Autorretrato a los veintisiempre

Jaime Jordán Chávez

(Zapotlán el Grande, 1995). Estudiante de la Licenciatura en Letras Hispánicas en el CUSur y ganador del XII Concurso Literario Luvina Joven, en la categoría Luvinaria.

Tengo derecho a hablar de mí

Julián Herbert

Yo tenía una sonrisa de piano esquizofrénico
y trabajaba en un hotel de la noche a la mañana
donde atendía gringos solitarios
que sonaban pendejos hablando en español
cuando pedían que limpiara el piso.

Por aquellos tiempos
aspiré el invierno de un solo golpe
y me sentí un pequeño dios en Zapotlán el Grande
hasta caer como rayo de pobreza
en el océano inflacionario. 

Por aquellos tiempos brincaba como duende 
en lo alto del cerro buscando hongos
mientras imaginaba mis primeros libros
y tomaba fotografías de paisajes inenarrables
con la cámara de un celular roto.

Fui el guajolote borracho
en la boda de mi hermana
y me agarraron de las alas
para aventarme al centro de la fiesta.

Hice el amor con un par de mujeres
y con una el amor nos hizo.
A todas las abandoné
y todas me abandonaron.

Nunca pude agitar ninguna bandera
la más remota idea de patria
me resultaba asquerosa
por su aroma abstracto.
Mi país era un pozole de carne humana
mi país es un pozole de carne humana.

Ahora soy poeta
y provengo de una generación
acostumbrada a las matanzas.

Ahora soy padre
y provengo de una generación 
en la que nadie quiere tener hijos.

Durante el día
mi sonrisa de piano esquizofrénico se cierra sutilmente
le cambio los pañales al mundo
juego bailo canto
hago voces líricas de muñequitos
compongo canciones infantiles
ahuyento monstruos 
que quieren vivir abajo de la cama de Marbella
y cuando llega la noche
descubro el poema
que se escribe a través de mí
con una voz que no es de nadie.

Todavía soy joven
y ya aterricé un par de aeroplanos descompuestos 
ya me chuparon el alma un par de musas
ya arrojé el cielo a la basura
ya jugué piedra papel o flor y perdí.

Tanto para decir que he desperdiciado el tiempo
que en mi barba se ocultan duendes
y que no tengo aspiraciones literarias
porque ninguno de mis amigos talentosos
con los que pongo toques
caguamas y algunas otras cosas
es jurado en ninguna parte.

Cuando sea viejo 
espero ser menos descarado
y hablar de temas trascendentales
pero algo me dice 
que toda la vida tendré veintiséis años
y un par de poemas 
sin terminar

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