«El idioma es instrumento, la escritura composición»: Olga Martinova / José-Pablo Jofré

La poeta, narradora, ensayista y crítica Olga Martinova (1961), rusa residente en Alemania, ha ganado uno de los galardones literarios más importantes del espectro germanohablante, el premio que lleva el nombre de la poeta austriaca Ingeborg Bachmann (1926-1973) y está dotado con 25 mil euros donados por la ciudad austriaca de Klagenfurt, de donde Bachmann era originaria.

 

Escribe poesía en ruso y prosa en alemán. ¿Por qué? (¿Crítica y escritora tienen la misma opinión?)
He dado diferentes respuestas a esta pregunta, y en Klagenfurt encontré una nueva respuesta, que en este momento me parece la más precisa: me ayuda a mantener los lenguaje lírico y prosaico lejos el uno del otro. Siempre me ha molestado cuando alguien dice: «Ya, aquélla es prosa de poeta», como si aquélla no fuese prosa de verdad. Cada poeta que escribe prosa desarrolla su propio lenguaje narrativo, que a menudo tiene muy poco en común con su poesía. Resulta muy conveniente a esta situación que mi prosa y lírica sean, además, dos idiomas diferentes.
     Otra respuesta que antes me parecía la más importante es que a medida que se sigue la rima es difícil detenerse. Sucede muy rápido. En una fracción de segundo la mente prueba muchas posibilidades diferentes. Me preguntan a menudo por qué sigo escribiendo poesía en ruso, mientras que el alemán es lo más lógico para mi prosa. Creo que la respuesta es que los poemas necesitan otra velocidad, una que no tengo en alemán. Los poemas exigen también trabajo duro, pero sólo en la fase de los retoques.
     Y una tercera respuesta, muy sencilla: al llegar a Alemania escribía poemas (y sólo poemas). Mi iniciación ensayística y en prosa se realizó en idioma alemán. Fue para mí el primer idioma narrativo.

¿Cuándo y cómo decide el idioma alemán para su prosa?
     En 1998, cuando mi marido, Oleg Jurjew, y yo llevábamos ya siete años viviendo en Alemania, escribí mi primera reseña literaria en alemán, que fue publicada en Die Zeit. Desde ese momento escribo más o menos regularmente críticas de libros y ensayos para distintos medios. Cuando de pronto tuve la idea de una prosa (de esa idea surgió luego la novela Incluso los papagayos nos sobreviven), era completamente lógico que la escribiría en alemán; mi idioma en prosa era ya el alemán.

Escritores extranjeros en Alemania no se atreven comúnmente a escribir en alemán. ¿Qué hace que su caso sea diferente?
     Debemos decir, primero, que estamos hablando de escritores que llegaron a Alemania como escritores, ya adultos y con una obra tras de ellos. Quien llega como autor hace primero aquello que ha hecho en su hogar: escribir en su lengua materna. Uno se siente resguardado en su idioma materno y no cree poder dominar bien un idioma extranjero. Se han de agregar los prejuicios provenientes del romanticismo, que a pesar de cientos de contraejemplos no se han eliminado: aquéllos sobre el vínculo del idioma con «la sangre y la tierra» de un «pueblo». Éstas son, lógicamente, idioteces fascistoides. ¡Hay sólo que querer y tener interés y curiosidad! El idioma es un instrumento. La escritura es componer.
     Y creo que soy muy curiosa. Cuando leí una vez, en Ortega y Gasset, que los ojos sorprendidamente abiertos son un símbolo de sabiduría y que por esta razón la lechuza acompaña a Minerva, la diosa de la sabiduría, me sentí personalmente identificada. Así comencé a escribir en alemán, en parte por curiosidad. En parte también por razones prácticas: hubiese sido muy lento (y muy caro) escribir para el diario primero en ruso y luego traducir.

¿Cómo se mueve entre prosa y poesía? ¿Cómo identifica si un tema necesita una u otra? ¿O qué viene primero: formato o tema, o algo distinto (obsesiones)?
     Si hablamos de poesía, el poema es lo primero. Con todo lo que tiene para ofrecer. Incluso los temas y las imágenes ya están en él, sólo hay que liberarlo. Eso significa: al poema, que ya está, hay que darle forma. Esto es una mezcla compleja entre inspiración y trabajo, que creo que cada poeta conoce bien. Y con la prosa es exactamente lo contrario: se tiene un material, un tema, un sujeto, una idea (o varias). Y se espera hasta que surja el formato adecuado. En mi caso funciona así. Por eso escribo relativamente lento.

La relación entre los escritores emigrantes con el mercado editorial del país de origen no es fácil, ya que las redes entre ambos se resuelven comúnmente in situ. ¿Cómo es la relación entre sus textos en ruso y las editoriales rusas?
     La literatura rusa se encuentra diseminada por el mundo. Pero naturalmente (y lamentablemente) existe en ciertos círculos una hostilidad contra los emigrantes; la idea de que se está obligado a quedarse en la patria y que aquello es un acto de heroísmo, que la patria necesita y que debe sustentar. En concreto, para los colegas que viven fuera de Rusia es cada vez más difícil ser editados y leídos en Rusia. Esto no me toca demasiado. Mi marido, Oleg Jurjew, y yo estamos en contacto con muchos poetas rusos y mantenemos una página de internet dedicada a la poesía rusa contemporánea y que reúne a poetas de distintas generaciones. Publicamos nuestros poemas en Rusia y somos parte de la actual escena poética rusa.

¿Qué significa para usted el premio que acaba de recibir? Sentirse más en casa es ya imposible, ¿no?
     El Premio Ingeborg Bachmann significa mucho para mí. Es reconocimiento y también la prueba de que no se me juzga por mi procedencia, sino por mi literatura. Es una prueba de la normalidad y humanidad de la cultura en la que vivo y en la que realmente me siento en casa. Lo dije una vez: Rusia es mi tierra natal y Alemania (o el espacio germanoparlante) mi hogar. El premio es también una confirmación de esto.

 

 

Comparte este texto: