Identidad, racismo y los gestos del cuerpo. La escritura polí­tica y espiritual de Gloria Anzaldúa

Andrea Reed-Leal

Andrea Reed-Leal (Puebla, 1992). Es autora de El río que no vemos. Crónicas de Tizapán (itam, 2017).

Encontré el libro de Gloria Anzaldúa cuando leí una nota al pie de un libro académico recientemente publicado sobre los símbolos de América. Encuentro nuevos títulos y autores por otros textos que los mencionan, de voz en voz o investigando los catálogos de las editoriales. Gloria Anzaldúa escribió cuentos para niños, artículos y libros como un proceso de sanación interna y reconocimiento de la construcción continua de su identidad. Su más reconocido —y controversial— libro fue Borderlands / La Frontera. The New Mestiza (1987), que trata sobre la definición cultural y psicológica de la frontera.

Desde los ochenta, Gloria utilizó la escritura para encontrarse y definirse en un contexto social y discursivo oficial estadounidense de marginación y exclusión racial. Sus trabajos académicos son menos conocidos y más cuestionados, pues en ellos propuso formas menos convencionales de realizar investigaciones académicas. Gloria percibió el racismo incluso en los sistemas de enseñanza, los cuales legitiman o excluyen ciertos saberes.

En las últimas semanas hemos sido testigos del racismo y la brutalidad del sistema penal y judicial de Estados Unidos. La muerte de George Floyd levantó a más de trescientas cincuenta ciudades estadounidenses en protesta. Se exige que el racismo desaparezca. Entre los grupos que se levantaron, vimos a los latinos, the brown people, recorrer las ciudades en solidaridad con la población afroamericana, pues ellos también han sufrido dentro de un sistema cultural nacionalista que oprime y silencia la diferencia. Me pareció pertinente recordar a una mujer que luchó contra ese sistema opresivo durante toda su carrera artística y literaria.

Título

Light in the Dark. Luz en lo oscuro. Rewriting identity, spirituality, reality (Duke University Press, 2015) fue la tesis de doctorado que Gloria no pudo terminar. Gloria Anzaldúa murió en 2004, a sus sesenta y dos años, de enfermedades crónicas causadas por la diabetes. AnaLouise Keating, profesora de Estudios Multiculturales y de Género en la Universidad de Mujeres de Texas y colega y amiga de Gloria, emprendió la enorme tarea de finalizar su obra a partir de notas, diarios, correos, dibujos y listas bibliográficas que tenía en su computadora y en libretas sueltas. Es un libro reconstruido por AnaLouise, respaldado por rastros que dejó Gloria y la confianza y la amistad que existió entre ellas.

Gloria

Gloria nació en Harlingen, Texas, a menos de cuarenta minutos de Reynosa, un pueblo fronterizo entre México y Estados Unidos. Fue académica, activista política chicana, lesbiana, feminista, escritora, artista y poeta. En sus cuentos y artículos narró la experiencia de crecer en la frontera y la forma en la que moldeó su identidad. Creció en un espacio entre mundos, donde se hablaban múltiples idiomas y se cruzaba la frontera de dos países de forma cotidiana —un paso entre una realidad y otra. A pesar de haber sido quinta o sexta generación de tejanos, su herencia indígena era muy fuerte y siempre reconoció sus historias y conocimientos. Los símbolos de su pasado mexicano eran aspectos reales de su vida cotidiana. Cuando era niña, Gloria experimentó el poder de las curanderas y de la medicina popular. Su mamagrande Ramoncita creía que una mujer había hechizado de amor a su hijo Rafa: «Esa mujer que había embrujado a mi tío tenía papeles, pero the town’s people always called her a mojada » . Fueron por una curandera a Las Flores, al otro lado de la frontera, quien «con té hecho de hierbas y hojas de eucalipto, frotó su cuerpo. This was a limpieza, she said. Then she took un huevo fresco, a fresh egg, and rubbed it over his body » . Su mamagrande le curaba sus malestares; los dolores menstruales, con tés de hojas de naranja.

Neocolonialismo

Gloria criticó el racismo de la sociedad y el Estado estadounidense. El neocolonialismo oprime a las culturas que no se acomodan dentro del consenso dominante y las toma como suyas para convertirlas en una herramienta de subordinación. Cualquier diferencia, ya sea por color de piel, clase social, estatus profesional, preferencia sexual y religión, no es aceptada. El neocolonialismo toma —literalmente «agarra » — los símbolos de las pequeñas naciones, como el arte y los artefactos indígenas, para convertirlos en productos de consumo, mercancías para las tiendas de museos y las galerías de arte. ¿Cómo encontrarse y definirse en este espacio? ¿Dónde se ubica el origen ? Gloria exploró en sus escritos su propia identidad y las heridas causadas por el sometimiento cultural.

Gloria creció frente a un discurso oficial que les ha exigido asimilación a las minorías, de ahí también las diferencias y antagonismos dentro de la comunidad latina, entre los que defendían sus raíces y los que las ignoraban para sobrevivir. Gloria proponía descolonizar la realidad a través del arte; para ello era necesario aceptar epistemologías negadas por una tradición académica europea. Cuando abandonó por primera vez el doctorado, lo hizo porque tanto los profesores como los administrativos no aceptaron que utilizara su espiritualidad y otras epistemologías para narrar la historia. El conocimiento, decía Gloria, emana también del cuerpo, los sueños y los sentidos y, sobre todo, del espíritu.

Escritura como herramienta de creación

El lenguaje es una herramienta subversiva. Una vía para perderse dentro de uno mismo y encontrarse. La escritura, para Gloria, era necesaria en su proceso de construcción y deconstrucción de identidad. Gloria hablaba español chicano, distinto al nuestro por su cosmovisión y límites simbólicos. Escribía en una mezcla de lenguas. Ese lenguaje me atraviesa como lectora, pues he profundizado la práctica de prender o apagar mis traducciones. Si leo en inglés, aparezco dentro de ese mundo; si el libro está en español fluyo con mayor naturalidad. Pero con la escritura de Gloria me enredo, confundo, tropiezo, regreso y vuelvo a leer. Comprendo que su lenguaje trasciende la literatura tradicional y, por lo tanto, los mundos simbólicos. En mi mente la acompaño en este lugar intermedio, compartido, entrelazado. Pues al final, como lo argumentó Paul Ricoeur en Tiempo y narración, en 1983, la lengua otorga ciertos significados y excluye otros, define paradigmas. La escritura de Gloria, entre el español y el inglés, entreteje cosmovisiones.

La escritura es una herramienta de sanación —proceso al que llamó «el imperativo Coyolxauhqui » (1). Desintegrada y fragmentada, reconstruye las partes de su cuerpo al liberar traumas y prejuicios autoimpuestos. A través de la reconstrucción de la realidad, podía mirarse a sí misma en sus dolores y confusiones y expresar sus heridas causadas por el racismo, el sexismo y el capitalismo de la sociedad estadounidense. Gloria propuso descolonizar la epistemología de los blancos y tomar en cuenta en la academia el conocimiento que proviene de otros lados, por ejemplo, de la imaginación, el espíritu y las dimensiones ontológicas. Al contar la historia a partir de su experiencia y como vía metodológica —lo que definió como «teoría de la autohistoria » —, cuestionó los discursos contados por la cultura dominante. Su investigación partía de un conocimiento espiritual y corporal, pues toda escritura proviene de adentro, de los impulsos más profundos. Al incluir otros saberes, fluyen otras formas de experimentar la realidad. Los abusos raciales y el colonialismo han provocado heridas culturales y espirituales; la sanación de enfermedades colectivas comienza por escuchar a los ancestros y aceptar los puentes interculturales.

Nepantla

El lugar de Nepantla, palabra del náhuatl que significa «lugar entre» o «en medio», es donde se encuentran y desconectan distintas culturas. Gloria definió este lugar para expresarse dentro de una cultura ajena y, a la vez, propia. En Nepantla se encuentran las contradicciones y paradojas: «It’s like el árbol de la vida which crosses all dimensionsthe sky, spiritual space, the earth, and the underworld. It’s also like el cenote, the Mayan well—un ombligo (an umbilical cord) connecting us to the earth and to concrete reality». Las nepantleras son personas que están siempre en medio, como ella: artistas, activistas espirituales, curanderas, personas que viajan de un lado al otro entre distintas realidades. Nepantla es el lugar de los latinos que se encuentran entre los dos mundos. Gloria percibía un quiebre identitario en la idea del «nos/otras» (pertenecer a unas y no a las otras). La frontera en el «nosotras» establece una relación de subordinación y dominación: nos/otras. La rajadura es como el muro de Estados Unidos, tanto el físico como el cultural, que busca separar comunidades. Las nepantleras luchan en este lugar desorientadas, no se ajustan a las definiciones impuestas de género, clase, orientación sexual y conocimiento espiritual. Son mujeres con las heridas abiertas y a la intemperie. A partir de cuestionar las etiquetas impuestas (sobre sexo, género, cultura), crean nuevas realidades. El cuerpo —es decir, la escritura— es un mapa para encontrarse y definirse en la multiplicidad de geografías (nacionalidades, lenguas e identidades).

Transformación

La transformación inicia en la aceptación de una nueva conciencia mestiza, de permitir en el lugar de Nepantla la fragmentación, la desorientación y el quiebre —como Coyolxauhqui desmembrada. Diferentes sistemas de creencias se entrelazan, pero dejan de ser suficientes para autodefinirse. Gloria se describía en términos espirituales globales y creía que muy pronto el mundo se transformaría. El cambio de conciencia sería en 2012 (según el calendario azteca), sin embargo, sentiría desamparo —como muchos de nosotros— al ver que en pleno 2020 aún avasallan, tanto en México como en Estados Unidos, la discriminación y la violencia racial. Gloria Anzaldúa fue pionera en la literatura sobre las experiencias de migrantes y minorías latinas en Estados Unidos. Su escritura entrelaza múltiples culturas y lenguas y nos permite comprender un poco más la realidad de millones de hermanos y hermanas migrantes que viven del otro lado de la frontera

(1) Según la mitología azteca, Coyolxauhqui se alió con sus hermanos para asesinar a su madre, Coatlicue («falda de serpiente»). Huitzilopochtli salió del vientre de su madre y la decapitó en el monte Coatépetl. Sus partes rodaron por la montaña. El mito azteca se ha interpretado como la lucha entre dos clanes, el del Sol y el de la Luna. Coyolxauhqui (diosa de la Luna) representa a un grupo opositor de los mexicas. El desmembramiento de su cuerpo es una metáfora de la «disyunción del tiempo y el espacio evidente en el constante movimiento de los cuerpos celestes». Cfr. Susan Milbrath, «Decapitated Lunar Goddesses in Aztec Art, Myth, and Ritual» , Ancient Mesoamerica, núm. 8, 1997, p. 186.

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