Azul / Alba Huerta Pérez

Preparatoria 11

El niño abrió  los ojos al fin, después de un gran sueño. Se vio rodeado de paredes azules y estantes llenos de juguetes, envuelto en sábanas de franela y una colcha de algodón; la almohada era suave y el colchón no tenía ningún resorte salido.

     Un dinosaurio de plástico le saludó desde uno de los estantes más altos, la muñeca lloraba porque el soldadito de plomo había caído en batalla, y el osito de peluche aún dormía el invierno.

     En una esquina, a media altura, había un misterioso velero construido a escala dentro de una botella de vidrio.

     Una caja de música sonaba.

     Una pelota muy colorida llamó al niño a jugar, pero éste no pudo levantarse de la cama y un recuerdo lejano le hizo añorar el sonido que produce una pelota al botar contra el piso.

     No había ventanas en la habitación, sólo cuatro padres; en una de ellas había una puerta cerrada.

     El niño estaba atado por cuerdas invisibles a la cama.

     El niño estaba enfermo.

     El niño no podía jugar.

     Así  ocurrió aquella última vez que el niño despertó.

     Minutos después, el niño volvió a un sueño del que ya no pudo despertar.

 

 

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