In nominis Patris / Miguel Fuentes Granados

Nota del periódico:

«Siempre escucho que nunca hago nada bien »
[se confiesa el hijo del boxeador].
Lo abruman dos gigantes: la sombra de su padre
y su indisciplina, lo que ha redundado
en tropiezos importantes en su carrera.

 

1

Todo comienza con un nombre: el tuyo.
Padre, no puedo escribir versos
tan buenos como tú.
Aunque la gente diga que nos parecemos,
que soy tu viva imagen.
Aunque en mi carnet de identidad
conste que mi segundo nombre
es igual al tuyo.
No puedo.
Aunque sienta que las palabras
que me heredaste
corren por mis venas.
No puedo.

 

Tal vez soy un hombre más triste que tú.
Tal vez la tristeza en ti florecía en hondas metáforas
que te hacían sacudirte como un frondoso árbol
capaz de encarar al viento;
en cambio en mí
la tristeza florece o se seca en forma de silencio.

 

Tu nombre es una sombra que pesa en mis ramas.
Tu nombre es un parásito que carcome mis hojas.

 

Padre: yo no puedo escribir versos tan buenos como tú.
En mí las palabras no son animales heridos, no lo son,
a lo mucho puede que sean balbuceos, tal vez un grito.
Nada que llame la atención.
A diferencia de ti, soy un árbol que caerá sin hacer ruido.

Todo el día he comido el aire
Tomás Segovia

 

2

Hay padres que heredan a sus hijos un oficio;
les enseñan a partir piedra
o a moldear el barro.
Hay otros que les heredan su nombre y nunca se imaginan
que les están colgando una piedra que crecerá con el paso de los años.
Un nombre puede dirigirte al vacío.
Un nombre puede ser el vacío.
Una herida que se pudre lentamente.
Un nombre: fuego que asciende,
oberturas, insectos en el interior de un árbol triste.

Hay padres que les heredan un animal a sus hijos.
Un nombre puede llegar a ser un animal que te muerde
cada vez que alguien dice: «No es tan bueno como su padre » .

Comparte este texto: