X Finalista Luvina Joven – cuento / Ojos rojos / Arath Velázquez

Ojos rojos
Arath Velázquez Rivera
Preparatoria 15

Día 65

Llevo 65 días dentro de este pedazo de metal, deambulo como una pequeña gota de agua en busca de un resquicio de luz exterior, floto y dejo que mi locura me guie a una ventana, al mirar me acerco un poco más a el único mundo al que podría regresar, observo y empiezo a recordar. A veces me pregunto si las personas que contribuyeron a construir esta nave, a apretar un tornillo o calcular la trayectoria, soñaran en la noche que están flotando aquí arriba junto conmigo, será esa contribución para ellos y ellas una forma de acercase a las estrellas, no lo sé, pero tengo que decir que cuando uno está aquí arriba, las distancias se vuelven inconmensurables, el universo se expande y entre un cuerpo y otro hay un infinito de oscuridad, necesitaría cien vidas para poder atravesarlo; necesitaría la vida de cada una de las personas que deambulan justo debajo mío, mortales como yo, con sus propias preocupaciones e inseguridades. Yo he logrado escapar del mundo y lo celebro aquí arriba solo, pero debajo hay humanos que viven su día a día mirando hacia las estrellas, desde lejos como se mira una pintura, a diferencia de ellos yo vivo la arquitectura.

Pienso en toda esa persona, personajes de mis recuerdos, es inevitable no cruzarme con ella. Después de haber viajado entre las conexiones de mis recuerdos, llego a algo que me dirige hacia aquel tiempo; enfrente de mí hay una puerta gigante, iluminada por una luz que no tiene procedencia, y me pregunto ¿dónde estará? ¿Qué estará pensando? Después de tanto tiempo de estudiar su conciencia, y aun después de haber viajado miles de kilómetros lejos de su paradero, mis ojos todavía sudan la necesidad de estar junto a ella. Mi corazón empieza a estremecer mi cuerpo, cierro los ojos y sobre mi respiración coloco un recuerdo, ahí está enfrente mío, miles de sentimientos empiezan a pasar justo delante de mi razón, pero es la locura la que no me deja detener el paso del tiempo; una locomotora se dirige hacia mí, y dentro de ella está la nefelibata ambigüedad de sus ojos y de su cuerpo, me detengo en frente de ello, si no me muevo me atravesara, sin titubeo veo al tiempo, y mi corazón se empieza a resquebrajar, segundo a segundo el tren está más cerca de alcanzarme. Abro los ojos con extrema precaución para no dañar aquel recuerdo, pero los colores de mi memoria empiezan a derretirse, es la vejez la que me aleja de aquella vida, aquella vida que empecé a recordar desde que tengo memoria, es la victoria del amor.

¿En dónde estará? ¿Estará mirando al cielo?, buscando una estrella para poder escapar de la burda rutina, dentro de un mundo lleno de pequeños ingenuos individuos, o estará mirando al horizonte sobre un tapete de arena, con los pies descalzos, escuchando a las olas coquetear con el aire, reflejando su rostro en el atardecer y preguntándose si ha valido la pena vivir ¿Ha valido la pena?

Todos los días aunque no lo quiera, despierto y en frente de la pequeña capa de vidrio que me separa del inmensurable espacio al que le soy indiferente, veo aquella burbuja azul y empiezo a recordar mi vida en la tierra, al final de tal melancólica rutina me encuentro con ella, con el inmarcesible amor que alguna vez nació de entre la duda y la libertad.

Día 15

Me pasa el brazo por los hombros y me ofrece uno de sus cigarrillos. Nos sentamos a fumar en silencio, mirando ambos hacia la distancia en direcciones distintas, pero no antagonistas. No hay necesidad de hablar, el calor de mi hermano es suficiente para arrullar mis recuerdos, aunque es cierto que me pregunto qué sucederá dentro de su mente, acaso estará recordando un momento antiguo donde yo soy un personaje principal, es posible, me voy en dos semanas y a esta altura la nostalgia ya está lista para nacer. Mi cigarro se extingue al igual que mi duda por la cognitiva ajena, pero la formulación nostálgica ya ha inundado mi sistema nervioso ¿Por qué me voy? ¿Dónde está ella?

Irrumpiendo el sonido de la suave brisa (banda sonora de mi vida) mi hermano pregunta -¿Tienes miedo?- aquel cuestionamiento me transporta a la habitación donde guardo mi corazón, y respondo -No tengo miedo de morir, la muerte no me espanta, tengo una obligación moral que me impide imaginarme un cohete en llamas. Aunque al final de aquellos días en los que nunca sucede nada, y por lo tanto lo extrañas todo, prendo un cigarro, me siento sobre el frío césped, y miro hacia el centro del oscuro cielo, es ahí cuando comprendo que para respirar necesito salir, tal vez escapar, descansar, reconocer mi condición sentimental, pero luego bajo la mirada, y el olor terrenal enciende mi locura, activa mi obsesión, empiezo a recordar el sueño que me contó, y lloro por haberla tenido en frente y no poder besarla; me doy cuenta, es lo que sucedió, pero no en mi cuerpo, solo en mis sueños (empiezo a llorar sobre la mirada de mi hermano) tal vez, el miedo más grande que tengo, es llegar a amarla tanto, que la angustia se apodere de mi verdad-.

Mi hermano me mira a los ojos como un padre ve a su hijo cuando nace y llora por primera vez, después de un compasivo instante, vuelve a mirar hacia la distancia, para resollar como respuesta a la universal angustia, prende otro cigarro, recuesta su espalda en la banca buscando un alivio emocional a través de una estimulación corporal, y me dice las palabras que confirman esta inevitable incongruencia debajo de las estrellas -A veces el corazón tiene razones que ni la razón entiende-.

Día 27

Envejezco de amor.

Aquí arriba el tiempo es diferente, ya he viajado incontables veces alrededor del planeta, presenciando cómo el ser humano se ha apropiado sin descarado de pedazos de tierra, es dopamínico pensar en que somos 8 mil millones de personas con sus propios sueños y ansiedades, dentro de un tiempo que nos empuja hacia delante desde antes de nacer, ahí nos encontramos con el amor, mismo que nos catapulta a una tierra perdida, intima. Las luces en la noche son las arterias de un mundo varado en su suerte, es la suerte de haber encontrado refugio sin haberlo pedido, quién diría que de entre tantas estrellas nos haya tocado nacer junto a esta.

Yo de pequeño nunca soñé con presenciar tan masiva realidad, llena de incongruencias impulsadas por la amnistía que le he otorgado a mis sentimientos, ¿Qué hubiera pasado si nunca hubiera estado ahí? Sí de entre las 8 mil millones de personas no la hubiera encontrado: este encuentro fortuito que poco a poco ha adquirido significado, solo existiría en la mentirosa noche. Vaya circunstancias en las que me encuentro, flotando sobre el hogar de mi vida, sin poder salir de esta cápsula que resguarda mi miedo, solo sé que entre la incertidumbre de mi sueños y esta nave, hay un infinito espacio al que no le importo.

Y yo envejezco, sin poder salir de esta cápsula e ir a buscarla, me invade la nostalgia futura de pensar que podría volver a encontrarla, al verla mis arrugas se apagarían como las arterias del planeta durante el día. Pero soy solo un soldado raso, acepte una misión y junto con ella los sueños de cientos de otras personas, mi nefelibata para ellos es solo un corto circuito en mi cerebro. Cada día la tierra se ve más pequeña, cada día me alejo más del lugar en donde viví  mis historias de amor; me preocupo por el pasado, pero prometí que viviría para el futuro, así que continuo siguiendo protocolos, esperando a que algún día este amor no envejezca como mi suerte.

 

Día 0

Estoy listo para partir, después de cinco años de entrenamiento mi cuerpo ha adquirido la masa de un nadador olímpico, he corrido tres maratones en lo que va del año y durante dos meses lo único que hacía por las noches era leer el manual de la nave, creo estar listo. Al inicio solo estaré yo dentro del “Polanski 23”,  tendré que encargarme únicamente de cosas esenciales, la computadora de esta nave se encarga de casi todos los procesos, yo solo tengo que esperar y reaccionar ante lo que acontezca; esperando mi turno me invade una sensación de inmensa libertad.

Es probable que no regrese, siempre lo ha sido, aun así lo que tengo atrás lo he transformado en esperanza, aunque algunas cosas todavía me duelen lo suficiente como para querer olvidar: El día que acepte esta misión mi vida estaba en reconstrucción, había concluido mi divorcio y la relación con mi hija empezaba a malearse, después de 10 años comprometido con la construcción de una sociedad o familia, llámela como quiera, me di cuenta que el tiempo une puntos sin importarle si estos resistirán el peso de una vida en ansiedad, me sentía encerrado con el compromiso de esa idea dulce, buscando de entre los resquicios de luz una respuesta, aunque es verdad que fue nuestra hija la que nos unió tan pronto, una creación de ella y mía; recuerdo sentarme en el escritorio y verla leer Instagram, perdona por todo el tiempo que no encontraste amor. El tiempo sugirió que mi vida dejaría de ser una aventura y se convertiría en una línea de montaje, esperando el siguiente golpe para adiestrar a nuestro dolor, pero no sabía si después de tanto esperar funcionaria, había perdido mi libertad. Después de cinco años he llegado a la conclusión de que me había enamorado de un corazón con los ojos clavados en el océano, nunca me amo como yo la ame, pero nunca dejo de preocuparse por mis lágrimas. Tal vez podré volver a amar si encuentro a alguien con la misma enfermedad de la libertad crónica que comparto con ella, pero quien me asegura que mi corazón y el suyo siempre tendrán la misma forma.

Entramos al elevador, estamos la directora en jefe, yo y otras dos personas cargando maletas, me gusta pensar que en ellas están todos mis recuerdos, que me las llevare y podré meter la mano dentro y sacar alguno qué me inunde de dopamina, pero la realidad es que dentro solo hay cables y tornillos. El motor del elevador empieza a enardecer un rugido que nos impulsa hacia el cielo, llegamos al último piso y las puertas se abren, enfrente mío un camarógrafo, una mujer sosteniendo la compuerta de acceso a la nave y un hombre vestido de traje con las manos clavadas en los bolsillo, mirándome con la fascinación que solamente le otorgas al éxito, empiezo a caminar y el tiempo se retuerce, la sonrisa del hombre no desaparece y la luz que sale de la cámara avanza como una bala a la sien, subo a la nave y la ingeniera me ayuda a abrochar los miles de cinturones que rodean mi cuerpo como a una momia, sostengo un volante que solo tendré que usar en caso de emergencia, cierran la compuerta y junto con ella el ruido desaparece, mi mente entra en un aturdido silencio, volteo hacia el frente donde esta una ventana panorámica, y observo como una nube pasa lentamente enfrente mío, se activa un micrófono y escucho a una voz emanar una pregunta -¿Estás listo?- contesto -¿Listo?- ahora la misma voz empieza a contar hacia atrás desde el número 20 con una imbatible seriedad que ofende a la adrenalina que envuelve a mi cuerpo, mientras el conteo se acerca cada vez más al cero, empiezo a repasar todas las cosas que hice en esta Tierra y que tal vez nunca volveré a hacer, me pregunto si será posible volver a encontrar una historia de amor allá arriba ¿cómo sería eso físicamente posible? no lo sé, solo sé que la memoria sobrevive a la gravedad 0. Tendré que respetar la forma de su amor, la forma de mi amor, -10…..9….8- No puedo seguir respirando este suave aire -7….6…5- guiarme con estos ojos rojos, fue la embriaguez la que me hizo creer que era para mí, -4…..3….2…. …..1- y es que siempre ha estado ahí, pero nunca hemos estado solos.

La nave despega y siento como todo su peso se apoya en mi pecho, la tierra me jala hacia atrás empujando desde las raíces de mi vida, pero este misil me quiere fuera, me impulsa en contra de la naturaleza hacia un espacio perdido en el tiempo, yo estoy en medio resistiendo la presión de estos dos entes incongruentes, la velocidad no cesa, recibo órdenes y las acato, al parecer todo está bien, no hay ningún botón rojo al que rendirle cuentas, empiezo a observar la curvatura de la tierra, poco a poco la luz se transforma y el negro consigue su victoria, la velocidad empieza a bajar hasta dejarme suspendido en el espacio, a través del auricular escucho a una multitud celebrar, aplaudir, gritar y besar, yo no puedo moverme, pero viendo al sol de frente sonrío, ahora solo queda trabajar y aprender a vivir lejos de su cuerpo pero cerca de su corazón. Gracias por haberme catapultado hasta acá, ojalá hubieras venido tú, conmigo, pero tú ya has encontrado un universo allá abajo en la tierra, es momento para mí encontrarlo acá arriba en las estrellas.
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