VII
Ya que el hombre padece por no haber
asistido a su propia creación.
Y a la creación de todo el universo conocido y desconocido…
María Zambrano
quién la Creación crearía
sin menester
de algo en que contemplar
un espacio / tiempo incierto
iluminado
gnosis o hybris
fugacidad
acaso
adivinada
en los pliegues del día
permanencia
XIV
un puente extendido
de una sílaba a otra
él
tú
ella
no son todas las personas
huellas quizás
de una antigua asamblea
reunida
en honor
de
una grieta
en el seno de lo dicho
lo callado
un atajo
anudando
la ilusión con su espejo
XV
en sueños
contempla la maniobra
incierta
de algo / alguien
más allá de lo humano
o aún por serlo
saltimbanqui
transitando
de puntillas
esa cuerda dudosa
de lo real a lo irreal
no es que dude
es que derrama
desde lo alto
una tinta salobre
—esquirlas
de lo azul alboreado
herido
de púrpura
vitrificado
pero volvamos
al soñador
del sueño
en su apaciguado relente
¿lo empujará?
¿lo hará caer?
¿hacia qué lado?
¿acaso hay lado
posible
en el fortuito
territorio del sueño?
y sin embargo
cae
el equilibrista
no el soñador
ni pájaro ni dios ni hombre
o aún por serlo
XXI
La diligencia del mago atiende
a aquello que se corresponde:
la niebla con los muros
los cuerpos con los barcos
el tatuaje en el bíceps del aventurero
/ con un cántico herido
o una urna
Oscuras son las formas
de la semejanza
qué es aquí y qué es ahora
vibra
quizás
en un eterno sueño suspendido
quizás
en un vertiginoso devenir
fugacidad y permanencia
también
se corresponden
mutuamente
se mecen
cada cual a un extremo
de la vara
de luz
que el presti-
digitador
sostiene
en la punta de sus dedos
su acierto
su prestige
XXXV
como trazados por los dedos de la fiebre
estos bosques
estas
arboledas rojizas
conjuran un rumor
de hielos
inmolándose en lo oscuro
capricho de un demiurgo otoñal
—viejo vencido—
errática y
suntuosa y
mágica
pesadilla
—quién la crearía—
un volcán invertido
tragándose a sí mismo
un tiempo ensangrentado
devorando a sus hijos
como un perro
y después
después de todo
(después del verde tierno de la hierba fresca y
húmeda
– —quiero decir-—)
¿dónde el venero
del mundo? ¿dónde
su animoso final?
¿dónde
la certera batuta
que marcará otro comienzo?
XXXVIII
con las rodillas hincadas
en la arena
ofrenda pájaros
que se cierran sobre sí
azules
como senos
lunas morosas, niebla
renuente
a la desnudez de la playa,
al vacilante fulgor
extremo
de las catedrales
el galardón acecha tras la escena
donde perder es ganar
y ganar, hacerse
con el último
jirón de la tarde