(Ciudad de México, 1989). Practica psicoanálisis. Su publicación más reciente es «Ominoso | osonimO» (Revista de la Universidad de México, 2021, CDMX).
Dice Jean-Luc Nancy, en su conferencia «¿Qué significa partir?», que «bailar no sirve para nada, pero todos los pueblos humanos siempre bailaron y todavía bailan […] bailar es partir un poco (61)». Bailar, afortunadamente, no sirve para nada.
¿Qué tiene que ver la danza con la historia, con la ficción, con la literatura y con el psicoanálisis? ¿Por qué empiezo reflexionando en torno a la danza? Bueno, respondo primero lo segundo y después lo primero, a lo nachträglich[1]: empiezo por la danza porque no sé de qué otro modo hacerlo, quiero decir, ¿qué no ha empezado por la danza, partiendo de que ella es lenguaje? ¿Qué de lo humano no ha empezado con el lenguaje y a través suyo? Me parece que ya se alcanza a asomar cómo es que mi respuesta a la segunda pregunta convoca a la primera. A través de la danza, el canto, la pintura, los textiles, los pueblos han dejado y siguen dejando testimonio de sus historias en diferentes superficies; a través de la danza, el canto, la pintura, los textiles, los pueblos se han escrito y siguen escribiéndose. Coreografía es, no sólo etimológicamente, la escritura de una danza. Además empiezo por la danza porque, siguiendo a Nancy, bailar es partir un poco y partir también es dividir, fraccionar, separar y analizar. Por lo tanto parto desde la danza, desde la partitura del movimiento, es decir, de la vida. Si pensamos en movimiento no podemos prescindir de la duración en el tiempo que éste tendrá, así como tampoco del lugar en el espacio donde sucederá y la materialidad que lo encarnará. Esa materialidad es cuerpo, ya sea que se trate del cuerpo de brazos y piernas con el que bailamos, de otro cuerpo del lenguaje como algún sonido o grafo o, específicamente, del cuerpo de este texto dividido por sus notas al pie de página.[2] Lo segundo, que es la primera pregunta cronológicamente, apunta a la relación entre danza, historia, ficción, literatura y psicoanálisis. Ya adelantaba que la danza es, como la pintura o los textiles, escritura: el registro, la huella de que allí hubo cuerpo vivo en un espacio y en un tiempo. Bailando tenemos cuerpo en tensión, cuerpo que marca y es marcado; bailando escribimos, producimos el texto de un recorrido, una coreografía, incluso si no anotamos y olvidamos.
Hablamos entonces de escrituras, de textos, de tejidos. Si bien no toda escritura es literatura, me parece que estamos autorizados a decir que toda escritura es ficción; si bien no toda coreografía es arte, podemos decir que toda coreografía es ficción. No hay producción humana que no sea ficción, pero no toda ficción es arte. Analicemos: toda producción es ficción en el sentido de que es artificial, inventada; producción en el y del lenguaje; invención porque, en tanto producción humana, no ha estado en la naturaleza. Las preguntas por la ficción apuntan hacia la fantasía y por lo tanto hacia la realidad, asuntos con los que se las tiene que ver el psicoanálisis.
El diccionario de la RAE define ficción como «acción y efecto de fingir».[3] Según la RAE, entonces, toda producción humana es fingida: las matemáticas, la física, la química, el mercado, los Estados nación, entre otras cosas, entre casi cualquier cosa. ¿Cómo decir a los feligreses de la RAE y otros diccionarios, que creen en la autoridad incuestionable de la definición y de la fijación, que la ficción es todo el quehacer humano, que la ficción es el resultado de la causa de nuestra humanidad y de la que estamos y somos sujetos: el lenguaje? Que los diccionarios también son ficción. Que, si bien existen diccionarios críticos cuyos esfuerzos apuntan a la tarea insoslayable de conocer y explicar las palabras que crean y sostienen el mundo[4] sin anular la singularidad y la multiplicidad de cada palabra, a muchos ejercicios de clasificación se les resbalan inadvertidamente las diferencias y, en esa medida, lo suyo sí es acción y efecto de fingir cuando los sinónimos aparecen pensados como intercambiables, sin más. No es posible, excepto fingiendo, decir igual lo diferente, no es posible canjear una cosa por otra sin consecuencias. Por ejemplo: ira y rabia podrían parecernos sinónimos, no obstante, si cambio ira por rabia, pierdo la posibilidad significante de referir al Ejército Republicano Irlandés, en inglés Irish Republican Army. Movimientos, danzas, no poco comunes en psicoanálisis.[5]
Ficción no es fingir ni mentir —o concedamos que no solamente—[6], la ficción es una invención que contiene verdad y esa verdad, en tanto subjetiva, apunta al deseo. Cuando Freud se refería a las narraciones de sus pacientes, las llamaba novelas familiares o novela del neurótico. Aunque inicialmente sí corroboraba con terceros, cuartos o a saber, las ocurrencias de sus pacientes, después abandonó esta práctica porque se dio cuenta de que la realidad psíquica —la única realidad, digo yo—[7] tiene efectos, sin importar si está o no verificada (¿verificada? ¿Quién podría verificar semejante cosa y bajo qué criterios? Verificar, además, cuya raíz nos acerca a verdad, no a realidad). La ficción es verdadera si sus efectos son verdaderos, independientemente de cuán verosímiles o inverosímiles nos parezcan éstos. Así, alcanzamos a ver algo del vínculo asociación libre-realidad psíquica-ficción-literatura.
Como decíamos, la danza o cualquier otra escritura es una ficción en tanto artificio. Pensemos, por ejemplo, en los síntomas en el cuerpo, ¿no es su despliegue una puesta en escena, un guion? Aquí lo importante, ya se trate de un caso de posesión demoníaca en el siglo XVII o de la gastritis que padecí el fin de semana anterior, es que los síntomas condicionan al cuerpo, lo hacen bailar de determinada manera. ¿De qué determinada manera?, pregunta une psicoanalista, porque los síntomas no son fingidos, por más ficcionales que sean, asunto que tampoco los vuelve circunstanciales; hay algo suyo determinando. Los síntomas, como explica Freud sobre los sueños en La interpretación de los sueños, son del sujeto y éste habrá de responsabilizarse de ellos y, como cualquier formación inconsciente, ya anuncian la dirección de su deseo, de su falta. Es fácil y a veces cómodo creer que cuando una elección no es consciente no es elección y, por lo tanto, el sujeto, de eso aparentemente azaroso, no es responsable; la posibilidad de asumir lo que de mi deseo emana es, ni más ni menos, la posibilidad de emancipación. El psicoanálisis conduce un proceso emancipatorio de reafirmación subjetiva y singular de la vida, pero no sirve para nada, como bailar tampoco sirve para nada, si pensamos servir dentro de los límites del sistema neoliberal. Hacernos cargo de nuestras formaciones inconscientes (errores, olvidos, lapsus, chistes, sueños, síntomas), sin embargo, no es poca cosa, como tampoco lo es asumir que la ficción no es mentira ni fingimiento ni lo opuesto a verdad. Nuestros síntomas, de los que participamos y tenemos que hacernos cargo, son una danza también y consiguen, en el mejor de los casos, crear algo: poiesis.
Cuando Vicente Huidobro, en su manifiesto NON SERVIAM, declara su independencia de «la madre Natura», lo hace con el propósito de crear otras realidades, realidades artísticas, realidades psíquicas —tomémonos la licencia de pensarlo así—, otros mundos:
El poeta, en plena conciencia de su pasado y de su futuro, lanzaba al mundo la declaración de su independencia frente a la Naturaleza. Ya no quiere servirla más en calidad de esclavo. El poeta dice a sus hermanos: «Hasta ahora no hemos hecho otra cosa que imitar al mundo en sus aspectos, no hemos creado nada. ¿Qué ha salido de nosotros que no estuviera antes parado ante nosotros, rodeando nuestros ojos, desafiando nuestros pies o nuestras manos? Hemos cantado a la Naturaleza (cosa que a ella bien poco le importa). Nunca hemos creado realidades propias, como ella lo hace o lo hizo en tiempos pasados, cuando era joven y llena de impulsos creadores. Hemos aceptado, sin mayor reflexión, el hecho de que no puede haber otras realidades que las que nos rodean, y no hemos pensado que nosotros también podemos crear realidades en un mundo nuestro, en un mundo que espera su fauna y su flora propias. Flora y fauna que sólo el poeta puede crear, por ese don especial que le dio la misma madre Naturaleza a él y únicamente a él». Non serviam. No he de ser tu esclavo, madre Natura; seré tu amo. Te servirás de mí; está bien. No quiero y no puedo evitarlo; pero yo también me serviré de ti. Yo tendré mis árboles que no serán como los tuyos, tendré mis montañas, tendré mis ríos y mis mares, tendré mi cielo y mis estrellas. Y ya no podrás decirme: «Ese árbol está mal, no me gusta ese cielo.... los míos son mejores». Yo te responderé que mis cielos y mis árboles son los míos y no los tuyos y que no tienen por qué parecerse. Ya no podrás aplastar a nadie con tus pretensiones exageradas de vieja chocha y regalona. Ya nos escapamos de tu trampa. Adiós, viejecita encantadora; adiós, madre y madrastra, no reniego ni te maldigo por los años de esclavitud a tu servicio. Ellos fueron la más preciosa enseñanza. Lo único que deseo es no olvidar nunca tus lecciones, pero ya tengo edad para andar solo por estos mundos. Por los tuyos y por los míos.
Crear algo es plantar un árbol pero también lo es cantar mi árbol independientemente de la Realidad Objetiva. Mi árbol que escapará a las definiciones, categorías y significados; mi árbol que funcionará como significante, como cuerpo y sólo significará en función de su posición en el espacio y sus relaciones de contigüidad con otros cuerpos, con otros significantes; como I, R, A, que significan rabia y Ejército Republicano Irlandés y, quizás, algunas otras cosas. Mi árbol, como cuerpo, y mi cuerpo que componen mi realidad psíquica y a través de los cuales escribo mi novela neurótica, en tanto significantes y no en tanto significados previamente fijados e impuestos.[8]
Cantar mi árbol, transitar por notas al pie de página abriendo caminos, bailar síntomas, escribir novelas neuróticas son partir un poco, son gestos que movilizan; significantes capaces de crear otra cosa, capaces, en el mejor de los casos, de poiesis, de arte y, en el menos afortunado de los casos, significantes que se resisten al dominio de la Realidad Objetiva porque ¡otro mundo es posible! ¡No es tan poco afortunado el menos afortunado de los casos! Cantar mi árbol, transitar por notas al pie de página, poiesis efectiva y afortunadamente no sirven para nada, no se someten a las lógicas de servidumbre, son una apuesta de emancipación como el psicoanálisis, que es ficción.
Este texto fue escrito para el encuentro «Historias de la mente: medicina, psicoanálisis, ideas y narrativa», parte del seminario «Historia y ficción», organizado por la División de Historia del cide, en el que participé el 17 de septiembre de 2019 por invitación de David Miklos. La versión presente ha sido editada.
[1] Nachträglich se refiere a un tiempo retroactivo. Freud proponía una lógica de tiempo no lineal, no cronológica. En psicoanálisis nos enfrentamos a momentos cronológicamente posteriores que despiertan, convocan o significan a otros cronológicamente previos, pero que sólo retroactivamente cobran sentido, al menos, en esa dirección. Entonces decimos que los segundos momentos cronológicamente, aquellos que convocan, son los primeros.
[2] Insertar notas al pie de página, para mí, no es solamente un señalamiento a una referencia externa al texto. Insertar notas al pie es un ejercicio ético en varios sentidos: en principio porque amenaza la linealidad, con todas sus consecuencias, y, pareciéndose tantito a la asociación libre, da lugar también a movimientos en diagonal o en espiral, incluso tal vez en reversa; enseguida porque son saltos, como pasos de baile, son partidas –despedidas y bienvenidas– en las que se juega algo en el movimiento mismo, en la forma, más allá de sus contenidos; además me dan oportunidad de anotar otras inquietudes que asoman al camino principal; finalmente, porque explicitan el rol activo de les lectores, les invitan a moverse, a saltar, a bailar, a partir un poco. Nuestro proceder en la vida es más hipertextual que recto (con todas las connotaciones morales que la rectitud arrastra), ¿por qué, entonces, insistir en que nuestros textos sean exclusiva o mayoritariamente lineales?
[3] El diccionario de la RAE y varios diccionarios (el DSM incluidísimo en esta lista) definen y, en esa medida, clausuran, atrapan y terminan por destruir, porque la fijación, la inmovilidad, la inorganicidad son muerte.
[4] Quiero agradecer a mi amadísima y admiradísima Denisse Gotlib por su lectura e intervenciones agudas, en general, y por llamar mi atención sobre la posibilidad fecunda y vitalista de pensar los diccionarios como una herramienta de creación, en particular; ahí donde la que restringía, reducía, clausuraba y fijaba era yo, reproduciendo exactamente lo que condenaba. Comparto un fragmento de nuestro intercambio:
«Pensé en la última palabra que busqué en el diccionario de la RAE, jaja. Bayoneta. La primera definición dice:
1. f. Cuchillo o arma blanca de los soldados de infantería, que se acopla a la boca del fusil.
Aunque dice cuchillo, también dice todo lo demás. No me imagino sólo un cuchillo. Me voy haciendo una imagen en mi cabeza. ¿De qué otros modos podríamos describir con palabras una palabra nueva a alguien que no la conoce?».
[5] En ¡Palabra! Instantáneas filosóficas, Derrida dice que «la “destinerrancia”, la posibilidad que tiene un gesto de no llegar nunca a su destino, es la condición del movimiento de deseo».
[6] Recuerda Derrida, también en ¡Palabra! Instantáneas filosóficas, que «todo acto de palabra promete la verdad (incluso y sobre todo, si miento)».
[7] Cuando digo que la realidad psíquica es la única realidad, digo que cada sujeto se sujeta a su realidad psíquica, no que todos nos sometemos a una única realidad.
[8] Comparto otro fragmento de mi intercambio con Denisse Gotlib porque considero que su reflexión no sólo habilita vías de conciliación, sino que articula una aparente paradoja, plataforma desde la que, me parece, se lanza Huidobro en NON SERVIAM, probablemente con todo y el paracaídas de Altazor.
«Esto me hizo pensar en algo quizás paradójico: que tal vez sin esos significados previamente fijados e impuestos no habría cómo construir los propios… ¿Cómo haríamos “lo nuestro” si primero no hubiera habido “lo de antes”? Tal vez suene raro, pero pensé: si nuestros padres o el mundo no nos hubieran transmitido los significados previos, ¿cómo podríamos revelarnos ante ellos o transformarlos, o hacer los nuestros, diferenciarnos?».