(León, Guanajuato, 1973). Su último libro es Escribir desde el incendio (E1 Ediciones, 2020).
Aunque sus universos de ficción parecen distintos, la violencia permea en sus tonalidades cuando se las lee; son asomos a veces crudos, otras veces sutiles con el caer de una frase. Hay azoro, la extrañeza de lo que vendrá, guiños distópicos, el convulso futuro que parece no asirse a ninguna norma.
Escrituras fragmentarias y libres de etiquetas que las llevaron a ser incluidas en la selección de Los mejores narradores jóvenes en español 2021, de la británica revista Granta.
De los veinticinco autores seleccionados, cuatro son mexicanos, un solo hombre (Mateo García Elizondo) y tres mujeres: Aura García-Junco (1988), Aniela Rodríguez (1992) y Andrea Chapela (1990) —una casualidad que el nombre de las tres comience con la primera letra del alfabeto—, que desde el primer semestre de 2021 portan este traje literario que ha provisto de mayor visibilidad la producción ficcional de cada una.
Las aristas, los puntos de quiebre en la selección de estas tres mujeres menores de treinta y cinco años, se develan en el volumen publicado tanto en español como en inglés, y que en los últimos meses ha estado en boca de la crítica, en ferias y encuentros.
«Lo que hemos leído y ahora compartimos con los lectores en estas páginas, constata que son en buena medida las mujeres las que están llevando las preocupaciones formales por nuevos derroteros. Las escritoras de este número son ambiciosas, experimentan, su escritura es indómita y desenfrenada, a veces escriben desde la rabia, la pasión, y sus narraciones tienen un enorme vigor y una envolvente fuerza. […] Buscamos obras de la imaginación escritas en español. Ficciones. Conciencias plasmadas en la página. Contadores de historias. Nada de ensayo, ni memorias, ni reportajes. Nada de selfies pasados por el Photoshop para hacerlos colar por ficción. Relatos que se distancian de lo meramente testimonial, del muy cansino uso y abuso de la primera persona, de las figuraciones del yo. Originalidad. Actitud. Sí, actitud. Escritores que escriben como si la vida les fuera en ello», escribe en su introducción la editora y coordinadora del volumen, Valerie Miles.
Las estatuas
Con un libro reciente en la mesa de novedades desde octubre pasado, El día que aprendí que no sé amar (Seix Barral), Aura García-Junco cuenta que el escrito que aparece en la selección de Granta es un extracto «casi redondo» de su segunda novela.
«Es una novela en la que llevo muchos años trabajando, desde 2017, y ya tenía este texto escrito y lo mandé pensando que era raro. Valerie me dijo que tendría que tener una especie de cierre, hacer un texto que se pudiera automantener».
La novela de la que habla la escritora, Mar de piedra (igual al título de Granta), está por publicarse —o quizás ya esté en las librerías cuando este texto se esté leyendo.
«Tiene como una especie de matiz fantástico, y lo que vamos a ver en la selección de Granta es que toda la avenida Madero está cubierta de estatuas y estas estatuas son personas que han desaparecido o que están catalogadas como desaparecidas, pero están dentro de la cosmogonía de este mundo».
Las desapariciones, la violencia de un sistema, las preguntas que se pierden en la inmensidad de la burocracia, son tópicos que la autora toma para ir dialogando y mutando la escritura.
«Obviamente, me interesa dialogar con las cosas de mi tiempo», enfatiza. «Me ha movido mucho lo de las desapariciones y la violencia en general […] quiero explorar de manera más sutil la violencia, me interesan los tejidos que llevan a la violencia desde lo micro».
Aura puede concebir también su literatura como una instalación artística, donde las disciplinas, los registros se contaminen.
«Me gusta la versatilidad de registros. A mí me gusta no mantenerme siempre en ese lenguaje elevado, sino explorar posibilidades del lenguaje; en un momento me interesaron las artes plásticas».
La también autora de Anticitera, artefacto dentado (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2019) se revela curiosa de las formas, las cosas viejas, lectora compulsiva que devora lo que escriben algunos de sus contemporáneos e interesada en aquello que, por ejemplo, ha escrito el serbio Goran Petrovic:
«Quiero hacer una literatura que se relaciona con los objetos, jugar con las formas. Un libro, además de algo que lees, es algo con lo que juegas en tus manos. Me llaman mucho la atención las cosas viejas en general, las medievales, las de principios del siglo xx».
Experimental y fragmentaria, la autora prueba ahora por primera vez en la escritura de guiones para series y está inmersa en un proyecto ensayístico sobre la figura paterna, algo que también tiene en común con otra de las seleccionadas.
Esa maldad de la gente de a pie
Es publicista de día y escritora de noche; así lo afirma Aniela Rodríguez, la más joven de las incluidas en Granta, cuyos tintes rulfianos en su poesía y narrativa la han consolidado con un tono muy particular entre las narradoras de su generación.
Reside en Ciudad de México, pero nació en Chihuahua, desde donde alzó la voz con el Premio Chihuahua de Literatura 2013 y el Nacional de Cuento Joven Comala en 2016, con El problema de los tres cuerpos (Minúscula, 2019).
La poesía, dice, permea toda su producción y aunque está al filo de cumplir los treinta años, su estilo se encuentra muy afianzado, bordeando los matices, hurgando en la psicología de los personajes.
«Con mi segundo libro me encontré mucho más cómoda, en la introspección psicológica. Me interesa mucho hablar sobre la maldad, la locura, la muerte, sobre todo los distintos tipos de violencia. Toda mi narrativa está influenciada por la poesía, hay un puente que creo que ya no se va a desdibujar tan fácil». Aniela habla de Insurgencia (2014), hasta ahora su único libro de poemas.
Confirma que está muy «metida» en el ensayo, en acercamientos al tema de la pérdida, y que no le gusta quedarse en un solo sitio, sino abrir los cajones por aquí y por allá.
«Pero la maldad que me interesa más es la maldad de la gente de a pie; no busco retratar el germen del mal o lo oscuro, lo demoniaco, creo que hay un ángulo donde todos nosotros, al sentirnos vulnerables, al sentirnos empujados por determinadas circunstancias, podemos ser llevados a zonas muy oscuras de nuestro inconsciente, y eso no tiene que ver con la clase social o el nivel moral. Me interesa reflejar esa zona de lo caótico que ya no podemos controlar, tienes que sucumbir o darle para adelante, como sea que venga.
El volumen de Granta incluye el cuento «Días de ruina», que inicia así:
No era ni la piel lechosa ni los ojos desorbitados de tu hijo lo que te precipitó, Carmelo, a la ribera del mar: un cuerpecito que apenas cabía en la cuna de tus brazos y que habías aprendido a querer como se quiere a una planta que ha pasado demasiado tiempo adornando nuestro jardín.
Es la historia de un pescador que pierde a su hijo y tiene que enfrentar ese dolor ante la mirada de una sociedad muy conservadora.
«Es un cuento muy doloroso, muy visceral, pero que habla mucho sobre las paternidades, que creo que es un tema muy poco explorado».
La propia escritora perdió a su padre hace dos años, y eso la ha empujado a explorar en ensayos la figura paterna.
Considera que cada persona está siempre a merced de las circunstancias en las que las víctimas pueden volverse victimarios en minutos,
y viceversa; de ahí que a ella le
importe tomar las perspectivas de aquéllos del otro lado, la vida común de un sicario o un reo, sin juicios.
«¿Cómo nosotros estigmatizamos a los demás? De lo que me interesa hablar es de esos matices de los que no habla nadie».
Ella conoce bien a Aura, pues ambas han sido compañeras becarias en el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, y opina que las une la necesidad de visibilizar la violencia, lo mismo que a Andrea Chapela.
«Reconfigurar el papel de la mujer en las narrativas. Y otra cosa que pasa con las tres es que estamos apostando por formatos distintos. Lo que hemos hecho las tres es darle la vuelta a los cánones de los géneros, decir que no queremos seguir repitiendo fórmulas; creo que por eso nuestros libros han sido bien recibidos. Estamos cuestionándonos las estructuras, las formas, el contenido».
La escritura de una novela sobre el narcotráfico y un libro de cuentos sobre la violencia —donde homologa las vidas de mujeres con las de mártires cristianos— ocupa por ahora las noches en que Aniela se quita el traje de publicista, para vestirse, y muy bien, con el atuendo de escritora.
Del mundo de la ciencia ficción
Desde las fórmulas químicas, Andrea Chapela —egresada de la carrera de Química—, se decantó por la escritura desde niña, la escritura centrada en los universos fantásticos, la ciencia ficción. El salto a concluir la Maestría en Escritura Creativa de la Universidad de Iowa la fogueó en todo tipo de textos, aunque ya había dejado entre los lectores la tetralogía de fantasía juvenil Vâudïz (Urano, 2008-2015).
«Es muy difícil saber cosas del estilo propio. En los últimos cinco años, desde que comprometí mi vida a escribir, tuve que decidir si escribiría en inglés o español. Entonces, ser una escritora que escribe en español era una decisión política de lo que quería hacer», afirma desde su pantalla la autora de Ansibles, perfiladores y otras máquinas de ingenio (Almadía, 2020).
Chapela quiere narrar la ciencia ficción desde aquí, en este contexto mexicano o latino, si se quiere, no desde la extrañeza de otros sitios donde hubiera podido establecerse.
«Qué quiere decir escribir en México o ser una escritora mexicana, no lo sé bien. O qué de eso hace diferente mi relación con lo que escribo. Creo que el lenguaje y los libros son los que tienen que explorar eso. Me interesa la ciencia ficción desde aquí».
«Anillos de Borromeo» es el cuento incluido en el número de Granta titulado Los mejores narradores jóvenes en español, y Andrea concibe que todo lo que hacemos está siempre muy permeado por las posturas que tenemos ante lo real.
«Eso al menos a mí me permite pensar en otras posibilidades, tanto buenas como malas; ver la realidad desde otros ejes, escribir ciencia ficción o fantasía tiene que ver con eso».
Su cuento habla de una chica de un futuro donde sobrevienen los colapsos, con relaciones complejas, y donde se toca también el fin climático del mundo.
«Ahora mismo estoy trabajando en la versión de la novela de ese cuento, con otro libro donde la idea es colaborar, una artista visual y un escritor, para ver qué puede hacerse con todo esto».
Para la escritora, el reconocimiento de Granta es la indicación de que hay que seguir escribiendo.
«Se siente como una salida de autopista, es un disparador de salida más que llegar a algún lugar».
Andrea Chapela se interesa también por la fotografía, el teatro y las artes visuales, aunque no sabe si todo eso encontrará acomodo de alguna forma en la escritura.