† In memoriam Rocío González (1962-2019)
Se fracturó el lenguaje
una mañana, sin previo aviso,
la frase se rompió
mañana sin frase aviso la rompió lenguaje
monosílabos para atar la realidad
a un yo
una erre seguida de una i o una jota
y no este silencio con su escándalo en los ojos
Lo demás permanecía grotesco
y transparente. Incluso mastiqué una ración de amanecer.
Venía de ordenar otras palabras
[no éstas con su magenta indeleble]
[no éstas de la cátedra y su urdimbre]
un juego de rompecabezas hermosamente cómico
que se parece más a un intercambio de tinta entre estudiantes
muchos nidos y aulas y academias
cruzando esas etapas en ráfagas
de multitud, de abandono y regocijo.
Envuelta en lenguaje del pío pío a la hermenéutica
sintaxis, metonimia, lítote
concordancia y oxímoron. Por qué metáfora no
o por qué sí, trama para ausentarnos
y para volver a estar en algún lugar
Nunca he sabido las respuestas
quién cuándo para qué o adónde
enuncias las preguntas en un licuado
de precipitaciones con su tin marín
sin do pingüe y lo intentas
aunque sea por el eco
y su encantadora de serpientes
serpientes serpientes serpientes serpientes
estrangulando en no aviso previo
la no tarde, la encantadora pulcritud del eco
Por un momento todo se apagó
la palabra que tenías en la punta de la lengua
el chiste que te hacía llorar
el trabalenguas en zapoteco de la infancia
el estribillo que no te puedes quitar de la cabeza
el Dios te salve
el omni padme um
y todo lo que repites sin saber por qué
el alma se apacigua dicen
con la respiración acompasada y
frases dichas hasta la locura o
hasta la redención
Se apagó. La línea horizontal
y sin sonido. Aquí la nada
la gran nada como la imaginen.
Después volvió:
voces, rostros, preguntas
tantas horas sin luz y te vas acostumbrando
y adviene el clic de la computadora
y la televisión, la cafetera: el mundo
que conoces y te habla
Reconocer quién fui
Seguir siendo
Era lo mismo y todo había cambiado
Nacida en Juchitán, Oaxaca en 1962, Rocío González transitó con igual ingenio y rigor los territorios de la poesía y el ensayo. Para la lírica mexicana de las últimas décadas, legó una obra señera, de infrecuente aventura e intensidad extrema: Neurología 211 (2013). Para llegar a esta cima, su escritura cruzó las aguas del barroco con un libro voluptuoso de lenguaje y de oscuridad significante: Azar que danza (2006). A esas dos piezas de variados méritos, agregaría Lunacero, seguido de Como si fuera la primera vez (2006), para completar lo que, a mi juicio, se torna necesario rescatar editorialmente de la bibliografía de esta escritora fallecida el pasado mes de abril del presente año. El poema que aquí compartimos pertenece a uno de sus proyectos inconclusos.
Ernesto Lumbreras