El Taller de Reparación de Artefactos Literarios* / Juan José Arreola

Ya se han realizado con todo éxito injertos y trasplantes literarios, tanto en obras inéditas, como también (¡es legítimo!, ¿no?) en obras ya publicadas. Nosotros queremos acabar con las comillas y las referencias al pie de página si en un momento dado injertamos tantito Shakespeare, tantito Dostoyevsky o tantito Marqués de Sade en determinado texto. Por supuesto, debemos tener en cuenta todos los tipos de sistemas musculares, nervioso y circulatorio del órgano a suplantar. Me refiero a la sintaxis, a adaptar al estilo del autor la pieza injertada.

A veces no resulta. Cuando queremos injertar un trozo de Cervantes, por ejemplo, a un autor narrativo, la pieza se bota, digamos, como que no embona. Pero es sólo cuestión de irse extendiendo más en torno al tejido injertado, creando unas zonas intermedias en forma de ir descervatizando a Cervantes hasta integrarlo al hombre común y corriente, autor del pasaje, quien requirió explícitamente: «Yo quiero que haya algo de Cervantes en mi obra».

Entonces sucede algo maravilloso: sientes algo así como una gema, o como un fruto climático que está a punto de surgir. Por medio de una adaptación del contador Geiger logramos medir entonces las densidades poéticas. La aguja entonces se mueve como cuando se acerca al uranio. No sabes qué experiencia tan bella. Por ejemplo, en un soneto de Quevedo, en el momento en que Quevedo es Quevedo, se vuelve loca. Pero de pronto cae.
      Es pura técnica mexicana. Completamente. Incluso personas que no tenían idea acerca del funcionamiento del contador Geiger llegaron a este resultado por intuición, porque nuestro pueblo es prodigiosamente intuitivo.

Es absolutamente internacional, claro, a condición que se adapte a las diferentes lenguas. Por ejemplo, actúa igual sobre un texto colombiano que sobre uno mexicano. En el caso de otro idioma tiene que ser programado convenientemente. Ahora, hay que aclarar que todos los programas están hechos a base de grandes autores. La sintaxis es la expresividad poética, porque es la ordenación de las palabras. Así, tú puedes introducir al aparato un texto medio mal organizado y éste lo estructurará en la mejor forma posible.

En esto de injertos y trasplantes hemos ido muy lejos. Realmente más allá. Por ejemplo, a grandes especialistas les hemos dado a leer algunos textos injertados y no han notado nada. Les hemos hecho la broma de leerles obras injertadas de cosas suyas. Y no han percibido nada. Octavio leyó poemas que tenían injertos de libros suyos, un poco alejados en el tiempo, ¡y no sintió nada! Esto quiere decir que la tolerancia era perfecta.

No sabes lo que es desimbricar a Lope, a Góngora y a Quevedo, por ejemplo. A los tres del pleito. No se sabe quién es quién. El otro día con Borges, en San Diego (¡dos dizque conocedores!), tuvimos que apostar a propósito de si un verso era de Lope o de Quevedo. Borges finalmente admitió: nadie honradamente puede distinguir un verso de Lope, de Quevedo o de Góngora.

Se le denomina Taller de Reparación de Artefactos Literarios. Se garantiza la recuperación del costo. El Taller lleva dentro de sí, como un quiste maravilloso, una compañía de seguros. Además tenemos aparatos de predicción y sondeo, para saber de antemano cuántos ejemplares de un libro se van a vender y a qué precio. En los casos graves, casos sin remedio, perdidos, desahuciados, no prometemos que el autor recupere la inversión        —los autores pagan una cuota al Taller, claro está—, pero el mero hecho de la publicación confiere tal alivio, tal satisfacción del ser, que esta inversión de todas maneras sale más económica que un tratamiento psicoanalítico.
      También tenemos servicio social para escritores carentes de medios, de fortuna. Eso sí, un escritor dotado de talento y humilde, que triunfa, es un autor obligado a sostener el perfeccionamiento de otros autores a través del Taller.

El ideal del Taller es llevar a su perfección cada objeto, cada artefacto literario. A su mayor perfección posible. No queremos falsificaciones. Queremos un verdadero trabajo de equipo, en el tiempo y el espacio. Tenemos autores jóvenes que trabajan en equipo. A uno se le ocurre una cosa, al otro otra, al de más allá, otra. Cofirman el resultado final. Para ello se crea un nuevo personaje, el autor. El autor que no podrían ser solitos, aislados, cada uno. Nuestro trabajo es futurista, ya que todo tiende a convertirse en trabajo colectivo. Vamos a poner tan de moda el trabajo en equipo, la colectura, que hemos revivido dos personajes legendarios: Me Lees y Te Leo.

Otro asunto que nos ocupa profundamente en el Taller: ya hemos logrado el cambio de sexos. De todo a todo. Narraré el caso de una muchacha novelista, de pueblo, a quien su abuela le había colmado la cabeza de relatos de la Revolución Cristera. Y se puso a escribir una novela. Me recordaba a mí mucho a Clemencia, de Altamirano. Era una novela rosa, un poco rosa sucio, pueblerina, lánguida, pero conteniendo un personaje notable, lo que podría llamarse el último macho de Jalisco. Ya no se puede hablar de machos, menos de machos de Jalisco, después de toda la campaña de destrucción de la especie que ha hecho el cine mexicano. Pero ahí, en esa novela estaba el último de ellos, un cristerazo a todo dar. Y había junto a él una muchacha, de lo más paloma, de lo más tímida, de lo más casta, que ante el asombro estaba enamorada, primero idealmente y luego de una manera menos ideal…

Lo importante es que casi todos los escritores, no sólo de México, sino de toda Latinoamérica, se encuentran suscritos al Taller, por amor a sus propias literaturas. Ahora no tendrán lugar desigualdades tales como que de pronto en Perú, o en Colombia, surja un escritor genial, así nomás. Ahora todo tendrá que disolverse en la expresión del genio colectivo. Lo que va a ser la descarga de la soberbia, de la vanidad, de la acumulación excesiva de riqueza en una persona. Ahora ni siquiera vas a recibir todos los honores, aunque lleve tu nombre la obra de que eres el autor original, porque sabes que detrás de ti hay todo un equipo, que siempre lo ha habido. Faltan de meter en el aro tres o cuatro, nada más.

Innumerables servicios presta el Taller. Cabe mencionar frases célebres que todavía no han sido dichas, no sólo griegas y latinas. Cuartetos de tipo copla popular como «todo se ve del color del cristal con que se mira», tenemos miniaturistas especializados y en esto las mujeres están resultando sensacionales: tenemos chistes, situaciones humorísticas que darán al traste con el famoso humor involuntario.

El otro día transformamos una tragedia de tipo prehispánico en la cual se trataba de los indígenas asediados por un puñado de conquistadores españoles. El autor estaba totalmente traumatizado por su obra. Pero con nuestro asesoramiento psiquiátrico aquello se convirtió en una farsa muy agradable. Comprobamos que todo el drama de la Conquista, todo el derramamiento de sangre, puede convertirse en algo festivo, feliz, y viene a ser la pieza un modelo de cómo ha debido de ser la Conquista.

El trauma de Latinoamérica es el resentimiento de haber sido aplastado. Ser descendiente de un padre que aplastó a la madre o, por lo menos, que la trató mal. Es el drama del mestizo. Y creo que hay una curación que sólo tomará dos generaciones en llevarse a cabo. Se va a liberar el resentimiento. Todos vamos a ser Rubén Darío, que proclamó la independencia literaria de Latinoamérica.

Aunque, a decir verdad, Darío nunca estuvo solo. Darío revivió toda la historia, no únicamente de la literatura. No sólo clasificó todos los metros sino que creó nuevas modalidades estróficas. Entonces, tocó el órgano de la lengua castellana como no lo había hecho nadie desde los Tiempos de Oro; y se puso a improvisar el gran canto universal. Darío es tan poseedor del mundo como Walt Whitman o como Paul Claudel: recurre a la prehistoria, está en Egipto, está en Mesopotamia, en todas partes. Luego se mete a Grecia; y saquea Roma. En la Edad Media hace maravillas, incluso villanelas y canciones que podrían ser de François Villon. Aquello del caballero, garrido noble y garzón a quien clavaron un acero cerca del corazón. Y aquello de «Yo fui un soldado que durmió en el lecho de Cleopatra la reina». Lo que es Darío realmente: un inspector general de la Creación. Esto es muy importante para el Taller. La frase en una deformación de Claudel.

Imposible que en determinado momento no exista diferencia alguna entre, digamos, la literatura mexicana y la literatura sueca: por eso somos capaces y poseemos aparatos: para exaltar y no matar. Para percibir realmente los signos distintivos de cada escritor, de cada nacionalidad y de cada región.

En Colombia, por ejemplo, no va a escribir igual una persona que exprese el genio de determinada región, por ejemplo, el Valle del Cauca, que otra que exprese la de una región extrema y tal vez contraria, como podría ser Bogotá. A propósito, tenemos que cuidar ese tono grandilocuente que a todos los colombianos parece maravillar. A propósito, hay que respaldar la tesis de un miembro de la familia Restrepo que explica la abundancia de talento en Bogotá por razones de orden físico y meteorológico, por la gran cantidad de ozono atmosférico que se encuentra en el cielo bogotano, gas que fortalece mucho el talento.

Hemos hecho pruebas aplicando ozono a los escritores a través de ventiladores o cascos de los que se usan en los salones de belleza. Escribir antes del ozono y después del ozono marca una diferencia notable.

Esto tiene que llegar indudablemente a plasmar la idea de participación. Yo estoy por la literatura anónima. Tenemos que volver al anonimato total, la meta es que nadie firme. Tenemos que defendernos. Hay países que, con el fin de mercadotecnizarnos y serializarnos, han promovido a algunos escritores latinoamericanos con el fin de consumirnos.

Los autores bíblicos y evangélicos son series de autores. La Canción de Rolando, el Mío Cid, las más grandes epopeyas de la humanidad, como el Ramayana. ¿Es de Vlamiki el Ramayana? ¡No! Como no es de Homero La Ilíada ni la Eneida es de Virgilio. Son tradiciones y equipos.

Es el caso mismo de Cervantes. Aun cuando trabajó en la cárcel, estaba asistido por el bibliotecón de todas las novelas de caballerías que se traía en la cabeza. Sobre el Quijote nadie ha hecho el recuento de estampas caricaturales, el catálogo de temas para demostrar que a Cervantes, como a Shakespeare, no se le ocurrió nada. Lo que hizo fue ser el redactor heroico de una masa tradicional. Por eso queremos desmentir esa actitud europea y norteamericana de exaltar a algunos autores exageradamente, no sólo para recuperar la inversión que han hecho al editarlos, sino para enriquecerse creando ejércitos de vendedores y compradores de libros.

Lo que nosotros queremos hacer es crear ejércitos de coleccionistas de autógrafos para que la persona tenga la alegría de poner un pensamiento suyo en un álbum, por ejemplo. En realidad no queremos que los autores concedan autógrafos, sino que escriban pensamientos. Cada uno puede tener su stock. A todas las personas que acudan a nosotros podemos proporcionarles modelos de dedicatorias con variantes. Naturalmente no todas son originales. Pero no le hacemos ningún daño a La Rochefoucauld, o a Emerson, o a Nietzsche, por ejemplo, haciéndolos circular bajo la forma de un autor modesto. Los autores consagrados sí es deseable que tengan sus pensamientos originales, que también se los podemos proporcionar nosotros.

El paso de todo esto lo dio la traducción en equipo. Dickman y su orquesta de traductores llevaron a feliz término el Ulises de Joyce. En ese momento se nos abrió la puerta. Mis traducciones siempre han pasado por tres o cuatro manos. Y ahora Octavio Paz les da el último toque.

Definitivamente estamos en contra de la pornografía. Queremos sustituirla por una literatura erótica, llena de salud. Porque veo la posibilidad de una poderosa languidez, dado lo enfermizo de la producción actual. Los auténticos productores del género están enfermos. Y los que no son auténticos son muy buenos comerciantes. Queremos sanear el comercio literario y de paso la literatura misma para enriquecer la vida espiritual. Desde luego que trabajamos toda serie de intrigas. Nada de lo humano nos es ajeno en el Taller. Pero lo que más deseamos es llevar a los lectores a una experiencia feliz, sobre todo en el terreno erótico. A pesar de que Sade haya sido un buen trampolín para los comerciantes, es profundamente sombrío: nosotros lo queremos iluminar: el mismo Sade pero con colores aurorizados, primaverizados. Que todo el mundo erótico no tenga a veces ese aroma necrofílico, sino que sea frutal y marino.

Una literatura llena de frescor. Y que no se niega a profundizar, siguiendo el ejemplo de los grandes, en los abismos de la conciencia y de la subconsciencia. Nuevamente vuelvo a Darío: donde no nos salva Neruda, ni Vallejo, ni Guillermo Valencia, ni Leopoldo Lugones, de pronto está Darío para decirnos: ¡aquí!, y apuntalamos a base de Darío una serie de cosas que se nos están cayendo.
     
Ya después, cuando pase por el Taller, este texto estará listo para su publicación. Quiero agregar que tenemos en preparación unos folletos, que son folletos de «antes y después». Vea en qué estado estaba este folleto. Y después, pasa por el Taller y vea el resultado. Por ejemplo, un terceto aflora. Entonces, nosotros cambiamos de lugar dos palabras, requintamos, sustituimos otras. Corregimos la puntuación, y… ¡zúmbale!
     
Nuestras computadoras están estableciendo con gran exactitud el margen de toxicidad, primero desde el punto de vista del lenguaje. Luego, desde el punto de la verdad histórica y psicológica. Esto se trata como los alcoholes. Los buenos vinos tienen un índice de alcohol que no perjudica. Una persona necesitaría leerse seis novelas del mismo autor para perjudicarse seriamente, tal vez ocasionarse un trastorno irreversible. Pero hay otras que pueden ser toleradas por organismos sanos. Yo tuve alguna vez que someterme a un tratamiento antinerudiano porque llegué a tal grado… Pero la mayor parte de las personas elimina muy bien a Neruda, lo asimilan sin que les cause ningún daño. Sencillamente porque no lo entienden. No me refiero, por supuesto al Neruda de Canto general, sino al de «Caballero solo», a material que ha causado estragos entre las personas que sí tenían sensibilidad especial a la nerudina. Tenemos que tomar en cuenta las contradicciones. No le vamos a dar a una persona melancólica dosis de Vallejo.

El epitafio queremos no sólo entenderlo, sino darle una gran circulación. Estamos desperdiciando un gran número de superficies que no tienen más que espacios vacíos entre las fechas de nacimiento y muerte. Queremos ocupar las lápidas para que quien visite los cementerios reciba una verdadera lección de literatura.

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