CATEGORÍA LUVINARIA
Licenciatura en Letras Hispánicas, CUSur
Tengo derecho a hablar de mí
Julián Herbert
Yo tenía una sonrisa de piano esquizofrénico y trabajaba en un hotel de la noche a la mañana donde atendía gringos solitarios que sonaban pendejos hablando en español cuando pedían que limpiara el piso. Por aquellos tiempos aspiré el invierno de un solo golpe y me sentí un pequeño dios en Zapotlán el Grande hasta caer como rayo de pobreza en el océano inflacionario. Por aquellos tiempos brincaba como duende en lo alto del cerro buscando hongos mientras imaginaba mis primeros libros y tomaba fotografías de paisajes inenarrables con la cámara de un celular roto. Fui el guajolote borracho en la boda de mi hermana y me agarraron de las alas para aventarme al centro de la fiesta. Hice el amor con un par de mujeres y con una el amor nos hizo. A todas las abandoné y todas me abandonaron. Nunca pude agitar ninguna bandera la más remota idea de patria me resultaba asquerosa por su aroma abstracto. Mi país era un pozole de carne humana mi país es un pozole de carne humana. Ahora soy poeta y provengo de una generación acostumbrada a las matanzas. Ahora soy padre y provengo de una generación en la que nadie quiere tener hijos. Durante el día mi sonrisa de piano esquizofrénico se cierra sutilmente le cambio los pañales al mundo juego bailo canto hago voces líricas de muñequitos compongo canciones infantiles ahuyento monstruos que quieren vivir abajo de la cama de Marbella y cuando llega la noche descubro el poema que se escribe a través de mí con una voz que no es de nadie. Todavía soy joven y ya aterricé un par de aeroplanos descompuestos ya me chuparon el alma un par de musas ya arrojé el cielo a la basura ya jugué piedra papel o flor y perdí. Tanto para decir que he desperdiciado el tiempo que en mi barba se ocultan duendes y que no tengo aspiraciones literarias porque ninguno de mis amigos talentosos con los que pongo toques caguamas y algunas otras cosas es jurado en ninguna parte. Cuando sea viejo espero ser menos descarado y hablar de temas trascendentales pero algo me dice que toda la vida tendré veintiséis años y un par de poemas sin terminar.