(San Guillermo, Santa Fe, Argentina, 1993). Con su más reciente novela, Contrafuego (La Galera, 2020), ganó el Concurso de Novela Corta La Galera.
Cartas de Berniece
Tengo una hermana. Recibo sus cartas escritas a mano. Hola, querida Norma. Hacia el final del renglón se aglutinan las palabras, antes del precipicio: alguna mancha de tinta, esquinas desgastadas y marcas de uña. Busco un código como una membrana que me cubra de la posibilidad de su amor. Que cuando dice querida, del otro lado del papel, labrada como en una huerta, brote una palabra de rechazo. ¿Qué signo me va a amparar entonces? Querida Norma, ésta es una foto reciente de mi familia y ahora también la tuya. Tengo una hermana y la cuchilla fría del tiempo me va soltando la piel para ubicar su nombre entre las costillas: Berniece Estoy enamorada de Berniece, y es un amor tan puro que por ella quiero ser quien sostenga el bebé cuando vaya al baño, quien le tiña el pelo y le pinte las uñas, quien responda al marido si pide un té. Contestar como si fuera ella, borrar mi nombre, servirle para que su vida extienda indeleble mi sangre, nuestra sangre.
Perfiles
Cuántas veces pasé por esa autopista sin verme en el cartel plana, estirada. Estrías largas lo cruzan de punta a punta. Se destiñó y la piel amarillea, el pelo es rubio melocotón: «Sí, uso el champú Lustre Creme». Miro hasta que el tráfico se descongestiona, voy al aeropuerto y paso el Día de Acción de Gracias en [Oregon. Cuando regreso un nuevo cartel idéntico encima del anterior, mate y terso, me sonríe su perfil radiante: «Sí, uso el champú Lustre Creme». Entonces busco la lluvia, una ráfaga inesperada que arrase, la promesa de que algún día en la sustitución se encontrará un reflejo de la cara de Berniece.
Carta de Mamá
Yahvé es un dios sobre la cabeza de mi madre enferma. Yahvé es una célula mental autoconsciente el delirium tremens de una madre y una hija borrachas del deseo de estar juntas. A veces pienso que si mamá tirara del hilito de su costura primordial se desvestiría en Yahvé. Que si yo me desnudo, me voy a ver Yahvé. Él es la materia de las cosas, la esencia de cualquier pecado. No sé qué esperamos para volvernos del todo locas, pero hoy la carta de Mamá me asustó, me llamó Marilyn en vez de Norma, y yo no sé qué responder, como si después de la noche cayera siempre otra noche.
Que es lo mismo
Sé cuándo un hombre se está mirando a sí mismo en mí, y cuándo un hombre me está mirando porque en el último caso las pupilas se acomodan en el iris reposadas, medidas. Este hombre con nadie, con nada, ni hijos ni mujer, flaco como los camarones baratos, veía a través y aunque yo podía ser espejo él se fijaba como si fuera ventana. Lo llamé una tarde desde Los Ángeles, llegué hasta su arena, su Tulum, como la deriva de una nave trasladada por el oleaje luminoso de las vías telefónicas. Él me agarró de entre sus pies, una tabla corroída por la sal, y se la llevó a la nariz. Mi Marilyn, cómo olvidarse de la gringa que luce la Muerte como una bufanda de zorro.