas, frases o palabras. El aforismo en ningún sentido resulta plano, en todo caso es indirecto. Está exento de toda evidencia, aunque llegue a semejar una obviedad.
La escritura fragmentaria no corresponde precisamente a los tiempos presentes. No son gratuitos los proverbios, las máximas, los refranes, los aforismos de tan diversas como distantes épocas. Lo cierto es que cabe pensar que con la multiplicación de las masas y las actividades humanas el tiempo de creación se puede reducir y la literatura fragmentaria puede propagarse como hoy ocurre en internet. El fragmento literario como obra de arte, desde su propia concentración, de carácter atómico, da pie a la expansión del acto perceptivo. Es un pasatiempo especializado, cuyas reglas van implícitas en el intelecto. El impulso de las palabras detona una inquietud de interpretar en términos propios el contenido de un texto. En el punto más elevado del ejercicio interpretativo, el resultado cobra forma de respuesta. En el ámbito del libro, como medio comunicativo, una serie de aforismos puede ser detonador de un diálogo entre autor y lector, en el plano de la consumación comunicativa. El fragmento, gracias a su unicidad, enriquece la lectura; en virtud de su artificiosa concisión, refina el pensamiento.
La lectura, como todo proceso, conlleva sus pasos. La interpretación personal del contenido breve da pie a la disposición de registrarla, por el grado de conciencia que infunde la contundencia inesperada de una forma diminuta. La brevedad en el terreno discursivo es desafiante, su estallido inevitable. Hay que sortear las esquirlas del fundamento. El tiempo se puede prender de la asperidad de cierta directriz en el circuito de los conceptos y estancarse en un amplio mar de divagaciones. El aforismo es lateral. Ese diminuto juego de palabras tiene un lado por el cual hay que abordarlo. De otra manera puede representar un mal trago. El aforismo, como la lógica, implica una afirmación primordial detrás de su constitución. Si Oscar Wilde dice: «La ciencia nunca podrá lidiar con lo irracional. Por eso no tiene futuro en este mundo», de esta sentencia se puede inferir que en tal caso el mundo es irracional. Si el mismo autor señala que «El único vínculo entre literatura y teatro que actualmente nos queda […] es el recibo de la obra», se puede deducir que, desde la perspectiva del narrador y dramaturgo, el teatro se ha venido a pique. Una de las características principales del género aforístico es su carácter connotativo.
Entrando en materia de ejemplos, que Ricardo Nicolayevsky exprese «la vida cotidiana resulta asquerosamente privada» acaso signifique que, en el caso particular, todos los días se debe recurrir a la privacidad. Por su parte, Juan Carlos Bautista dice que «Encontrar un amor es un regalo de Dios» y «Retener ese amor es un regalo del diablo», declaración que ofrece una idea de cómo el aferre amoroso puede derivar en un infierno, temática de la que por cierto han emergido grandes obras de la literatura. Libros como los de la colección Quaderna, de la editorial Quimera, son un ejemplo de la producción fragmentaria en México actualmente y en el mundo en general. Enmarcan una gama de propuestas de literatura breve, que van desde la frase simple (al estilo de una sentencia) hasta el género de la minificción, pasando por la rima y la metáfora. En el caso del volumen que abre la serie, Espejos de bolsillo. Aforismos selectos, de Oscar Wilde, el responsable de la selección, traducción y prólogo, Hernán Bravo Varela, va más allá del procedimiento selectivo, disponiendo la compilación de extractos de textos extensos. No sólo selecciona, también desprende fragmentos que en el contexto de su respectivo aislamiento cobran una expresividad especial. En este sentido, las frases son aforísticas y proceden tanto de la narrativa como de la dramaturgia del escritor irlandés. Concernientemente a los aforismos de origen, las colecciones traducidas son «Frases y filosofías para el uso de los jóvenes» y «Algunas máximas para la enseñanza de los sobreeducados». Espejos de bolsillo… está enfocado a temáticas características de Wilde, como el arte y la belleza física.
En lo que al segundo volumen de la colección respecta, 300 Aforismos de Ricardo Nicolayevsky, se trata de una colección con una carga sustanciosa de ironía, desafío, poesía y erotismo. La escritura de Nicolayevsky, conforme se despliega en cada uno de sus relieves aforísticos, se mantiene en un mismo grado de concisión. Cada despliegue es rotundo, independientemente del tema abordado. Sea de amor, sobre el cuerpo, de historia o poesía, la sentencia es ocurrente y nutrida. En el caso de Juan Carlos Bautista y su libro Aluvión de pensamientos inútiles y sublimes, el asunto varía. Se trata de una serie de apartados provistos de unidad narrativa, con todo y que cada apartado está fragmentado. Uno de los principales temas presentes en el libro es el de la transformación. Al igual que el tópico del desamor o el vínculo infernal, el tema de la transformación es clásico, sobre todo en obras novelísticas universales. El discurso en este caso es de orden reflexivo. Pero dada su procedencia literaria, deriva en una poética de los temas abordados, y la transformación es contemplada en su sentido estético por encima de todo.
Los libros de la colección Quaderna, pese a tener cabida por igual en la literatura fragmentaria, son muy distintos entre sí. Uno se compone de extractos de obras clásicas, en combinación con máximas y demás afirmaciones breves, de un auténtico dandi europeo; otro libro, de aforismos de un creador contemporáneo y mexicano, donde toda posible unidad temática no llega a cristalizarse en un entramado narrativo. El tercer volumen (cuyo autor también es mexicano), en cambio, conjuga el arte de la fragmentación con el de la implicación dramática. En fin, resultan ser tres libros que en este caso se mencionan en plan de recomendación.
Espejos de bolsillo, de Oscar Wilde; 300 Aforismos, de Ricardo Nicolayevsky, y Aluvión de pensamientos inútiles y sublimes, de Juan Carlos Bautista. Quimera Ediciones, México, 2009 y 2010.