Donde

José Luís Peixoto

(Galveias, Portugal, 1974). Estos textos forman parte del libro «Onde» (Quetzal, 2022). 

Réplica de la fuente nueva

(Constância)

Esta fuente es hija de otra fuente. A partir del recuerdo de aquélla, se construyó ésta. Es decir, este pedazo de realidad concreta fue construida a partir de un recuerdo que a su vez debe su existencia a una realidad que, en su tiempo específico, fue tan concreta como ésta.

Aquí sólo existe ahora. Esta fuente, sin embargo, es la demostración inequívoca de la presencia de otros momentos. Mientras duraron, también ellos fueron ahora. Personas como nosotros estuvieron en esos momentos de la manera en la que nosotros estamos en éste. No mentían, llamaban nueva a esa fuente vieja porque, entonces, era nueva. Un día, hasta esta réplica, mucho más nueva que la otra, será vieja también.

Tiempo y espacio no pueden estar separados, sólo logran existir en simultáneo, uno dentro del otro. Por eso, realmente, tiempo y espacio son lo mismo. Cuando la otra fuente desapareció, se construyó ésta en su lugar, dando cuerpo al recuerdo. Esta fuente es la materialización de una idea. Mira alrededor: con la excepción de la naturaleza visible e invisible, todo es materialización.

También nosotros somos fuentes, teníamos padres que mataban la sed, recuerdos ahora. Éramos fuentes jóvenes, nos transformamos en fuentes viejas. Un día será el turno de nuestras réplicas de hacer el mismo camino.

Mirador de Fuentes

(Abrantes)

Como un paisaje inmenso, la palma de las manos. Ése es el punto de partida. Inmediatamente, siguiendo un pequeño gesto de la mirada, todo esto. Algo de nosotros se separa del cuerpo que creíamos tener. Al final, la mirada es un vuelo que nos lleva. Al fijar el paisaje nos transformamos en estos montes, en esta albufera, en estos campos que como dioses existen allá lejos, o incluso aquí, dentro de nuestra voz.

La distancia es una pregunta. Cuando nos lanzamos hacia ella no logramos tener la seguridad de ser capaces de regresar. ¿Seguimos siendo nosotros después de la distancia? No hay respuesta definitiva, sólo hipótesis. Tal vez nuestro cuerpo no se acabe nunca, como un paisaje inmenso.

Alcornoque de Montalvo

(Constância)

Los árboles son una de las grandes metáforas. Nos ofrecen una estructura para entender la constitución del mundo: raíces, tronco y ramas. Tres elementos que cuando se repiten pueden sugerir una melodía: raíces, tronco, ramas. Ofrecen ritmo: raíces, tronco, ramas. Pero también son una medida para todo lo que sucede: raíces, tronco, ramas. Material o inmaterial: raíces, tronco, ramas.

Todos los gestos pueden ser comparados con árboles: las causas son las raíces, los actos son los troncos, las consecuencias son las ramas. Todos los caminos pueden ser comparados con árboles: partieron de las raíces, están en el tronco, se dirigen a las ramas. Las historias son árboles. La vida es un árbol.

La vida es este alcornoque. Las mejores metáforas son concretas y orgánicas, no son ejemplos o artificios, maquetas de retórica. Por eso, las raíces de la metáfora están envueltas en tierra, con humedad y olor a tierra. Para tocar las raíces, necesitamos estar dispuestos a ensuciarnos las uñas. El tronco de la metáfora es el tronco de este alcornoque, rugoso y real. Sin ayuda, no tenemos brazos suficientes para envolver el tronco. Las ramas de la metáfora son éstas, el cielo por encima de ellas, también una continuación de la metáfora, porque el significado de los árboles, de este árbol no prescinde del significado del cielo, de la tierra y del resto. Este árbol, como todos, se agarra al mundo. El mundo es inseparable de los árboles.

Alcornoque de Doña María

(Sardoal)

Estas palabras pertenecen al árbol. Las frases son como ramas, las letras como hojas. En las frases, la puntuación que las moldea, comas y además pausas, pausas, sollozos, o momentos un poco más largos que se extienden, son comparables a la forma imprevista de las ramas. Cada frase corresponde a una rama y, así, lo intrincado de esta mancha escrita es semejante a su copa. Las letras, a pesar de las distinciones en la apariencia de cada una, tienen un tamaño más o menos uniforme, como las hojas. Podemos detenernos en cada letra y apreciarla, de la misma forma que podemos observar en cada hoja y fijar los detalles de su contorno.

Estas palabras son también una sombra del árbol. Quien está aquí, a poca distancia de su tronco, caminando en la tierra que acoge sus raíces subterráneas, tiene la posibilidad de entrar en la sombra y ahí sentir el cambio de la temperatura, la tregua en días de sol. Quien sólo tiene estas palabras, no se sabe a qué distancia está de aquí, imagina el alcornoque que les da origen y recibe, igualmente, su acción. Tal como la sombra, estas palabras nacen del alcornoque, se expanden desde él y así dependen de su edad y de este lugar preciso. Si este fuera otro árbol, éstas serían otras palabras, y a partir de ahí, también nosotros seríamos otros y el mundo sería otro mundo. Este árbol marca el centro del mundo, estas palabras son la prueba de ello.

Olivo de Mouchão, Mouriscas

(Abrantes)

Un árbol de siglos sabe mucho sobre el tiempo. Nosotros, enraizados en las humildes décadas que poseemos, apenas entendemos enseñanzas de tal tamaño. Los siglos del árbol son como un enorme edificio frente a nosotros. Tenemos que doblar el cuello por la nuca para mirar hasta la cima. Ésa es la manera de intentar imaginar la perspectiva desde su cumbre.

Un árbol de siglos ya fue muchos árboles. Su corteza se renovó muchas veces. Fue atravesada por suficiente savia para llenar un río. Para nosotros, que somos breves, nos parece que esta savia se demora en correr. Para el árbol, las estaciones se suceden como días. El verano llega con la memoria viva del verano anterior. Necesitaríamos de mucha más edad para reconocer los ciclos del tiempo que el árbol considera como estaciones.

Existen las hojas que vemos, son nuestras contemporáneas. Destellan verde y plateado, simulan una lluvia de brillo. Como nosotros, también estas hojas están convencidas de que este momento es para siempre. Y no se engañan, este momento es para siempre. Sin embargo, después de éste, vendrá otro para siempre, y otro, y otro.

Un árbol de siglos nos mira al rostro de la misma forma en la que sostenemos una hoja entre los dedos. Siente nuestra mirada, sabe que estamos aquí, pero también sabe que la tierra a su alrededor engulló millones de hojas iguales a nosotros.

Biblioteca Municipal Antonio Botto

(Abrantes)

La biblioteca te observa. Desde las ventanas abiertas, esa mirada no se aparta, memoriza cada uno de tus movimientos, hasta los más ínfimos: el pecho lleno y luego vacío, el ligero temblor con que te afirmas en las piernas. Existes en la mirada de la biblioteca de la misma manera que estas palabras existen en tu mirada. Eres una lejana figura, y sin embargo, como en las plantas de este jardín, en las hojas de los árboles antiguos o en las hierbas fortuitas, hay venas y arterias que te atraviesan.

La biblioteca quiere aprender todo lo que sabes, escucha cada uno de tus pensamientos, hasta los más secretos. Ésa es la materia de los libros que la llenan, libros que te esperan en sus estantes, libros que están ahora siendo leídos por otros. En un poema, Antonio Botto escribió exactamente aquello en lo que estás pensando en este momento. Un día habrás de leerlo, entonces, sin que sepas explicar por qué, esos versos tendrán un sentido absoluto, como una verdad grabada en la piedra.

Pero ahora estás aquí, eres una lejana figura. Tu piel son tus paredes, como las paredes de la biblioteca son su piel. Los estantes llenos de libros son sus venas y arterias. A través de ellas, fluyen palabras como sangre o savia, son la transcripción literal de tus pensamientos. La biblioteca te lee. Eres la biblioteca de la biblioteca.

Biblioteca Alexandre O’Neill

(Constância)

El poeta posee varias bibliotecas a lo largo de la vida porque posee varias vidas. El nombre del poeta tiene significados diferentes en cada una de ellas: al firmar el poema, al firmar un recibo, en la portada de un libro, en la fachada de una biblioteca municipal. El nombre del poeta es único, y sin embargo, compuesto por esa amalgama, como ríos que se mezclan.

El universo entero está en los estantes de la biblioteca. El poeta tiene esa enorme consciencia aun cuando está en silencio absoluto, como ahora. Hay vida en los márgenes del poema, en el blanco de la página que lo circunda. Hasta estas pobres palabras, que no son comparables con otras, que sólo quieren dar esta humilde información y desaparecer, a pesar de la piedra en la que están inscritas: hasta estas palabras pobres permiten vida en el inmenso campo de visión que las rodea. Observa en las manchas de color que explotan en las fronteras de tu mirada.

La biblioteca es lo que el poeta sabe y también lo que imagina. En los libros que no ha leído existen los pensamientos que no ha tenido. Ahí, Constância, la biblioteca es la despedida de cada una de tus tardes, las noches estrelladas del verano, las noches cerradas del invierno, es el radiante nacer de cada uno de tus días, como el primer verso del primer poema del primer libro del poeta.

Convento de Santa María de la Caridad

(Sardoal)

La iglesia y el convento entero son como una montaña construida por el humano. Es una montaña dedicada a lo Divino. LO representa y, a través de ese gesto creador, LO imita. Por eso, cuando estamos en su interior, humanos, escritos con letra humilde y minúscula, estamos en el interior de una montaña.

Allá adentro, la luz es escasa. Aun así, los rayos de luz entran por donde pueden, son reflejados por las paredes blancas y llegan a lo profundo de nosotros. Logramos verlos, aun cuando cerramos los ojos. Sin embargo, a pesar de todo este esfuerzo, allá adentro la luz no es tan abundante como aquí, debajo del mismo cielo. Me parece ahora que tal vez debería escribir la palabra cielo con mayúscula.

Molinos de «Entrevinhas»

(Sardoal)

La distancia entre nosotros y la tierra es el pan.

En un extremo de ese camino, están las raíces finas que alimentan el trigo, la savia que sube a lo largo del tallo, el dorado que cubre la espiga. Luego, está el trabajo del molino y del molinero, el trabajo del viento, una máquina formada por esos cuerpos, ligados unos a los otros como ruedas dentadas, todos ellos esenciales, visibles o invisibles. Luego, con agua, sal y fermento, se hallan los gestos que repiten los gestos que nuestras abuelas hicieron. El pan que ellas amasaron fue necesario para que se llegase a este que, después del horno, luego de alineado con la pala en la superficie del horno, partimos, la corteza que estalla y se pulveriza entre el pulgar y el indicador, pan portugués.

Éste es el camino más directo, incluye agua, sol, viento, fuerza e ingenio, incluye una historia antigua, sabiduría de generaciones y que llega hasta nosotros. Podemos sostener un pan en la palma de la mano y sopesarlo, podemos observarlo. Un pan no es simple y al mismo tiempo, siguiendo el mismo raciocinio, es simple. Como un trayecto en la naturaleza, atravesando sonidos como los que escuchamos ahora, sintiendo estaciones como esta que nos envuelve, el pan a la distancia entre nosotros y la tierra, entre el ser humano y la naturaleza

Traducción del portugués de Diana Alcaraz.

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