Así es como acaba el mundo
Así es como acaba el mundo
No con un estallido sino con un quejido.
T.S. Eliot,Los hombres huecos
1. Así es como acaba el mundo, no con un estallido sino con un quejido. No con lo mayúsculo sino con lo minúsculo. No con una explosión sino con un detalle. Un quejido. Con un detalle termina y empieza. Un quejido. Empecemos así: un hombre, cuando habla, salpica saliva. Ésta es la historia de un hombre que prefiere un cubículo antes que un ataúd. Se prefiere, en cambio, la historia del siglo en 365 páginas. La vuelta al mundo en 80 flatulencias. Un mexicano que escribe, en su escritorio de madera comprimida, una novela. Escribe arenque en lugar de tortilla. Encantador. La historia universal. Por qué no. Los grandes temas. El estallido. La explosión de la historia. A la mierda con los detalles. ¿Para qué la prosa? Ésta es la triste historia de una mesa de novedades.
2. Tiempo de Eurípides. Medea. En lo hondo de su dolor: «No alza los
ojos, siempre fijos en el suelo». Simple. Prefigura, con un detalle,
los borradores de su ira que rompen en tragedia.
3. Oscar Wilde y Fernando Pessoa conversan con Eurípides. Wilde: «Ayer por la tarde la señora Arundel insistía en que me acercara a la ventana y admirara el “glorioso cielo”, en sus propias palabras. Por supuesto, tuve que mirarlo. Ella es una de esas hermosas filisteas absurdamente hermosas a las que no se les puede negar nada. Y ¿qué era? Era, sencillamente, un Turner muy segundón, un Turner de un mal periodo, que exageraba y enfatizaba mucho los peores defectos del pintor». Pessoa: «La gramática es más perfecta que la vida. La ortografía es más importante que la política. La puntuación dispensa a la humanidad».
4. Hablan de lo mismo. Los detalles que van de lo superficial a lo más hondo. Esa prosa. Ésa más perfecta, más hermosa que la vida: esa literatura. Cuánta razón tenía Plotino al señalar que la belleza consiste en la composición de las partes simples, que son, además, bellas en tanto contribuyen al conjunto.
5. Un paso atrás. No es una cuestión anecdótica. No es una cuestión temática. Mucho menos, claramente, el conflicto radica en atender la Historia. Eurípides, como sabemos, lo hizo. Shakespeare. Oscar Wilde que prefiere un Turner antes que una ventana. Pessoa en Mensaje. El conflicto es dar prioridad a la historia por encima de la prosa. La historia, cualquiera, protagónica. Sin naturaleza. En otras palabras, una ensalada de datos. Sin profundidad. Sin pulso. Sin vida. Muerta la historia.
6. Cómo están configuradas las historias. Las vivas y las muertas. La prosa es moneda corriente. En la literatura, en los periódicos, en los correos electrónicos, en los teléfonos celulares, en la oficina, en la calle, en el día a día. En cualquier conversación, en cualquier llamada, en la vida diaria. Lo obvio: no se habla en verso. Una forma común y corriente de comunicación, la prosa. La tarea literaria no es menor en los tiempos que corren. Ahora que hay historias en cualquier medio, en cualquier esquina, compartiendo las mismas palabras. Una tarea delicada, la de las páginas. ¿Qué hace que una historia sea literaria y no algo que podría narrarse de un cubículo a otro? La respuesta, creo yo, está en unos versos de Beckett, «cómo decir— / esto— / este esto— / esto de aquí».
7. Digamos que la prosa rige la comunicación que nos sofoca o ilumina diariamente. Volvamos a decir que algunas novedades literarias, desde luego no todas, son libros que van en busca de una historia. Robert Walser las clasifica: cagatintas. ¿Qué títulos, qué autores? No tiene caso detenerse en ejemplos, que sean tratados con la misma brocha gorda con la que escriben: cagatintas. Enlistarlos sería como dar nombre y apellido a todos los fotógrafos ahora que cualquier teléfono celular hace lo que antes era una puesta en escena familiar. Ahora que la prosa también pasa por cualquier medio, ahora que todo es un evento digno de narrarse, ahora que se da preferencia a las anécdotas, vivimos la decadencia de la historia. Ante la explosión, la creciente exposición de las historias, cruzamos un momento en el que se mira hacia lo alto, hacia las grandes historias para publicarlas en los libros. ¿En aras de qué? Tal vez convenga observar los cordones de los zapatos antes que mirar las nubes.
8. Despejarlo ahora: se da preferencia a las anécdotas por encima del cómo decir. Se miran los grandes trazos. Afuera los detalles, fuera lo minúsculo. Corren los tiempos de la decadencia de los detalles.
9. Los detalles. No son frases disecadas, inertes. Son frases que al reparar en lo minúsculo iluminan los rincones donde el sol no llega. Por ejemplo, aquí algunas miniaturas monumentales de Chéjov: «Lo despertó la lluvia», «Una muchacha gordita que recuerda una hogaza de pan», «Al reír muestra sus dientes y sus encías», «Fiodor toma mucho té». De Carver: «Estaba pasando la aspiradora cuando sonó el teléfono». De Bolaño: «Ya no soporto estas llamadas telefónicas, quiero verte la cara cuando te hablo». De Coetzee: «Duermen juntos en una cama individual». Éstos sólo son algunos detalles que llegaron, puntuales, a las citas.
10. Dos escalas: el detalle como frase y el detalle como idea. Y su gama de matices. Aquí llegamos. A menor escala están las frases, esas minucias, esas mínimas descripciones, eso nimio que insufla vida, movimiento, pulso. A mayor escala está el detalle como idea que el siglo xx, finales del xix, en sus cotas más altas, llevó a la prosa. Proust. James Joyce. Un día en la vida de un hombre. Kafka. Virginia Woolf. La tarde en la que una mujer compra las flores que embellecen el siglo. Robert Walser. Un hombre que pasea. Beckett. Clarice Lispector. Juan Rulfo y Josefina Vicens. En otras palabras, ante la tempestad actual de historias la tradición es nuestro paraguas.
11. Ante la creciente búsqueda por narrar historias, encuentro literatura, en mi modesta condición de lectora, en los detalles. En cómo
narrar las minucias, en cómo decirlas. Me sorprende más leer un estornudo que una explosión. Esto es un decir y es decirlo mal. Natalia Ginzburg lo apuntó con mejores palabras. Ginzburg tenía un interés ávido por las cosas pequeñas, por encontrar los detalles en las historias, «por las cosas pequeñas, pequeñas como pulgas».
12. Bienaventurados porque vuestro es el reino de Chéjov.
13. Dos autores vivos que llevan lo nimio a lo alto: J. M. Coetzee y Alice Munro.
14. Hagakure: «Sólo los asuntos de poca importancia deben estudiarse con seriedad». ¿Para qué? Para que la prosa haga su trabajo. ¿Para qué? Para que exista.
15. Para el I Ching dependiente: La fuerza domesticadora de lo pequeño. La imagen. El viento recorre el cielo: la imagen de la fuerza domesticadora de lo pequeño. Así el noble va refinando la forma exterior de su naturaleza. El viento, si bien va juntando las nubes en el cielo, como sólo es aire y no posee un cuerpo sólido, no produce efectos grandes, duraderos. Así también al hombre, en épocas que no permiten una gran acción hacia fuera, sólo le queda la posibilidad de refinar en lo pequeño las manifestaciones de su naturaleza.
16. Así es como acaba el mundo, no con un estallido sino con un quejido. No el estallido: el quejido. El detalle. Es prosa. No es prosa: es vida.