El arte de voltear la tortilla o los (anti)poemas visuales / Dolores Garnica

La palabra es el universo conceptual. En los Artefactos visuales de Nicanor Parra (Chile, 1914), como en los ready-mades de Marcel Duchamp, lo encontrado se ve obligado a volver a situarse en su nueva palabra, frase, eslogan, significante, concepto, título o dibujo para volverse sonrisa, risa sarcástica, carcajada, expresión de asombro, desconcierto y reflexión. Los Artefactos visuales de Parra, como la mayoría de los ready-mades de Duchamp, están sujetos a los intereses de sus creadores, y es desde sus contextos donde más se disfrutan.
El esqueleto de un foco como un «Insecto de Edison», y todo lo escrito normalmente a mano alzada, caligrafía que también es dibujo. «Mensaje en un botella», para señalar el interior de una Coca-Cola rellena de su refresco. «Las 3 calaveras de Colón» repitiendo los homógrafos frente a tres cráneos. «Nobody» es el personaje formado de un corazón y sus cuatro extremidades que, triste o contento, desglosa juegos de palabras y dibujitos para crear sospechas sobre su «Parraguas» y sobre el mundo, que «está triste porque un muñeco llamado Hamlet tuvo un ataque de melancolía».
    Una reproducción de la Venus de Milo a escala real con un «soy frígida / sólo me muevo con fines de lucro», escritura sobre bandejas, madera y papel. Teléfonos, cuadros, retratos, envases, sillas o pelotas, objetos encontrados y descontextualizados, resignificados y apropiados para «decir lo máximo con lo mínimo», como explica Parra.
De Nicanor Parra son más de treinta artefactos elegidos por la hija del escritor, Colombina Parra, curadora de la exposición de 2002 y también músico y arquitecta. Es un trabajo fechado entre 1969 y 2002, y está formado por series o libros. De 1952 son los «Quebrantahuesos», collages de periódicos de nota roja y rosa creados en colaboración con Roberto Humeres, AlejandroJodorowsky o Enrique Lihn, expuestos cada semana en la Calle Bandera en el centro de Santiago. De 1969, los dibujos de «Trabajos prácticos». De 1976, mientras construían su casa de verano, fueron las «Tablitas de Isla Negra», dibujos sobre madera. De 1994, «Las bandejitas de la reyna», sobre esos cartones donde se envuelven pasteles y galletas, y las «Anti-instalaciones», colaboraciones con los arquitectos Hernán Edwards, Marcial Cortés y Colombina Parra, una serie de ataúdes, o «Los cuatro jinetes del Apocalipsis».
    Los ready-mades de Duchamp se interconectaban entre ellos y giraban alrededor de las grandes obras del maestro. Los artefactos llevan algo en común más que la misma letra, y giran alrededor de la poesía del maestro Parra. Ambos son «intenciones» y «tentativas», y los dos trabajos resultan peligrosos. El ready-made surgía de la poesía para volverse objeto encontrado y desacreditar el sistema de las bellas artes. Los artefactos de Parra parecen surgir del propio objeto y del dibujo para volverse antipoesía. «A través de la configuración muy breve de palabras uno se pone en contacto con algo que está más allá. Se trata de tocar puntos sensibles del lector con la punta de una aguja, de manera que el lector mueva un pie, mueva un dedo o gire la cabeza», explicó Parra alguna vez, el escritor que entendió la lección del maestro Duchamp, quien la volteó hasta transformarla, quizá, en verdaderos (anti)ready-mades.

 

 

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