Del Iguazú al Tortoni / Christian Dimitriu

Festival Internacional de Cine en Guadalajara

 


1.

Títulos de principio impresos sobre escena de introducción.

 

Vistas aéreas de drones sobre el precipicio nebuloso de la Garganta del Diablo en Misiones

 

Música acorde a lo espectacular de la situación. Idealmente, el pasaje más conocido es el de la Sinfonía del Nuevo Mundo, hasta que se van alejando y apaciguando las cataratas por el Río Iguazú

 

2.

Las 11 de la mañana en el Tortoni.

 

Avanza la cámara del dron hacia los dos viajeros. Vista aérea en el ambiente aterciopelado del Tortoni

 

Silvestre espera nervioso revolviendo su café con la cucharita. Mira hacia la puerta. Saca su reloj de bolsillo.

 

Música de fondo: Gardel interpretando «Volver».

 

Con mirada expectante ve llegar a Madó, quien, tras mirar en torno al café, divisa a Silvestre y, sonriente, se acerca a la mesa, se sienta y, con una mirada cómplice, le pide que le ordene lo mismo que él.

 

La mirada de Madó se detiene un instante sobre un señor que lee el periódico mientras se toma una cerveza y una picada de maníes, palitos salados, queso y jamón cocido en cubitos.

 

El mozo pasa con la bandeja y su servilleta, y les lanza «¿Qué desean?»…

 

Dirigiéndose a Madó:

 

Silvestre

¿Hoy no tomás té?

 

Madó

Hoy tomo lo mismo que tú…

 

Con la mirada triste,

 

Silvestre

Claro, esta tarde parte tu avión y ¡a tomar té todas las tardes!…

 

Con el rostro marcado por el cansancio pero con afecto, Madó responde a Silvestre:

 

Madó

Hemos pasado dos meses intensos juntos. Terminé mis notas sobre la naturaleza. Terminaste tu búsqueda espiritual. Es hora que nos separemos… [como dudando…]

 

Indeciso, Silvestre contempla largamente a Madó. Su mirada se dirige hacia una foto de las cataratas del Iguazú. Y le pregunta con cara pensativa:

 

Silvestre

Ahí empezó nuestra historia… ¿Te acordás?

 

La cámara barre los rincones oscuros del Tortoni para sugerir un flash-back.

 

De la aterciopelada penumbra del café porteño volvemos a las luminosas cataratas misioneras. Del tintineo en sordina del café al estruendoso rugir de las cataratas.

 

3.

Panorámica. Apertura sobre cataratas del Iguazú.

 

Música del norte. Crescendo de arpas.

 

Aproximación aérea de las cataratas y el vapor desprendido de ellas. Luego la cámara se va acercando a las pasarelas que conducen a la Garganta del Diablo. Sobre ellas va avanzando Madó. A unos metros le sigue Silvestre. Ambos se cruzan por primera vez sobre la plataforma. Ella no lleva nada en ls manos. Él tiene una bolsa colgando del hombro y una carpeta en la mano en la que de vez en cuando toma notas. Los dos contemplan absortos cómo el vacío se traga estrepitosamente la inmensidad del torrente fluvial que baja de la selva.

 

Close up sobre Madó. Con mirada pensativa ve desbarrancarse el imponente caudal del río. De vez en cuando su mirada deja entrever una profunda tristeza.

 

Silvestre, entusiasmado, contempla la maravilla y de vez en cuando lanza una mirada hacia Madó, buscando un signo de aprobación, como si la catarata fuera en parte obra suya…

 

A pesar de la aparente indiferencia de la pensativa viajera, Silvestre se anima a dirigirle la palabra:

 

Silvestre

¿Qué le parece? Una de las cinco cataratas más caudalosas del mundo. Pero lo más importante es que dicen que quien las contempla fijamente se queda a vivir para siempre en Misiones.

 

Madó, como despertando de un letárgico sopor, con una mezcla de erudición científica y un destello de ironía responde:

 

Madó

La próxima temporada de pesca será mediocre río abajo. Demasiadas partículas micro-orgánicas provocadas por un exceso de abonos sulfatados en la cuenca del Iguazú…

 

Silvestre, sorprendido y un tanto descolocado:

 

Silvestre

Bueno, sólo pensé que necesitaba un poco de distracción…

 

Madó

No me tome tan en serio. De ríos sé muy poco, aparte de los estragos de los abonos químicos…

 

Aliviado primero y riendo luego, el joven vuelve a dirigirle la palabra a la mujer:

 

Silvestre

Bueno, si no tiene nada importante que hacer esta tarde, la invito a tomar el té en un lugar muy extraño que le va a gustar…

 

Madó, midiendo a Silvestre con una mirada prudente.

 

Madó

Quizás. Pase a buscarme a las cuatro y media

 

Desde el aire se ve a los dos personajes, juntos, alejarse de la Garganta del Diablo.

 

La música va alejándose con ellos…

 

4.

En las calles de Puerto Iguazú, Silvestre se dirige hacia el hotel de Madó.

La cámara lo sigue hasta una intersección.

 

Toma en blanco y negro : Dos niñas de de unos trece años, se van aproximando y, con sonrisa lisonjera, le dirigen la palabra:

 

Niña 1

¿Cómo se va a Tacuara-Mansión…?

 

Perturbado:

Silvestre

No sé. Soy forastero en estos parajes…

 

Niña 2

Tenemos que ir. Hay fiesta. ¿Usted no viene?

 

Negando con la cabeza, él las sigue con la mirada.

 

Las dos niñas se alejan. Silvestre camina unos metros y gira la cabeza, curioso.

 

Al darse vuelta, sólo ve la brisa acariciando los árboles de la esquina bajo el sol calcinante de la temprana tarde… Retorno a la realidad en colores al fin de la toma en blanco. 

 

5.

En el hotel, Silvestre pregunta por Madó.

 

El portero lo hace esperar en un sillón de cuero.

 

En otro sillón, se percibe fugazmente al Señor del Tortoni, quién, con anteojos negros, lee una revista pornográfica y bebe whisky…

 

Al cabo de un tiempo, aparece Madó, radiante, disimulando sus sentimientos detrás de unos sofisticados anteojos de sol.

 

Madó

Pensé que no iba a venir…

 

Silvestre

Pensé que ya no iba a estar…

 

Riendo, salen caminando del hotel, para dirigirse hacia el lugar que Silvestre había elegido para tomar el té con Madó.

 

 

6.

Los dos personajes se instalan en torno a una mesa puesta para el té en el parque, sobre el césped, delante de un edificio típico de estos lugares. Prudentemente intercambian primero amabilidades, luego…

 

Madó

Viajo a Buenos Aires para regresar a Inglaterra, pero decidí profundizar mis observaciones de la naturaleza a lo largo del recorrido en barco.

 

Con la confianza que se le da a un desconocido digno de confianza, cointinúa el relato de su llegada al norte:

 

Madó

Con Lucas y nuestros dos chicos, nos instalamos hace diez años en la región. En Europa había crisis… Lucas empezó a beber, yo estaba deprimida. Juntamos nuestra fortuna y nuestros sueños y decidimos construir una nueva existencia.Los primeros años fueron duros pero fascinantes. Fuimos perdiendo nuestra fortuna pero ganamos nuestra salud. Los chicos crecieron fuertes y salvajes. Después, Lucas se lanzó en varios negocios que fracasaron casi todos, pero luchamos como se lucha en la selva para sobrevivir. Al principio impresionaba a la gente del lugar. Él era muy popular: repartía cigarros, les enseñaba lo que sabía y los impresionaba recitando poesías en francés… Los tenía a todos trabajando para sus descabelladas empresas y lustrándole las botas.

 

Silvestre

¿Y usted…?

 

Madó

Yo me ocupaba de los chicos, trabajaba de enfermera en el puesto de primeros auxilios del pueblo y enseñaba música…

 

Silvestre

¿Por qué fracasaron?

 

Madó

Primero perdimos nuestra casa y nuestra cosecha con una gran inundación…

 

Silvestre

Pero eso tuvo remedio…

 

Madó

Nos engañaron con las tierras que nos habían vendido… Con lo que nos quedaba, compramos otras.Siguiendo los consejos de un amigote de Juan Lucas, compramos monte y, para cultivarlo, lo quemamos. En vez de crecer, nuestra plantación se secó y el campo se transformó en un desierto…

 

Silvestre

¿Y cómo se recuperaron?

 

Dudando:

 

Madó

Lucas se ausentaba mucho. Viajaba mucho al Paraguay y al Brasil… A veces volvía con unos tipos que no me gustaban nada. Al poco tiempo volvimos a tener de todo: una hermosa casa, automóviles, vehículos para la plantación de té y una corte de admiradores y adulones que invadían nuestra vida familiar.

 

Silvestre

Bueno, su marido se fue adaptando a las condiciones de vida del lugar.

 

Madó

Sí, yo al principio admiraba su espíritu de aventura… Luego las cosas se fueron complicando. Entre su séquito local había siempre alguna muchacha que cambiaba miradas cómplices con él. Luego empecé a dudar del destino de sus viajes de negocios. Y finalmente, volvió a beber como bebía en Europa, antes de emigrar…

 

Silvestre

¿Y sus chicos?

 

Madó

Los tiene completamente hechizados. Sobre todo a la mayor. Y a nuestro hijo lo impresiona y lo neutraliza comprándole lo que éste le pide: caballos, carros, armas…

 

Silvestre

¿Y qué va hacer usted en Europa?

 

Desencantada:

Madó

No sé. Pero esta historia se acabó. Mi esposo y mis chicos ya no me necesitan en la finca. Y yo estoy cansada de todo. Aprovecho el tiempo en el vapor para escribir mis impresiones sobre la naturaleza en Misiones. ¿Y usted?

Mostrándole su reloj de bolsillo:

 

Silvestre

Era de mi abuelo. Ya es tarde. Vamos a caminar.

 

Los dos recorren el parque conversando…

 

7.

Vista aérea. Inserción de una escena en blanco y negro de los dos viajeros caminando hasta la desembocadura del río Iguazú en el río Paraná, punto que marca el encuentro de los límites de Brasil, Paraguay y Argentina, y un cambio esencial en la percepción de la naturaleza.

 

En este promontorio culmina la primera parte de este relato y comienza el recorrido del río Paraná de Madó y Silvestre.

 

8.

Close up sobre él, prosiguiendo con su propia historia…

 

Silvestre

¿Yo?… Voy bajando el Río que hace muchos años remontó Horacio Quiroga…, siguiendo las huellas de Anaconda, la legendaria serpiente… Quiero comprobar si la hazaña de Anaconda hubiese sido posible o, por lo menos, seguir el recorrido de su peregrinaje hasta el río de la Plata…

 

Con una curiosidad de cortesía:

 

Madó

¿De dónde venía Anaconda?

 

Silvestre (recitando)

«De más arriba del Guayra, bajó por el Tacuarí, hasta la cuenca del Paraguay… Descendió el Paranahyba natal, el río Muerto, y, precipitada a través de la bruma en la pendiente del Guayra, se encontró un día en Misiones»…

 

Madó

¿Y porqué siguio bajando hasta el Río de la Plata?

 

Recurriendo a su libro:

 

Silvestre

«Hombre y Devastación son sinónimos desde tiempo inmemorial en el Pueblo entero de los Animales. Para las víboras en particular, el desastre se personificaba en dos horrores: el machete revolviendo el vientre mismo de la selva, y el fuego aniquilando el bosque…, y con él los recónditos cubiles».

 

Añade, cerrando el libro:

 

Silvestre

Al comprender que el hombre era el enemigo de la selva, Anaconda se alió con todos los animales de la cuenca e invocó a los elementos naturales para provocar una intensa lluvia que a su vez debía provocar la mayor inundación del siglo. La inundación debía acarrear troncos, camalotes y sedimentos, formando así una inmensa barrera que impidiera al hombre remontar el Paraná…

 

Ya con más interés:

 

Madó

¿Y qué pasó?

 

Entrecortado con imágenes…

 

Silvestre

Durante meses esperaron que se produjera la gran crecida que bloquearía la boca del río aguas abajo.Cuando los tucanes anunciaron a Anaconda que la crecida ya había comenzado en el Paraguay,ésta creyó que había llegado el momento feliz para la selva y decidió lanzarse río abajo. Quería ser testigo y protagonista de lo que sería un acontecimiento salvador para la selva… y una advertencia para el hombre…

 

Madó

¿Y la historia de Anaconda?

 

Silvestre

A medida que bajaba el río, Anaconda iba comprendiendo su error: cuanto más ancho el río, más se iban diluyendo los camalotes en él, y más insignificante parecía la crecida que en la jungla asustaba al hombre. Así, la esperanza de poder impedir que llegaran los hombres al reino de los animales se iba desvaneciendo.

 

Curiosa:

Madó

¿Por qué no volvió a sus país natal?

 

 

Silvestre

No… Anaconda decidió cumplir con su destino bajando el río hasta su desembocadura… Tenía una nueva esperanza: ya que no podía aislar a la selva, tal vez podría convencer al hombre…

 

Cómplice:

Madó

¿Y usted qué pinta en todo esto?

 

Pensativo:

 

Silvestre

… con el pretexto de una comprobación científica quería rendirle homenaje a Quiroga       y a la misma Anaconda, bajando el río que él remontó, y siguiendo las huellas de ella en su bajada hasta la desembocadura del Paraná.

 

Oscurecía y los dos personajes contemplaron el anochecer que echaba su manto sobre la foresta que rodeaba el parque.

 

Con un cierto desasosiego:

 

Silvestre

¿Quizás volvamos a encontrarnos durante la bajada?

 

Con una mirada lejana:

 

Madó

¿Y porqué no…?

 

Panorámica hacia el rojo anochecer

                                                                                                                        Fade to black.

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