Entre voces: Resonancia / Poesía en dos lenguas / Antonio Deltoro

El árbol que da frutos a los pájaros es un árbol de dobles frutos: el fruto de sus ramas y el fruto con alas y pico que esparce las semillas. En Entre voces: Resonancia / Resonance. Poesía en dos lenguas / Poetry in Two Languages,los árboles son los idiomas que dan frutos traducibles y los traductores son los frutos con alas que atraviesan fronteras y esparcen semillas: el idioma inglés adquiere, en voz de Alaister Reid —en los poemas que lee, tanto en los escritos originalmente en inglés como en los escritos en español—, la textura pastosa y poética de un pájaro de mucha bruma, de un pájaro que hubiera fumado pipa y hubiera bebido mucho ron marinero; los mismos poemas leídos por Pura López Colomé, en español, alcanzan la calidad aérea de un pájaro más meridional y colorido, yucateco e ilustrado, capaz de silbar y silabear su canto muy sabiamente y con sentido del humor. Ambos pájaros atraviesan fronteras, intercambian músicas, enriquecen el oído.
      Resalto lo del oído, porque estos discos son una antología para este sentido. Hasta tal punto que recomiendo que se escuchen, por lo menos alguna vez, sin ayuda del cuadernillo, siguiendo la corriente de los poemas en ambos idiomas, olvidándose de autorías e historias. Una de las experiencias poéticas más puras es hundirse en un poema sin saber quién es su autor, concentrándose en el poema como en un organismo con vida propia; de manera parecida a como oíamos los cuentos en la infancia.
      Los oyentes de estos discos pueden disfrutar algo así; incluso en cascada: oyendo todos los poemas juntos; entrelazados como una cadena de dos adn vecinos pero diferentes. Creo que sus traductores por esto leen cada poema sólo con el título, sin mencionar el nombre de su autor, relevando así al poema por encima de cualquier consideración extrapoética, permitiendo que la amistad de los poemas prevalezca sobre las relaciones entre sus autores e idiomas. Las trenzas formadas por las dos voces y por los dos idiomas son un continuo con tantas curvas como una carretera de montaña, una verdadera aventura auditiva y sentimental que he practicado muchas veces y que recomiendo.
      Además está el cuadernillo, donde se pueden seguir los poemas con el ojo y enterarse de quiénes son sus autores e incluso hacer una lectura independiente del disco, leyéndolos solitarios, con nuestra propia voz e interpretando, también nosotros, sus partituras.
      Una advertencia dolorosa: al invitarme a presentar estos discos en dos idiomas, Pura López Colomé ignoró, una vez más, mi desconocimiento del inglés. Pura López Colomé vive en el antiguo camino a Chalma, en los aledaños boscosos de Cuernavaca; yo vivo en una calle que se llama Antiguo Camino a la Sierra, por la que subían, antes de convertirla en cerrada, los peregrinos del Valle de México a ese santuario. Quizás nuestras casas, tras lomita, estén tan cerca como yo la siento a ella; además, no quito el dedo de la llaga: todos los años le pido al santo señor de Chalma el conocimiento del inglés.
      Les agradezco a los antologadores el descubrimiento de muchos poemas que no conocía. Me hubiera gustado oír otros poemas de Emily Dickinson, otros de Neruda, alguno de Paz… ignoraba que Juan Carvajal y Heberto Padilla fueran tan buenos poetas. Desconocía incluso de nombre a muchos poetas norteamericanos que ahora empezaré a leer.
      Para terminar y descender de los cielos quiero citar un poema en el que hace unos treinta años anticipaba, milagrosamente, está presentación. Entonces se lo dediqué a Dámaso Alonso, cartógrafo de las palabras; hoy se lo dedico a Pura López Colomé:

 

Cartografía
para Pura López Colomé

Diques invisibles para las palabras.
Líneas que sin serlo nos dividen.
En la claridad de un mapa
de colores distintos, están pintadas
las distintas familias de palabras.
Un hombre y una mujer se miran,
se hablan: no se entienden.
¿Se sueña distinto, más tenue,
en inglés que en español?
¿Las neblinas nórdicas, el azul de la
      [montaña,
se mezclan con el idioma?
De cuando en cuando una palabra
cruza su frontera,
se arriesga por despeñaderos, por
     [falanges
de palabras enemigas, se casa con otra
que hospitalaria la recibe, la declina
o le sirve como escudo,
poco a poco las palabras se vuelven
mestizas, se acriollan;
a aquella familia de palabras morenas
le sale una hija rubia,
a aquella otra una con ojos azules,
poco a poco por ellas van entrando
nubes sutiles de paisajes nórdicos
a tierras tropicales;
guijarros, humedades de mar,
a escarpados picos,
sensuales pensamientos de muchachas
a frentes adustas y otoñales.
Las palabras erosionan acantilados,
arenillas del desierto van destiñendo
con ellas marcados rasgos.
Las palabras castellanas se desbroncan.
En silencio las palabras se aman
cuando se encuentran gentes de
     [distinto idioma.
Hay palabras que no se dejan conquistar
     [y acaban.
Pero las palabras aptas, las jóvenes,
     [vencen su pudor,
su timidez, su hosquedad adolescente
y al fin se aman, se entienden,
porque para la palabra no hay nada
     [extranjero.

 

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