Algunos materiales pueden ser
peligrosos, el exceso de luz —por ejemplo—
puede provocar una ceguera temporal, o por
el contrario, puede inducir a un estado de
clarividencia, que si fuera el caso, también
es temporal. El efecto depende del objeto
que irradia el brillo y de la capacidad de respuesta
del otro. El otro eres tú. Tú cuando te alejas y
te observas extraño, tú cuando no reconoces tu
propio cuerpo y sus reacciones, tú cuando
pronuncias frases que te parecen ajenas, tú cuando
estás justo en el momento de caer al sueño y
te resistes, tú cuando eres golpeado por la luz
y por unos momentos te sientes la presa de un
animal salvaje, sensación que parece eterna,
pero que en realidad —como dije— es temporal
y si tienes suerte te abrirá una puerta.
Hice algunas lecturas tiempo atrás sobre el
cuerpo y el alma. ¿Son en verdad las necesidades
del cuerpo las del alma? A veces pienso que sí, que
hay una tremenda coordinación entre las partes.
Esos días funciono como una orquesta que
interpretara «Las cuatro estaciones». Me siento
como si fuera la ciudad de Cuernavaca —en donde
sólo he estado en dos ocasiones—, que sin duda
tiene el mejor clima del país. Pero
también debo decir que hay momentos en que las
partes no logran coordinarse. A veces amanezco con
el espíritu claro y dispuesto a cruzar el día haciendo
nuevas composiciones y resolviendo los más difíciles
acertijos, pero el cuerpo no me responde, y me siento
como un animalito lesionado, digamos una paloma con
su ala quebrada. Entonces tengo que guardar reposo y cerrar
los ojos y provocar algo así como un desdoblamiento,
una fuga para no estallar.