(Chetumal, 1992). Es autor del libro de cuentos Ya no hay fechas importantes (Pinos Alados Ediciones, 2020).
i Cobra es un depósito de contenedores industriales entre pinos y abetos, al sur del bosque Whitewood. También es lo que Carolina y yo nombramos un hogar. Hace un año llegamos en bicicleta. Nunca nos fuimos, tampoco planeamos hacerlo. ii Aquí las noches son graznidos, croar de ranas, susurro de árboles, grillos a los que prestamos atención de vida o muerte para no escuchar cómo todo lo que alguna vez conocimos se desvanece, haciéndose pedazos, estruendo tras estruendo tras estruendo. iii Lo primero que vemos al amanecer esta máquina derruida de la que alguna vez colgaron canastos que giraban hacia atrás, adelante, en espirales interrumpidas ante una intermitencia neón y gritos de personas con la voluntad entregada a las garras de un maquinista. iv Atrás ocurrían las explosiones. Memoria: ciudades reducidas a rumor, vidrios rotos y caras a medio asomar tras bardas ennegrecidas. Pueblos, rancherías, gasolineras; páramos abandonados en un sentido contrario al nuestro. No te detengas, dijo Carolina, con las manos aferradas al manubrio. Mi respuesta fue seguir pedaleando. v De mi antigua vida extraño cada cosa que odié, enfrentarme a toda metáfora de tiempo y de muro. En Cobra no hay nada que odiar. Los sonidos del bosque son abrazos. Hay cambios de luz, no fechas, no horas. Los días soleados podemos estar desnudos, los días con lluvia también. Ahora enfrento amar esta nueva vida. vi Comenzaba a salir vapor de la cafetera. Era martes, amanecía. En el cielo, pocas estrellas y una luna transparente. De no ser por el fin del mundo ese día hubiera trabajado 12 horas en la tienda departamental por un salario que llenaba [mi refrigerador de coraje. 12 horas de ordenar y reordenar cajas en una bodega fría y polvosa. 12 horas de órdenes y más órdenes que parecían tener como fin [volverme loco. Carolina entró a la casa y dijo vámonos, sube a tu bicicleta. Escuchamos el primer estallido, el segundo y decenas. El fin del mundo no acaba con el mundo. Todas las mañanas pienso la última taza de café que pude haber bebido. vii Nuestro primer día en Cobra fue de exploración. Revisamos los contenedores. Estaban vacíos y un poco oxidados. Es un buen lugar, pensé. Parece seguro, dijo Carolina. Alrededor, el bosque era verde, olía a tierra húmeda. Carolina descubrió un cuerpo de agua, yo un encendedor entre hojas secas. Hoy fuimos a nadar, luego encendimos una fogata. Frente al fuego, Carolina preguntó: ¿Y luego, qué sigue? Pensé: Esperar. Ahora esperar es nuestra forma de huir.