Imaginar el espacio seguro: la política de la pornografía queer, feminista y lésbica (fragmento)
A principios de septiembre de 2009, la colección sueca de porno feminista Dirty Diaries: doce cortos de porno feminista (Mia Engberg, 2009) se estrena en el recién renovado nuevo cine Bio Rio, en Estocolmo. Con el apoyo financiero del Instituto Sueco de Cinematografía, la cineasta Mia Engberg invitó a un grupo de artistas, cineastas y activistas a hacer sus propios cortos que interpreten el concepto de la pornografía feminista, utilizando cámaras de teléfono celular. Los doce filmes difieren, todos, en longitud, estilo y contenido. En esta première de gala están presentes cineastas y artistas, sus amigos y algo de prensa. Es una noche lluviosa y la gente se acumula, apretada bajo el pequeño techo afuera del cine, mientras llega y cuando sale a fumar. Adentro hay una multitud. La gente socializa con champaña. Hay un tenso sentimiento de anticipación. La gente está a punto de verse a sí misma, o a sus amigos, en situaciones sexuales en la pantalla grande. Yo misma estoy tan emocionada como nerviosa. Hice uno de los cortos de la colección, Phone Fuck, y llego junto con una de las actrices de mi filme, Helena Lindblom. Cuando inicia el filme, dentro del cine, la atmósfera se vuelve cálida, alegre, llena de apoyo. Hay aplausos después de cada filme, y muchas risas durante la proyección de 104 minutos. Hay una sensación de alivio. El filme, finalmente, está allá afuera.
De hecho, de cierta forma, ya ha estado afuera a lo largo de varias semanas: en artículos, columnas, blogs, en radio y televisión. Por unas cuantas semanas más, Dirty Diaries seguirá siendo mencionado comúnmente en los medios suecos. Un artículo sobre el proyecto en el sitio web del diario Dagen Nyheter resultará ser el segundo artículo más leído de 2009, solamente superado por un artículo sobre la muerte de Michael Jackson. Esta recepción discute la posibilidad de combinar las nociones del feminismo y la pornografía, la definición del concepto de pornografía feminista, y cómo esta forma de pornografía patrocinada por el Estado difiere o se relaciona con la plétora de diferentes imágenes sexuales, amateurs y profesionales, que ya están públicamente disponibles en internet. Dirty Diaries también gana atención internacional a través de la agencia de noticias afp, y esto culmina cuando Conan O’Brien hace un comentario de broma y luego una presentación sobre el porno sueco patrocinado por el Estado, en su programa The Tonight Show. Esto da pie a que la directora del Instituto Sueco de Cine, Cissi Elwin Frenkel, escriba una carta a la ministra de cultura de Suecia, Eva Adelsohn Liljeroth, justificando su elección de apoyar el proyecto. Después de su lanzamiento, Dirty Diaries pronto se vuelve uno de los dvd más vendidos de la compañía distribuidora, Njuitafilms. Los derechos de distribución son vendidos a doce países, y el filme tiene lanzamientos en cines en Finlandia y Francia. El filme, y los cortos individuales, circulan ampliamente en festivales internacionales de cortos, festivales de cine lgbtq, festivales de cine erótico y porno, y varios festivales, exhibiciones y convenciones alternativas.
Dirty Diaries es un ejemplo de una actual ola transnacional de interés en la pornografía como vehículo vital potencial para la lucha de los grupos activistas queer, feministas y lésbicos en busca del empoderamiento (empowerment) cultural, sexual y político. A partir de mediados de la década de 2000 ha habido una producción vibrante y extensa de filmes de directoras como Shine Louis Houston, Madison Young y Courtney Trouble en Estados Unidos; Emilie Jouvet, en Francia, y Anna Span y Petra Joy, en Reino Unido. Esta ola activista de interés en la pornografía también consiste en colectivos de producción y redes como Girls Who Like Porno (2003-2007) en España y PostPorn (2006-2008) en Suecia, los recientes lanzamientos del PostPornPoliticsSymposium, que tuvo lugar en Berlín en 2006, y eventos anuales como Rated Xen Ámsterdam (2007), los premios de Porno Feminista en Toronto (2006), el Festival de Cine Erótico Independiente Good Vibrations en San Francisco (2005) y el Pornfilmfestival Berlin (2006) con sus sucesores en Atenas (2007) y París (2008). Además, también existe gran participación de activistas queer, feministas y lésbicas en la pornografía presente en línea en sitios web, como la serie The Crash Pad (2007) y Queer Porn tv (2010). Esta ola transnacional de interés incluye un amplio rango de producciones, discusiones y articulaciones de nociones y categorías como el porno queer, porno feminista, erótica femenina, erótica lésbica, dyke porn, sex ed, porno independiente y porno alternativo. También se intersecta con discusiones sobre las nuevas tecnologías de medios, la pornografía amateur y la proliferación de discursos y representaciones sexuales a través de la esfera pública como tal, diagnosticados como la sexualización de la cultura occidental […].
Feminismo y / vs. pornografía
Cuando Dirty Diaries se estrenó, varios críticos que comentaban el proyecto tomaron como punto de inicio el cuestionamiento retórico de la posibilidad, si acaso existiera, de combinar feminismo y pornografía. Por ejemplo, Camilla Carnmo escribió en una reseña en la sección de cultura del periódico Smålandposten:
Pornografía feminista. ¿No es esto una paradoja? Las feministas han luchado contra la pornografía, contra las imágenes humillantes de mujeres y las condiciones inferiores de producción, desde los años sesenta. Pero luego llegaron los noventa y tanto los queer como los feministas se convirtieron en trabajadores sexuales, y los trabajadores sexuales se volvieron feministas, y la discusión se volvió más complicada. Y ahora estamos en 2009, y el Instituto Sueco de Cine ha otorgado fondos a la producción de Dirty Diaries.
Unas cuantas voces feministas rechazaron la posibilidad de la pornografía feminista. Por ejemplo, Kajsa Ekis Ekman relacionó Dirty Diaries con una tendencia en la izquierda y el pensamiento queer, tratando de interpretar la injusticia y el statu quo como algo subversivo. La directora de teatro sueca Suzanne Osten, miembro del influyente grupo de redes feministas de los años setenta Grupp 8, también cuestionó la posibilidad de renovar la pornografía como género. Fuera de estos ejemplos, Dirty Diaries no ha enfrentado la resistencia feminista sustancial, característica de debates anteriores sobre el porno. La investigación histórica sobre el discurso del porno feminista sueco resalta que la mayoría de estos debates han sido dominados por actitudes antiporno. Durante la década de 2000, esta crítica se ha modificado a través de las nociones del feminismo queer, el nuevo feminismo nórdico y el feminismo de la tercera ola. A finales de los años noventa, cuestionamientos sobre la naturaleza potencialmente liberadora de la pornografía se volvieron parte del debate público sueco, a través de artículos de escritoras como Petra Östergren, que desde entonces ha tenido un rol central en las discusiones sobre la prostitución y la pornografía en Suecia. La producción y recepción del primer filme pornográfico feminista de Mia Engberg, Selma & Sofie, de 2002, de manera similar sugirió un cambio en el marco de discusión de la pornografía como una herramienta de empoderamiento, y no sólo de opresión. El corto Selma & Sofie, que, justo como Dirty Diaries, recibió fondos de producción del Instituto Sueco de Cine, presenta a una joven que tiene fantasías y finalmente sexo con su maestra de natación. Después de que la cinta tuvo su lanzamiento en cines en febrero de 2002, Mia Engberg se sorprendió con su recepción positiva en los contextos feministas.
Unos cuantos años antes, un intenso debate había seguido la transmisión televisiva del documental antiporno Shocking Truth (Alexa Wolf) en febrero de 2000, un filme que fue mostrado en el Parlamento Sueco y que motivó a la entonces secretaria de Cultura, Marita Ulvskog, a considerar un fortalecimiento de la censura. El filme atacaba la pornografía que se mostraba en la televisión de cable comercial en Suecia, y afirmaba que las mujeres eran drogadas para abusar de ellas en estos filmes. En la antología Shocking Lies, un número de escritores reaccionaron al filme en lo que percibieron era un discurso mediático sesgado acerca de la pornografía en Suecia en ese momento. Shocking Truth, y su impacto en el Parlamento Sueco, puede ser visto como un ejemplo de lo que Don Kulick discute como «la forma hegemónica del feminismo de Estado» en Suecia, refiriéndose al movimiento a posiciones de poder de mujeres que estuvieron previamente activas, en los años setenta, en organizaciones feministas opuestas al liberalismo sexual. Kulick comenta acerca de cómo las feministas antiporno, como Sheila Jeffreys y Janice Raymond, han sido invitadas regularmente a dar pláticas en el Parlamento Sueco. Sin embargo, en su investigación sobre el feminismo lésbico sueco, Hanna Hallgren resalta que la posición antiporno también había sido cuestionada en discusiones sobre la pornografía en los años ochenta, influidas por la Guerra Sexual, en curso en los Estados Unidos. Las discusiones respectivas de Kulick y Hallgren dirigen la atención a cómo el debate sobre el porno feminista en Suecia se había moldeado en diálogo con el feminismo norteamericano. El caso de Dirty Diaries invoca la historia de un contexto feminista sueco específico y del discurso sobre la pornografía, y también una historia de la censura, tanto como la historia transnacional del debate feminista sobre la pornografía y la sexualidad. Esta disertación examina Dirty Diaries como un ejemplo de cómo esta comunidad interpretativa es moldeada por dicho diálogo transnacional y por la circulación de personas, filmes, discursos y prácticas.
Se ha reconocido que la lucha antiporno en el feminismo tanto de Estados Unidos como en el sueco evolucionó desde la decepción de la liberación sexual, y una percepción de que dicha liberación, incluyendo la legalización de la pornografía, beneficiaba sólo a los hombres. Esta crítica se dirigía también a la representación sexualizada del género en la publicidad, la televisión, las revistas y, por supuesto, el cine. Durante la segunda mitad de los años setenta, la pornografía fue enfocada como epítome de la violencia masculina contra las mujeres y la noción degradante de la mujer como un objeto pasivo del deseo masculino. El movimiento antiporno problematizaba el rol de la pornografía en reproducir e implicar en sus audiencias las relaciones de poder de género, y nociones del hombre como sujeto y agresor y de la mujer como un objeto sumiso, receptor del deseo masculino. La crítica antiporno se interrelacionaba con lo que se llamó feminismo cultural, en el que los cuerpos, la sexualidad y la cultura de las mujeres fueron revaluados como radicalmente diferentes de los modelos masculinos del sexo genital, penetrativo. Dichas conceptualizaciones de la sexualidad femenina como cariñosa y no violenta chocaba con las prácticas sexuales lésbicas que involucraban penetración con dildos, los roles butch/femme y el sadomasoquismo (bdsm), en las que se involucraba, por ejemplo, el grupo de activistas Samois, basado en San Francisco. Las diferentes actitudes con respecto a la sexualidad y la pornografía en los movimientos femeninos norteamericanos se habían vuelto más acentuadas hacia el fin de los años setenta, y resultaron en los intensos debates que llegaron a ser llamados la Guerra Sexual. La Guerra Sexual se ejemplifica usualmente en la conferencia «Hacia una política de la sexualidad» en Barnard College, en 1982, donde las feministas antiporno acusaron a los organizadores de la conferencia de promover una sexualidad antifeminista.
Alrededor de la misma época, la actriz porno Candida Royalle y un grupo de actrices porno famosas comenzaron a producir sus propios filmes a través de la compañía Femme Productions, y un grupo de activistas sexuales radicales lesbianas comenzaron la revista porno On Our Backs, que seguiría con el lanzamiento de la compañía de producción de video Fatale Media. On Our Backs y Fatale Media representaban prácticas sexuales lésbicas consideradas antifeministas y patriarcales en el discurso antiporno, tales como el bdsm, el juego de roles butch/femme y la penetración con dildos. El movimiento de radicales sexuales y la pornografía lésbica se interrelacionaron con el activismo queer, cuando éste emergió como una reacción a la crisis del sida, la homofobia, y las tendencias asimilacionistas en los movimientos gay y lésbicos. En su recuento de la Guerra Sexual, basado en su propio involucramiento en el radicalismo sexual durante este periodo, Lisa Duggan y Nan D. Hunter debaten que, durante la guerra del porno, muchas lesbianas que se sentían alienadas por los discursos homogenizantes, blancos, clasemedieros, antihombres gay, antisexuales de las feministas lesbianas, rehusaron la etiqueta «lesbiana» y adoptaron la palabra queer como una marca de la separación de dicha política, una marca de disidencia por principio. La investigación acerca de la nueva categoría emergente de pornografía lésbica en los años ochenta y noventa hizo énfasis en su potencial de afirmar, reconocer y mejorar la visibilidad de la identidad, sexualidad y subcultura lésbica. La pornografía lésbica es discutida tanto en oposición con otras representaciones pornográficas de las lesbianas y las mujeres. En esta vena, Nan Kinney, la fundadora de la compañía Fatale Media, afirma: «Quiero que la gente tenga otras imágenes de ellos mismos, una forma de escapar de las imágenes engranadas en el porno convencional». Haciendo eco de este objetivo, Mia Engberg pregunta en el folleto que acompaña la caja del dvd de Dirty Diaries:«¿Cómo liberamos nuestras propias fantasías sexuales de las imágenes comerciales que vemos cada día, que se entierran en nuestro subconsciente?». Dirty Diaries, así como la recepción del filme, activa esta compleja historia de continuos debates sobre el feminismo y la pornografía, y levanta cuestionamientos sobre las estrategias políticas y estéticas exploradas en esta cultura cinematográfica.
¿Qué es la pornografía queer, feminista y lésbica?
Además de reactivar el asunto del feminismo y la pornografía como sujetos de intenso debate, Dirty Diaries, y su recepción, trajo al tema cuestionamientos sobre lo que es la pornografía queer, feminista y lésbica. Los críticos tenían sus propias expectativas, definiciones e ideas diferentes. Linda Fagerström escribió en una reseña en Helsingborgs Dagblad que el potencial subversivo de Dirty Diaries radica en los filmes que explícitamente desafían y se burlan del patriarcado. Elin Sandberg, en el diario en línea Tidningen Kulturen,discute que el filme refuerza la noción del feminismo como algo «crudo y sexualmente extraño». Nasim Aghili, en la revista feminista queer ful, expresa decepción de que no haya más análisis y estrategia política. En una columna en el tabloide Aftonbladet, Annika Marklund criticó la falta misma de una definición clara. Otros preguntan si los filmes realmente califican como pornografía, en el sentido de «película masturbatoria», como lo pone Carnmo en Smålandsposten. Encontró que los filmes eran excitantes, primariamente, a «nivel intelectual».
Todas estas observaciones invocan las largas discusiones sobre la práctica cinematográfica feminista, así como su relación con el concepto de la pornografía, con la excitación y el placer como objetivo. Desde los años setenta, los investigadores del cine feminista han planteado cuestionamientos sobre lo que debería constituir la práctica cinematográfica feminista, y se han sugerido muchas estrategias y nociones, incluyendo nociones como el cine de mujeres, el contracine y el cine deconstructivo. En paralelo y en diálogo con estas discusiones, las mujeres cineastas han desarrollado un vasto repertorio de estrategias estéticas. Como discute Alison Butler en su resumen de los debates alrededor del concepto del cine de mujeres, no es posible hablar acerca de una sola práctica del cine feminista, sino que «las mujeres producen trabajos feministas en una amplia variedad de formas y estilos». La diversidad estética de Dirty Diaries y la recepción del filme reactivan estas discusiones acerca de la práctica del cine feminista. Esta disertación discute Dirty Diaries, un ejemplo de la cultura actual de la pornografía queer, feminista y lésbica, como una respuesta al legado de estas discusiones. Los diferentes cortos en la colección invocan, en palabras de Butler, «una amplia variedad de formas y estilos» documentales, narrativos, educativos y experimentales. En su introducción del proyecto en el folleto del dvd de Dirty Diaries, Mia Engberg también pregunta retóricamente qué es la pornografía feminista y responde: «Todas las cineastas del proyecto tienen su propia interpretación del concepto de pornografía feminista, y como tales han elegido diferentes formas de expresarlo. Me hace sentir orgullosa ver el rango de la inventiva y la diversidad entre los filmes». Dirty Diaries es un reflejo de la heterogeneidad de la cultura cinematográfica de la pornografía queer, feminista y lésbica. Las estrategias visuales en esta cultura cinematográfica incluyen, por ejemplo, tanto el énfasis como el rechazo de la muestra de genitales y orgasmos. Por consiguiente, como pornografía se relaciona con lo convencional del porno en diferentes maneras. La disertación discute que la heterogeneidad de la pornografía queer, feminista y lésbica amplía el legado de la crítica y práctica de cine feministas, mientras éstas se entretejen con las profundas discusiones y debates sobre la sexualidad y la pornografía desde el movimiento feminista de la segunda ola. De acuerdo con Teresa de Lauretis, la pornografía queer, feminista y lésbica se discute como una producción caracterizada por una tensión entre la afirmación y la crítica, constitutiva del movimiento femenino y el cine como tal. Se deriva de los legados tanto de la crítica cultural feminista, no sólo de la pornografía, y los desafíos sexuales radicales al antiporno y el feminismo cultural. La heterogeneidad que se levanta de esta tensión entre afirmación y crítica también se articula en la llamada para participantes del primer sitio web de Dirty Diaries:
Dirty Diaries es un proyecto en el que las mujeres hacen sus propios cortos eróticos. Su propósito es hacer erótica feminista y queer como una alternativa al porno convencional. Creemos que es posible hacer cine sexy con una perspectiva femenina y alta calidad artística. La necesidad de cambio nos une, pero cada corto de Dirty Diaries es único. Habrá sexo convencional y hardcore, amor lésbico, amor trans, y cogidas tal cual. Poesía y suciedad, y hasta animaciones. Hacemos filmes que emergen de nuestra propia sexualidad y creatividad. Las reglas son simples; no se debe hacer daño a nadie y todo mundo debe ser mayor de dieciocho años. Fuera de eso, son libres de hacer exactamente lo que quieran. Los creadores son artistas, cineastas, amateur, activistas queer, heterosexuales, gays, trans, bi y una que otra reina que se identifica como mujer. La sexualidad es diversa.
La esfera pública sexualizada
Cuando se estrenó Dirty Diaries, en septiembre de 2009, la recepción giró principalmente alrededor del hecho de que el Instituto Sueco de Cine había apoyado el proyecto. Mientras que muchos críticos fueron positivos, algunos, como Beatrice Fredrikson, miembro de la organización juvenil del Partido Moderado, afirmaron que Dirty Diaries es «definitivamente algo que el Estado debería estar pagando.» De acuerdo con ella, «el feminismo ha ganado un estatus especial, y de alguna forma se le ha considerado merecedor del dinero de los impuestos del pueblo para financiar cualquier cosa, desde seminarios hasta pornografía». En un artículo del sitio de debate político Newsmill, Ester Martin Bergsmark, una de las directoras de la colección, argumenta que Dirty Diaries cumple, a un grado mucho mayor, la comisión del Instituto Sueco de Cine de apoyar filmes «de calidad […] que renueven la expresió cinematográfica» y que provoquen «crítica social, gracia, y fuerza visionaria». Algunos críticos interrogaron la necesidad misma de una pornografía específicamente etiquetada como «feminista», y la diferencia entre Dirty Diaries y otras pornografías contemporáneas, en particular la pornografía amateur en internet. En su columna en Aftonbladet, Annika Marklund afirmó irónicamente que «contrario a lo que la mayoría de la gente usa para masturbarse, esta pornografía es feminista». Continuó afirmando: «A través de los años más recientes, ha habido una extensa revolución amateur en internet. La pornografía se ha vuelto una especie de movimiento comunitario. Gente cachonda común y corriente se filma y comparte los filmes en la red. Gente cachonda común y corriente los ve».
En una entrada de blog, la crítica de cine Emma Gray Munthe advirtió que el apoyo del Instituto Sueco de Cine a Dirty Diaries corre el riesgo de reforzar nociones de género de sexualidad buena y mala, a menos de que se les otorgue la misma cantidad de dinero a hombres que produzcan pornografía alternativa.
Estos ejemplos de nuevo invocan tanto un contexto sueco específico de producción de cine y un debate y discusión feminista de género, lo queer, cine, medios y estudios culturales sobre la sexualización de la esfera pública. Los comentarios invocan la discusión crítica de Kulick sobre el feminismo de Estado en Suecia, y la construcción de la noción de una sexualidad buena, natural, saludable y nacional, a través de la denuncia y el rechazo de sexualidades malas, decadentes y perversas (como la prostitución). Lena Lennerhed demuestra cómo la vida sexual en Suecia desde los años cincuenta vino a ser definida como sensata, racional e iluminada, y como una preocupación social en la que el Estado debe intervenir. La noción del «sexo bueno» en Suecia se interrelaciona con el pecado sueco, como emergió en los años cincuenta y vino a significar la libertad sexual percibida en Suecia, y relacionada con la educación sexual obligatoria en las escuelas suecas, así como los filmes sexualmente cargados de directores como Ingmar Bergman, Mai Zetterling y Vilgot Sjöman, pero también de directores de soft porn y educación sexual como Torgny Wickman y Mac Ahlberg. Estos filmes extendieron los límites de lo que podía ser representado en pantalla, e influyeron los debates que llevaron a la legalización de la pornografía en 1971. Mariah Larsson muestra cómo un concepto de pornografía buena y de calidad formó parte de los debates legislativos, y cómo esta noción estaba atada a las nociones de la sexualidad femenina. Larsson relaciona el reciente interés en la pornografía «post», «feminista» y de «comercio justo» (fair trade) con esta historia, resaltando cómo estas discusiones también movilizan las nociones de género de que la sexualidad de las mujeres es estética y moralmente superior.
Todas estas discusiones plantean preguntas sobre las implicaciones de la pornografía queer, feminista y lésbica, en su circulación y en su relación con la esfera pública sexualizada. Brian McNair’s entiende la sexualización como algo que forma parte de una «democratización del deseo» en curso, en la que la visibilidad de la sexualidad femenina, gay y lésbica en lo convencional contribuye a un desplazamiento de las normas que regulan la sexualidad, y donde se desenfocan las barreras entre lo privado y lo público, rompiendo jerarquías sexuales tradicionales. Sin embargo, la sexualización también ha sido discutida como una reacción en la que las normas conservadoras son restablecidas en la cara de supuestas elecciones libres y la individualización, y en la que la política feminista se reduce al derecho de pertenecer a una cultura de consumo. Feona Attwood resalta cómo el sexo en su condición presente se entiende más como estilo de vida, recreación y autoexpresión, en vez de reproducción o relación. Como tal, la sexualización también se «asocia con el ascenso del neoliberalismo en el que el individuo se vuelve una unidad autorregulada dentro de la sociedad», y con «un rechazo a la genuina política social». Dirty Diaries, especialmente a través de su amplia circulación entre diferentes contextos públicos suecos e internacionales, invoca este debate y abre preguntas acerca de cómo esta accesibilidad amplia moviliza diferentes nociones de género y sexualidad. Estas preguntas también se relacionan con una tensión entre las teorías queer y feministas, y el activismo entre las culturas sexuales gay y lésbicas. Mientras que las prácticas de sexo público, sexo arriesgado y promiscuidad de los hombres gay han sido enmarcadas como antisocialidad fundamental, agresión y autodestrucción de la sexualidad, las feministas lésbicas y queer han insistido en discutir asuntos de ética y seguridad. Se ha abierto la crítica en contra de la idealización de una sexualidad privilegiada, blanca, de clase media de los hombres gay, no restringida ni por género ni por sexualidad o clase. Imaginar el espacio seguro discute cómo la expansión pública y movilidad de la pornografía queer, feminista y lésbica rearticula estos debates.
Traducción del inglés de Héctor Ortiz Partida