Víctor, Víctor, has dejado tu tienda,
   tus hijos, tu casa recién pintada,
   tu país… por el brillo que deslumbra
   a todos, y cruzaste la frontera,
   el mar y el cielo como nube negra.
Hace seis meses que has llegado aquí
   con la barriga llena de ilusión,
   con el cerebro lleno de burbujas.
En cortos días, en tan largas noches,
   se evaporó el ahorro que trajiste
   contigo, y con ello esos años duros
   de trabajo bajo la lluvia y el sol.
Con todo aquello se agotó la santa
   paciencia. Despertaste con mucha hambre
   de ese sueño que era una pesadilla.
   Nada había para comer y fuiste 
   devorándote a ti mismo. A tus pies
   se derrumbó el puente y empezaste a rodar
   por los círculos fríos de la noche.
Víctor, a pesar de todo, has logrado
   lo que no has podido bajo tu techo,
   lo que no han podido los duros campos
   ni las recetas vegetarianas de tu esposa:
   ¡bajar treinta y dos quilos en diez meses!
Ya puedes, Víctor, regresar ufano
   a tu añorada tierra.