No sé mucho de Patrizia. Era amiga de mi hermana. Montaba a caballo, y eso la hacía interesante para nosotros. Para mi hermana y para mí, y después para Markus y para mí. Cuando empezamos a interesarnos por las chicas. A mi hermana también le hubiera gustado montar.
Patrizia tenía cabello largo y rubio, y cuando se lo sujetaba en un moño, Markus siempre decía que amaba a Patrizia. Siempre sólo cuando se sujetaba el cabello. Entonces de verdad decía: «Amo a Patrizia cuando se sujeta el cabello. Quiero verla montar». Pero sólo yo la vi montar, una vez, cuando acompañé a mi hermana a recoger a Patrizia en la caballeriza. Ya no sé por qué fui con mi hermana, hace mucho que habíamos dejado de hacer cosas juntos. Como sea, también a mí me pareció que Patrizia así se veía muy bonita, me gustó cómo trataba al caballo, como una adulta. Cuando se lo conté a Markus, le dio envidia.
Años después, Markus decía que amaba a Patrizia con locura. «La amo con locura», decía, «ya no puedo vivir sin ella.» Entonces tendríamos quizá unos 18 años. Yo estaba haciendo una carrera corta de fotografía y Markus iba a la preparatoria. Patrizia era peluquera, había terminado de estudiar su oficio y ya ganaba dinero.
En las vacaciones de verano me fui con Markus al sur de Francia. Nos quedamos en un lugar para acampar. Una noche Markus me habló de Friedrich Nietzsche. Estábamos sentados en una discoteca y Markus gritaba y tenía que repetirlo todo dos veces porque yo no lo entendía. E incluso de aquello que entendía, no comprendí la mayor parte. Esa noche me enamoré de una mujer. Bailamos juntos y a veces volteaba yo a ver a Markus, quien estaba sentado en la barra y se emborrachaba y quizá pensaba en Friedrich Nietzsche o en Patrizia, porque tenía una cara muy seria.
La mujer de la que me había enamorado era francesa y se llamaba Sandrine. Nos besamos al bailar y yo la estrechaba contra mí. Cuando regresamos a la barra, Markus estaba tan borracho que tuve que acompañarlo a la tienda de campaña. En el camino volvió el estómago dos veces, y cuando más tarde regresé solo a la discoteca, Sandrine ya no estaba, aunque había prometido que me iba a esperar.
Markus habló de Patrizia durante todas las vacaciones. Decía que no le importaba que fuera inculta, lo importante era la educación del corazón, y no si alguien conocía o había leído a Friedrich Nietzsche. De todos modos, el conocimiento ya estaba muerto, y le gustaría mucho más trabajar con las manos que atiborrarse en una escuela muerta con el conocimiento muerto de hombres muertos hacía años. Decía que la vida de verdad no sucedía en las escuelas y universidades, sino en las peluquerías, los almacenes, los burdeles. Markus sabía tan poco de los burdeles como yo, sólo una vez habíamos estado en un cine pornográfico, pero sonaba mejor decir que la vida sucedía en los burdeles que en los cines porno. Además, dijo Markus, Friedrich Nietzsche había muerto en un burdel.
Cuando regresamos de las vacaciones, Patrizia tenía novio. Mi hermana me lo contó. Yo no le dije nada a Markus. Pero él se enteró de alguna manera, creo que vigilaba a Patrizia, aunque nunca lo admitió, a pesar de que siempre hablábamos de todo. Markus dijo que Patrizia era una puta. Putas en ese entonces eran para él todas las mujeres que le gustaban y que no querían saber nada de él. Bastantes, pues.
Entonces debió de haber pasado algo. Como sea, mi hermana me contó poco después que Patrizia se había separado de su novio. Y desde entonces me preguntaba mucho acerca de Markus, y cuando yo le preguntaba por qué, evadía el tema. La próxima vez que vi a Patrizia, se había cortado muy corto su cabello rubio tan bonito.
Entonces, de repente, Markus ya no tuvo tiempo para mí. Decía que estaba en exámenes, pero no le creí. Sabía que nunca estudiaba para los exámenes, que no lo necesitaba. Y después, de repente, todo volvió a ser como antes, nos encontrábamos y hablábamos de mujeres, de las próximas vacaciones, de nuestro futuro y de Friedrich Nietzsche. Sólo cuando estábamos sentados de noche en algún restaurante y entraban mi hermana o Patrizia, sonreían, saludaban a Markus con un movimiento de cabeza y se portaban de forma rara. Cuando le preguntaba a Markus qué significaba aquello, él decía, nada.
Un día mi maestro de fotografía y yo tomamos fotos de peinados en el salón de belleza en el que trabajaba Patrizia. Fue muy amable conmigo y con mi maestro, nos hizo café y platicaba con nosotros cuando no tenía clientes. Una vez mi maestro me mandó a que trajera rollos nuevos. Cuando esa tarde regresamos al negocio, me dijo que Patrizia era una gata, y me preguntó si no me gustaba.
«Una verdadera gata», dijo.
Cuando algunos días después fui a entregar los carteles con los peinados, Patrizia me volvió a hacer café. Estaba sola en el salón y hablamos un poquito, y me interrogó acerca de Markus. Le pregunté por qué le interesaba, y me dijo que él le escribía cartas, cartas bonitas, pero que sólo las entendía en parte. Me preguntó quién era Friedrich Nietzsche, pero creo que mi respuesta fue bastante difusa y que no la satisfizo. Sólo cuando le dije que había muerto en un burdel aguzó los oídos.
A Patrizia le gustaron las fotos que había yo llevado, y le expliqué cómo las habíamos retocado, aclarado el fondo y acentuado el brillo de los cabellos. Ella dijo que ahora entendía por qué las modelos siempre se veían tan hermosas en las fotos. Le dije que podía hacer fotos de ella en las que se vería más hermosa que cualquier modelo, y ella se rio y caminó de un lado a otro del salón como si fuera una modelo.
Que si también podía hacer que se viera más delgada en la foto, preguntó, y yo dije que para eso se necesitaba una computadora, pero que ella ya era lo suficientemente delgada. Me preguntó si ya había hecho eso, modificar imágenes en una computadora. Respondí que sí, pero que nunca había hecho que alguien se viera más delgado, para eso le faltaba velocidad a la computadora de mi maestro. También dije que nunca había hecho fotos de desnudos, y Patrizia se rio y yo también. Dije que no podía preguntarle así nomás a alguna muchacha si se dejaría fotografiar desnuda.
«Yo nunca lo haría», dijo Patrizia, y ese fue el fin también de ese asunto.
En realidad mi oficio era más aburrido de lo que había imaginado en un principio. Una vez sí llegué a fotografiar a Patrizia, en el cumpleaños de mi hermana, cuando fuimos todos juntos al lago. Markus me preguntó si podría acompañarme. Mi hermana y Patrizia eran miembros de una organización juvenil cristiana, y la mayoría de los invitados eran también miembros de esa organización. En la tarde nadamos, y tomé fotos del lago y de los patos y del bosque hasta que finalmente me atreví a fotografiar a Patrizia. Llevaba puesto un bikini amarillo. Entonces, claro, todos los demás quisieron que los fotografiara también y tuve que hacer fotos grupales y desperdiciar mis rollos en eso.
En la noche encendieron una fogata y los demás cantaron canciones cristianas que Markus y yo no conocíamos. Markus enredó en una discusión sobre Dios a un chico que no se separaba de Patrizia. El chico era electricista. Era guapo y no perdió la calma cuando Markus empezó a hablar de Friedrich Nietzsche. Estoy seguro de que Markus estaba diciendo cosas muy inteligentes, pero como nadie lo entendía, no quedó muy bien al final de la discusión. Por lo menos Patrizia pareció compadecerse de él y, mientras que los demás hacía mucho que ya estaban cantando otra vez, ella dejó que Markus le explicara la diferencia entre el hombre y el superhombre.
Markus estuvo muy contento esa noche, y al día siguiente tuve que hacerle ampliaciones de las fotos de Patrizia, incluso de las fotos grupales donde sólo se veía muy chiquita junto a todos esos idiotas piadosos. Entonces finalmente me contó de las cartas que le escribía a Patrizia, y cuánto amaba a Patrizia y que a veces ella le escribía postales. Tuve que asegurarle cientos de veces que era una buena señal que ella le escribiera postales insulsas, que seguramente ella correspondía sus sentimientos y que probablemente estaba sólo esperando a que él diera el primer paso. Y después me puso mis fotos bajo la nariz y tuve que confirmarle que Patrizia era bellísima, a pesar de que se hubiera cortado el cabello.
Pasaron todavía varios años antes de que Markus tuviera su primera novia. Estudiaba Germanística, igual que él. Vivieron juntos algunos años, compartiendo departamento con otras personas. Me encontraba con ellos de vez en cuando, e íbamos juntos al cine. Cada vez que la chica iba al baño, Markus decía cuánto la amaba, y yo tenía que confirmarle lo hermosa que era. Decía que alguna vez tendría yo que fotografiarla, pero nunca se dio.
Todo eso pasó hace años. Cuando ocasionalmente hablo por teléfono con Markus, me cuenta de sus relaciones y me pregunta si tengo novia. Una vez le pregunté qué había sido de Patrizia. Me dijo que no lo sabía, y después dijo que en ese entonces la había amado hasta el exceso.
«Creí que no podría vivir sin ella», dijo, «pero después sí pude.»
De Der Lauf der Dinge (Fischer, 2014)
Traducción del alemán de Claudia Cabrera Luna