Se recuerda a Ramón López Velarde
I
Llueve
como si toda la fuerza
de la lluvia
estuviera en el recuerdo
No hay llanto de la tarde
Hay una media luz mojada
y el regocijo de la carne
De acá de la ventana
el confín es adentro
donde la soledad y la orilla se confunden
y el otro está a tu lado
se puede sentir casi
en el erizamiento de la piel
en el camino que se abre desde atrás
hacia esta luz mojada de la lluvia
El otro se aparece deslindando tinieblas
No sobrecoge Llena
No lacera Acompaña
La tarde es gris y clara
y en el aire titilan las gotas cuando caen
Pero la luz sonríe
mis versos no son tristes
mi corazón no llora
el tiempo no transcurre
y en el agua que cae
la memoria parece
lavarse
disolverse
no pesar más no ser
dar una tregua
(al menos)
instalar una orilla
secreta
de este lado del vidrio
donde el otro es el mismo
en efecto
y acaso
II
A veces cuando llueve
“el alma se licúa sobre los clavos
de su cruz”
la cruz se desvanece
de los antiguos aguijones
sólo quedan
sueltas cabelleras
cuerpos dilatados
espacios ocupados de deseo
La lluvia cancela
y origina
En el aire lavado
no hay trazas de pesadumbre
o de remordimiento
Sólo la tensión de un cuerpo vivo
que al amparo nutritivo de lo húmedo
se expande
y se despliega
crece y se multiplica
se conoce en el acto mismo
de ser otro