Cuentos

Diane Williams

Chicago, 1946). En 2018 apareció el volumen The Collected Stories of Diane Williams (Soho Press), que reúne más de trescientos cuentos cortos. How High? — That High (Soho Press, 2021) es su libro más reciente. 

Desde hace un par de décadas he leído con sumo interés los relatos minúsculos de Diane Williams y ningún otro texto ha producido ese efecto tan desorientador que me gobierna mientras la leo y que se queda conmigo durante varios días, incluso semanas.

Ninguna otra escritura se le aproxima. Williams parece estar empecinada en destruir toda noción preconcebida que uno puede albergar sobre la ficción. Cada una de sus historias, invariablemente, desafía toda lógica, incluso puede exasperar a quien se atreve a leerla, pero ahí radica su encanto: en la presencia de una sustancia anómala que permea cada una de sus líneas, que repudia la objetividad, aunque sin dejar de explotarla, y se nutre de miles de interpretaciones que uno de sus relatos puede tener. En este sentido, Diane Williams es una digna heredera de Beckett, porque para ella el destino final no es relevante, sino los vericuetos lingüísticos que nos obliga a recorrer.

¿Cómo consigue esta sensación de permanente desconcierto en sus lectores y sus lectoras? Mediante la desfiguración de los hechos. También mediante la acumulación constante de situaciones tan ordinarias que, en conjunto, adquieren características demasiado extrañas y perturbadoras, aunque no en el sentido kafkiano, sino en un estilo que a ratos nos ofrece ideas inconclusas e inconexas, cambios de tiempo, tono y persona en una arbitrariedad narrativa que incomoda y confunde, que rehúye de todo significado total, que se resiste a ser descifrada, pero que también hipnotiza y provoca sismos microscópicos entre una y otra neurona. 

Nota y traducción del inglés de Luis Panini.

D. Beech and J. Beech

Se requiere de algunos empalmes y de una combinación de estas personas. 

Quizá no lo hice suficientemente novedoso.

Su túnica tiene los flequillos de serpiente habituales. ¡Lleva puesto un reloj de pulsera y una peineta barata de hace más de cien años!

La idea principal es que existe un patrón. El patrón utilizado en la cabeza de la mujer es su talante, ahora desgastado, cuyo borde superior se abre paso, serpentea y realiza gestos conversacionales.

Ella bien podría formar parte de un paisaje mitológico sobre un fondo rosado-anaranjado o, si te pertenece, espero que puedas restaurar su belleza.

El hombre o el niño acostumbraba a sentarse allí por la mañana. 
Ella solía cubrirlo con una cobija, acariciarlo y besarlo.

Estas dos personas tienen orejas, que no les quedan bien.

Ocurrió ayer durante esta etapa cuando sus lenguas ásperas parecían estar simplemente pegadas.

Parece que viven en una era exuberante.

Ha pasado la mejor época del hombre. La de la mujer, aún no.

Ahora bien, su mano, plana, debe hacer lo que hacen las demás.

Si alguna vez ambos han sido realmente tiernos el uno con el otro —estas personas, esta mañana—, sería un hecho tan mitológico que parecería increíble.

Personas reales cuyo comportamiento 
pude observar

Quiero comportarme como si los amara y luego deseo lastimar al menos a esos dos durante el próximo periodo de mi vida. No haré otro trabajo difícil durante años. Me complace mucho arruinarlos, ¿sabes? Le dije a Gor: «Será como si nunca hubieran corrido o como si nunca se hubieran retorcido en la cama».

Ambos necesitan afecto, persuasión constante, intimidades. Creo que me estimarán si les hablo lo suficiente o si alguien más sabio que yo les habla de mí. Te mataré si le dices a alguien que no tengo sexo anal o tesoros artísticos. Tengo un compañero ideal que trato con mucho tacto. En lo que a mí respecta, levanto la mano en el aire sin cesar.

Limpio el polen de los estambres como me enseñaron a hacer con una servilleta que luego coloco en mi tazón. La jarra de agua que tiene una banda dorada de lirios en su interior es como una persona con un trapo en la boca. Si puedes creerlo, la muestra de pastel está sobre un plato y hay una servilleta cubriéndola.

Le dije a Gor que nadie lo creería. Llevo una falda muy corta. Mi aspecto parece anquilosarme. Debería lucir como alguien a quien me gustaría ver. Alguien debió haberme dicho que me pusiera esto. Su pelaje parece estar hecho de plumas. Las plumas son como cabellos, o las plumas son cabellos. El pelaje, peludo, se agita. De día o de noche no soy impulsiva, pero tengo que orinar con frecuencia. Hacía bastante calor para no vestirme abrigadamente. Esto es lo que hay en el armario: azul, negro, azul, bastillas invisibles, curvas enérgicas, trazos fluidos. Existe una pequeña posibilidad de que cualquier cosa no pueda ser indiferente.

La fuente de la autoridad

Una triste historia que escuché es que necesito de alguien que se encargue de todos los aspectos molestos de mi vida. Diente, pierna, muñeca, vena.

Se siente muy poco sexual quejarse, pero cuando hace mal tiempo salgo a caminar. Deambulo sin rumbo, pero voy al lago porque creo que el lago es mejor que yo y deseo estar bien acompañada. Su belleza, su acierto, su aspecto remoto, su incapacidad para hablar delatan una inteligencia y una virtud más puras que las mías, mejores.

El lago significa algo. Lo acaricio y mis venas se sacuden. Intento hacer algunas cosas reales.

Hay mucha plata.

De vez en cuando el lago me mira con frialdad, lo que me provoca escalofríos.

No he tenido conversaciones posteriores con él. No hablamos de nada, me digo.

En la orilla, me digo a mí misma: «¿Realmente necesitas todo esto? Es una gran muchedumbre. ¿Realmente necesitas todo esto?».

Estoy tratando de ser independiente. ¿Eso está mal?

Decisión

Dijeron: Esto es correcto, más piadoso. Dejan mensajes en el buzón diciéndome que suba y están desnudos. Me ofrecen comida, lo que quiera. Me ofrecen lo que yo quiera.

Por las tardes celebramos. Otras personas también viven felices.

Dije: «Me pregunto si debería volver a ser hermosa». Sostuve el sombrero. Sostuve el sombrero. Dije: «Siempre quiero un sombrero, pero nunca uso uno».

Me puse un ungüento en las manos.

Mi cabello no es rojo. Mi cabello es amarillo. Mi cabello es castaño. También está trenzado. No he esperado para caminar con cierta persona. Dije: «Me gusta mi dinero más de lo que me gustas tú. ¿Necesitas que me haga cargo de ti?».

Es posible imaginar algo más perfecto

Ahora mi padre es mejor que mi sombrero. Mi sombrero es mejor que los zapatos de mi madre, pero sus zapatos son mejores que estos calcetines. Mis manos son mejores que su reloj de pulsera. Mi nariz es mucho mejor que su cabello. Mis dientes lo son aun más.

Mi alfombra es inferior a sus senos, pero mi alfombra es mejor que cualquiera de mis piernas. Mi cacerola grande; me comporté como si fuera un fracaso en comparación con su higiene personal.

Pelo patatas dulces y las meto al horno para que la cena pueda servirse.

«¿Son espinacas?», dijo mi hijo. Le dimos un buen vistazo: esto es obvio, muy activo, blando, suave, escurridizo, un fluido, una bebida para mejorar uno mismo al familiarizarse con ella. Actué como si pudiera hacer eso.

El pene había sido muy decente

Al vendedor de comida, al pintor de casas, al nadador y al amigo del marido les había gustado mucho el pene del marido.

El pene del marido había sido muy decente.

La esposa habría caminado con el pene dentro de ella si eso hubiera sido posible.

El marido estaba muerto, el marido que no tenía mucho tiempo de haber muerto.

La esposa afligida se acuesta demasiado tarde y despierta muy temprano y come una ensalada para mujer en la mañana. Habla sobre personas que deberían recibir dinero.

Le dice a la gente: «Tenemos mucho que discutir».

Ella lamenta la muerte del marido. Alrededor de su cintura ata una bufanda vergonzosa que le había pertenecido a él. Viste su terrible camisón. Frunce el ceño que alguna vez perteneció a la madre de su marido.

Luego, torpemente, prepara un milagro.

Éxtasis o pasión

Padezco de pasiones mientras estoy vivo. Tengo problemas con mi nariz. Cuando me caí, me rompí ambos brazos. No sabía que me había roto los brazos. Me senté después de caer. Había semen en mi pene. Mis manos estaban unidas sobre mi vientre, como las de Bob, como si alguien hubiera manipulado mi cuerpo. Alguien más —¡yo no lo hice!— 
debió de haberme matado.

El tipo de persona que recordarás siempre

Acababa de conocer al hermano y a la hermana que habían cogido para averiguar qué se sentiría. Y luego dijeron, él o ella, que era como cogerse a un hermano o a una hermana, así que nunca más lo volvieron a hacer.

El hecho de que habían cogido era un chisme que tenía la intención de advertirme que me alejara del hermano en la fiesta donde vi a la hermana abriendo las piernas tan descuidadamente como para que cualquiera —yo, por ejemplo— pudiera mirar por debajo de su falda y ver la parte oscura mientras estaba sentada en el sofá.

Su marido estaba a su lado, un hombre robusto que vestía un traje demasiado pequeño o que estaba bajo tensión. El traje estaba rasgado, según pude ver, bajo el brazo, justo en la costura. Tenía el brazo alrededor de su esposa, la hermana que había cogido con su hermano.

Me pregunté si el marido lo sabía, si sabía todo sobre ella o no. Me lo pregunté mientras miraba sus piernas, con sus rodillas juntas y luego separadas, y mantuve mi mirada fija en él, cuando estábamos sentados, pero me olvidé por completo del marido mientras comíamos. Muy buena, esa comida que tuvimos.

Y después del banquete, la mujer que había tratado de advertirme que me alejara del hermano me pidió acompañarla. Caminamos juntas desde su cocina hasta el baño. Era su fiesta, así que me condujo hasta ahí y cerró la puerta. Dijo: «Oye, ten cuidado». Dijo: «Ha encintado a seis chicas».

Y dije: «¿Qué significa eso?».

Luego vi cómo su largo y oscuro cabello oscilaba en ambos lados de su cabeza mientras la movía, mientras veía en direcciones distintas, aunque sin mirarme, mientras intentaba discernirme. Dijo: «Las embarazó a todas».

Y dije: «¿Y no le importó lo que les sucedió?».

«Exacto. Así es», dijo. «Ten cuidado».

Ella debió de saber que su fiesta estaba a punto de terminar porque después de la conversación no quedó mucho tiempo. Junto a la puerta repartió rápidamente obsequios pequeños cuando todos estábamos despidiéndonos; lo hizo con tanta prisa que no pude ver de dónde los sacaba. De repente, mientras salía por la puerta, había un regalo en mi mano. Desde que era niña no había recibido un obsequio al final de una fiesta y luego llegamos a pensar que merecíamos tales obsequios. Así que ahora algo había cambiado.

El regalo que me entregó fue un morralito de algodón para guardar joyas, de un tono rosa brillante, hecho en la India y que se cerraba con un clic.

Salí de la fiesta con el coge-hermanas. Era lógico. Teníamos aproximadamente la misma edad y ambos éramos atractivos para alguien de nuestra clase, lo que seguramente importó. No debo olvidar mencionar que su hermana era bonita, y que su esposo era guapo, y que la mujer que organizó la fiesta también era bonita y su esposo también era guapo.

El coge-hermanas y yo habíamos asistido solos a la fiesta y había sido su idea que nos fuéramos juntos. Primero nos detuvimos en un bar, donde ambos tomamos algunas copas. Me aferré a una caja de cerillos. La hice girar en sus cuatro esquinas mientras él me contaba 
lo que estaba de humor para contarme sobre su vida, para que yo sintiera que lo conocía desde hace mucho.

Luego le conté todo lo que yo estaba de humor para contarle sobre mi vida, todo lo que importaba. Ahora no puedo recordar lo que le dije. Luego él dijo: «Escribe tu número telefónico en la caja de cerillos», lo cual hice.

Le pregunté: «¿Quieres que también escriba mi nombre?».

Y él dijo: «No, tu nombre no, sólo tu número».

Estábamos junto a la puerta y en total oscuridad, listos para irnos del bar, cuando le entregué la caja de cerillos. Me besó. Presionó con fuerza contra mi boca para besarme y luego me quedé esperando para averiguar qué sucedería a continuación.

Todavía lo veo alejándose en las sombras. Después pasó una mano por su cabello. Una de sus manos seguía sosteniendo la caja de cerillos, así que la caja de cerillos también desapareció, deslizándose bajo el cabello. Empujaba sus manos con tanta fuerza a ambos lados de su cabeza que estiraba la piel de su rostro hacia arriba y atrás. Estaba convirtiendo sus ojos en rendijas. Aplanando su nariz. Las comisuras de su boca subían.

No supe si estaba jugando conmigo, si estaba enojado, o si estaba tratando de averiguar algo. No pregunté: ¿Qué significa eso? Ahora supongo que aquello significaba que realmente yo le importaba, pero nunca fue relevante. Me lo he cogido y cogido y cogido, y he sentido todo su cabello en mis manos muchas veces.

Ahora estaban en la cima

Había sido convocado junto con su esposa e hijo para presenciar ese momento dentro de la tienda.

El marido dijo: «Toma ése».

La esposa se puso un par de anteojos. Esperó a que su gusto por el armazón se pronunciara.

El niño dejó caer su juguete. La esposa comenzó a sentir odio por su hijo.

«Ayúdame, por favor», dijo la esposa.

El marido dijo: «Quítate ésos».

El óptico dijo: «¡Aah».

El niño de alguien más salió de la óptica.

«¿Tiene un baño que pueda usar?», preguntó la esposa.

El óptico sonrió. Dijo: «No».

Dentro del baño un plato y un pedazo de jabón saltaban como carneros.

El niño cayó al suelo.

Perdía la mayor parte de su tiempo haciendo cualquier cosa.

«¡Tú! Tú deberías levantarlo», la esposa le dijo al marido, refiriéndose al pequeño.

«¡Se cayó!», dijo el marido.

«No podrías hacerlo, incluso si lo intentaras», dijo la esposa.

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