Entre estadios, hospitales y las calles violentas de nuestro México lindo y querido, las historias y las crónicas de Juan Villoro nos llevan a disfrutar el sufrimiento de los partidos y a gritar-cantar los goles de nuestro equipo (más fuerte si ese equipo es el Necaxa), nos invitan a caminar en las calles del México antes del temblor o nos abren los ojos de golpe para conocer el México del narcotráfico y la violencia.
Galardonado como escritor y periodista con premios como el Herralde de novela o el Rey de España de periodismo, y con más de 20 años publicando, Villoro es uno de los escritores mexicanos más activos en la actualidad.
¿Literatura o periodismo?
Yo soy más escritor porque he escrito mucho más ficción y sólo después entré en el periodismo, pero éste me ha servido de mucho para mantener vivos los reflejos de la literatura, creo que es una muy buena enseñanza.
¿Cómo es que se hace un periodista o un escritor?
Un periodista tiene que ser una persona muy curiosa, debe tener intereses por cosas muy diversas. Los mejores logran hacer conexiones entre situaciones que normalmente no se han vinculado; creo que la cultura general que tenga un periodista le puede influir mucho, pero por desgracia esto casi nunca ocurre. Por otra parte, debe tener una honestidad inquebrantable y tiene que buscar siempre la verdad, porque el contrato de
un periodista no es sólo con el dueño de su periódico, sino con la verdad, y ahí tiene un problema grave, porque no siempre se puede ejercer el periodismo de esa manera en México. El escritor tiene otros compromisos: debe tener una búsqueda creativa, de originalidad, debe desafiar a su época, ir en contra de muchas cosas establecidas, por eso es distinta la tarea de un escritor.
Usted quería ser médico. ¿Cómo es que terminó estudiando Sociología?
Sociología es una carrera muy fácil, muy buena para los indecisos, porque es como un coctel de historia, política, de temas de cultura, es muy divertida y te da un buen contexto general. Yo no quería escoger Letras porque tenía una versión bastante ingenua de los estudios universitarios y pensaba que mi pasión por los libros se iba a congelar, se iba a terminar si la sometía al rigor de la academia, a un estudio forzoso. Pensé que se iba a convertir, de una relación amorosa, en un matrimonio forzado.
La carrera de Medicina hasta la fecha me atrae mucho, es la que más admiro. El problema es que es muy difícil escribir y ser médico hoy en día, con los horarios tan complicados de los doctores, con la difícil vida en la Ciudad de México, es muy pesado combinar la medicina con una carrera literaria. Tenía que tomar una decisión, y a los dieciocho años yo ya me sentía escritor, estaba en taller de cuento, había escrito varios y ganado un premio estudiantil. Sentí que iba a tirar todo por la borda si estudiaba Medicina. Mi mejor amigo estaba en la misma disyuntiva: él estudió Medicina y dejó de escribir. Pero tienes que escoger, es como cuando eliges casarte, eliges también no casarte con otras personas con las que podrías haberlo hecho. Lo mismo pasa con las profesiones, tienes que cancelar otras profesiones, pero la Medicina siempre estuvo latente, por eso escribí una novela, El disparo de Argón, que se sitúa en un hospital.
¿Fue para recuperar eso?
Claro, porque la literatura te permite tener muchas vidas posibles. Si tú querías ser futbolista, arquitecto o buzo, puedes tener personajes que se dediquen a esas actividades, puedes investigar un poco y meterte en esa piel a través de los personajes. Es uno de los grandes atractivos de la literatura, que es suplantadora de muchos posibles destinos.
¿Cuáles serían los personajes reales o ficticios que más admira?
Como escritor, y como persona, admiro a Chéjov. Él fue médico y escritor, una persona extraordinaria, no solamente fue un renovador del cuento y del teatro. Fue una persona magnífica, cosa que muy rara vez ocurre en el mundo del arte. Hay muchos casos de artistas excelsos en su obra y muy ruines en su vida privada. Él fue una persona de una sola pieza, extraordinaria.
En cuanto a los imaginarios, admiro mucho a Alicia, a D’Artagnan, el grandísimo y valiente mosquetero, pasando por Horacio Oliveira, el personaje de Cortázar en Rayuela.
¿Qué autor mexicano le recomendarías a alguien que no lee?
Yo recomendaría lo mismo que me pasó a mí: leer De perfil, de José Agustín. Es una novela que ocurre en las vacaciones entre secundaria y la preparatoria. Es un muchacho, como la mayoría en esa época, que no sabe qué estudiar, no tiene novia, se enamora de una cantante de rock, tiene una educación represiva y encuentra una liberación con los amigos y encuentra el arte. Yo creo que es una buena iniciación para alguien que no ha leído un libro por gusto. Es una novela modelo.
A veces puede parecer, sobre todo en estos tiempos en México, que la ficción es más verdadera que la realidad; en este sentido, ¿qué tanto puede servir la literatura para entender la realidad?
Yo creo que sirve de mucho, porque tenemos que intentar establecer el sentido y encontrar el hilo conductor de nuestra historia en una realidad que muchas veces se nos presenta de manera muy desgajada, rota, y la novela, el cine, el cuento o el teatro nos ayudan a través de distintas narrativas a entendernos de otra manera y a ver que, por ejemplo, el narcotráfico se ha convertido en una forma de vida y en una subcultura; cuando digo esto me refiero a una normalidad paralela, es decir, algo que para mucha gente es perfectamente habitual y sin embargo no tiene que ver con lo que promulgan las leyes o desea el resto de la sociedad. Entonces la literatura puede adentrarse en esos mundos, recrearlos para nosotros, y gracias, por ejemplo, a todo el cine de gángsters de los Estados Unidos se pudo entender lo que era el crimen organizado en tiempos de la Prohibición, y cómo funcionaban las mafias, de modo que el arte nos puede dar un reflejo muy significativo de la realidad para entenderla mejor.
Cuando escribe sus crónicas, sobre todo las de futbol, ¿cree necesario buscar ser objetivo?
Depende, porque algunas veces se escriben crónicas celebratorias, cuando se trata de algún partido que se ha disfrutado mucho, y para ser fiel a la emoción
en muchas ocasiones el cronista se debe dejar llevar por la pasión. Depende del ángulo que haya elegido tratar. A mí me interesa más que nada la pasión de la gente. No soy un técnico, no soy un entrenador ni futbolista profesional, tampoco soy historiador; lo que a mi interesa es averiguar por qué la gente se apasiona por un juego. Creo que para conocer una época hay que conocer los intereses que la gente tenía en esa época, y el futbol es la forma de pasión mejor organizada y repartida en el planeta Tierra; entonces, averiguar las claves de la pasión me parece fascinante. Naturalmente, ya que uno se entrega a esto, no puede dejar de contagiarse con la pasión o también con cierto repudio. Por ejemplo, en la cancha de Boca Juniors, me pareció terrible el maltrato que le daban a los aficionados del River Plate: hay mucha violencia, mucho racismo, mucha discriminación en las tribunas, y también esto afecta al cronista, y yo creo que hay que transmitirlo.
Entonces usted considera que con el arte, la literatura, ¿se puede sufrir?
El arte tiene que ver con el dolor, porque las cosas de las que una persona escribe la afectan mucho. Se escribe de sufrimiento, de dolor, de tragedias y, al mismo tiempo, se convierte en un placer, una diversión, se escribe y se lee por gusto. El arte nos conmueve por eso, porque surge del dolor pero se convierte en un placer.
¿Cuál sería el fin? O ¿para qué escribir?
¿El fin? Bueno, nosotros escribimos porque el mundo está mal hecho, el mundo está incompleto, el ser humano necesita soñar, enamorarse, contar chistes, anécdotas, compartir historias para completar su experiencia del mundo; la realidad no nos basta, tenemos que completarla con algo y, una de las maneras más ricas de hacerlo es justamente el mundo de los libros. Quien lee tiene dos realidades: el mundo que le consta, donde trabaja, ama, se relaciona con sus amigos y familiares, y otro mundo, imaginario, en donde están los héroes de las historias, que le recuerdan mucho a las de este mundo, pero también le aportan cosas nuevas. Entonces la literatura existe por eso, por lo mismo que existen el amor o los sueños, por la necesidad de completar, imaginariamente, un mundo que está incompleto, que es imperfecto.
¿En México hay suficiente apoyo para los escritores?
Aquí el gran problema es que no hay lectores. En México se prefiere dar apoyos oficiales a los creadores en vez de crear público para la cultura. Es mucho más fácil darle una beca de diez mil pesos a un creador que crear un público de lectores que, a la larga, mantenga a ése y a los demás creadores. El desafío para México no está tanto en apoyar directamente a los creadores, sino en crear público. Cuando tengamos nosotros una red de teatros fuertísima en el país y tengamos festivales y compañías que compitan en toda la república,
el que ponga una obra va a tener éxito en todo el país porque ya habrá una afición y redes de discusión. Lo mismo para los escritores: el futuro está en crear lectores, y una vez que existan, entonces los autores podremos vivir de nuestros libros.