Doce cosas que Hematoma me hizo pensar

Luis Eduardo García

(Guadalajara, 1984). Uno de sus libros más recientes es Puntiagudos (foem, 2020).

1

Que las cosas hermosas siempre despiertan en nosotros la curiosidad
—silenciosa como un susurro o estridente como un martillo— de saber cómo sería destruirlas.

2

Que no todo en la última poesía mexicana es el regreso a la claridad. También hay otros caminos. Poemas que esconden, que se cubren con un velo opaco y se rehúsan a entregarlo todo.

3

Que, a lo largo del libro, el color rojo aparece quince veces y el color amarillo siete. El color negro no aparece. El azul apenas lo hace, en forma de ave. El verde brota una vez. Hay blanco, aunque no lo suficiente como para armar un fantasma o un muñeco de nieve. Pero hay rojo y amarillo. Hay, entonces, posibilidad de naranja.

4

Que escribir un poema mientras se sostiene un jarrón con tres rosas amarillas debe de ser complicado.

5

Que al abrir el libro en la página 53 y leer el texto en voz alta, una mancha de moho con la cara de Ezra Pound aparece en alguna parte del mundo.

6

Que la mirada de Mónica Hernández tiene el poder de posarse en lo aparentemente insignificante (un insecto, un chicle, una hoja seca) y encontrar mínimos destellos; suficientes para que valga la pena detenerse/detenernos ahí, para que el ejercicio de aislar esa cosa del resto del mundo nos devuelva el objeto renovado.

7

Que las reses a punto de entrar al matadero deben de ser excelentes guardando secretos.

8

Que uno de los poemas de Hematoma tiene un verso que dice: todos los filos me son familiares. Me imagino, entonces, a una vendedora de cortaúñas, a un afilador de cuchillos, a un recolector de latas, a alguien que nada siempre entre las piedras, a una coleccionista de trozos de vidrio, a un organizador de navajas. Me imagino a alguien que sabe que las palabras de un poema tendrían que poder cortar un cabello a la mitad, como en las caricaturas de los Looney Tunes. Me imagino, sobre todo, una advertencia.

9

Que vivir en una casa hecha con cabellos podría ser lo más cercano a cumplir nuestro sueño de ser pájaros.

10

Que las flores, contra lo que pudiera pensarse, pueden habitar los poemas de formas extrañas, alejadas de la cursilería. Pueden ser, cuando se les retrata desde cierto ángulo, presencias perturbadoras. 

11

Que la escritura de Mónica Hernández sabe ser ligera, pero también sabe tomar densidad; una de sus grandes virtudes es lograr un equilibrio entre la poesía que no se toma en serio a sí misma y la poesía que se sabe lo más serio del mundo.

12

Que los fantasmas de Gorostiza, Paz y Bonifaz Nuño asustan cada vez menos. Sí, todavía siguen azotando de vez en cuando alguna puerta, abriendo uno que otro cajón, jalando levemente algún pie, pero ya sin mucho convencimiento. Las nuevas generaciones han renovado sus espectros.

Hematoma, de Mónica Hernández. Ediciones Liliputienses, Cáceres, 2021.

Comparte este texto: