Café metamorfosis / Irlanda Yamil Tosatado Jiménez

Zapopan, Jalisco

Tenía que tomármelo para darme cuenta de su poder enigmático.

8:00 a.m. Me bañé, me vestí, subí al auto y me fui al trabajo. Llegué luego a la oficina, encendí la computadora y con el abrigo todavía puesto me dirigí adormilado y falto de ánimo hacia la cocineta donde hervía la cafetera.

7:00 a.m. Benito el conserje abrió la puerta de la oficina, encendió la luz del comedor y conectó entonces la cafetera. Barrió la calle, sacó la basura, regresó al comedor y se sirvió una taza de café hirviendo.

8:15 a.m. Tengo cuarenta y seis correos por leer, cuarenta de ellos tienen el icono de importancia alta, entonces me doy cuenta de que los seis que no lo tienen son los verdaderamente importantes. Leo y doy un sorbo a mi taza, suspiro con desgano y doy otro sorbo, sigo leyendo y contesto el teléfono, es un cliente molesto. Doy     otro sorbo verdaderamente urgente y desesperado, mi taza de café está vacía, ¡Esto sí es importante!

8:15 a.m. Benito conserva su taza de café medio vacía, medio caliente. Se fuma un     cigarro y da un trago para quitarse el mal sabor. Sus dientes están ahora más amarillos.

8:30 a.m.
Me dirijo al comedor para servirme otra taza de café. “¿Usted toma más de dos tazas al día?”, me preguntó alguna vez el médico. “No”, le contesté. “No hay de     qué preocuparse entonces, está usted dentro de los límites de lo normal”, me respondió. Ya no hay suficiente agua en la cafetera. Esto también está dentro de los límites de lo normal. Echo un vistazo a los escritorios de mis compañeros, de todos ellos surge una tenue fumarola que desprende un aroma a café sin azúcar. Regreso a mi lugar, esperaré a que alguien se termine su taza para que se decida a poner más agua a hervir.
Nadie lo hizo, ni siquiera Benito.

7:30 p.m. “¿Y para usted?” “Para mí, un café cortado, sin azúcar, pero le pido me traiga la leche y el café molido por separado.” “Veré si me lo permiten, señor, “¿Y usted, señorita, va a ordenar algo?” “Una coca-cola, por favor. Me trae por separado el vaso y los hielos.” Su mirada es sarcástica.

7:45 p.m. “Mira, Susana, así es como se prepara un verdadero café cortado. Debes batir el café molido con un poco de leche hasta que éste se vuelva blanco y líquido. Es     cosa de tener tacto y paciencia.” “Para un café y una coca-cola mejor nos hubiéramos quedado en casa resguardándonos del frío.” “No, Susana, en mi casa se terminó el café. A decir verdad, hace un par de meses que no compro, como siempre hay en la oficina… Pero este café es distinto… ¡Me sabe a gloria!”

07:45 p.m. “Toña, ¿ya está el agua p’al café?” “Ya, Benito, lo puse antes de que llegaras.” “Volvistes a comprar pan.” “Benito, pero es que no había conchas, y como a ti te gusta tanto remojarlas en el café…” “¡Está pero bien sabroso! Este café es de otro, ¿verdad? Tiene muy buen sabor.”
    Benito tenía que tomarlo para darse cuenta de su poder metamórfico.

 

 

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