Qué clase de reclamo hay cuando un chiquillo inglés grita detrás de la batería no una amenaza: una sentencia. Qué petición se hace repasando «I wanna be anarchy» con un avispero en los ojos. El 2 de diciembre de 1976 se presentaron por primera vez los Sex Pistols en el programa Today de la Thames Television, y para muchos el escenario de la música cambió desde entonces. Esa noche la industria se enteró de que podía ganar dinero criticándose a sí misma, y el resto de Londres lo supuso al siguiente día en las portadas de los diarios que reseñaban la ridícula entrevista. El sistema encontró un mercado basándose en lo anárquico.
¿Qué clase de reclamo hace un chiquillo inglés cuando grita «God save the Queen!»? Y desde entonces la rebeldía se asimiló como parte del cotidiano pop. Ni los gritos ni la ropa ni las sentencias ni el peinado ni los ojos enfurecidos ni el chico detrás de la batería ni «There is no future in England’s dreaming». ¿Cómo se asimila la rebeldía? ¿Cómo un maestro dibujante —Daniel Guzmán— traza con grafito a Sex Pistols? ¿Cómo Temístocles, La Panadería y Kurimanzutto? «Como negación, “Anarchy in the UK” podría traducirse racionalmente en entrevistas: intentando probar que el mundo no es lo que parece, el negativista reconoce ante los demás que el mundo es como parece», explica Greil Marcus. Guzmán detalla con sus dibujos, instalaciones, objetos y video lo que sucede dentro y fuera del sistema. La revelación también es definición, repetición, señalamiento.
Qué clase de reclamo es que un experto dibujante escriba sobre el papel «Sólo soy un pedazo de carne y merezco estar solo». Rendirse ante lo real es también crear. El desencanto es una lengua que hay que saber traducir en la televisión inglesa de los setenta. La protesta no asimilada por el sistema, la auténtica, es quizá la que se enfrenta al mundo mediante la definición, la repetición y el señalamiento; no es la que se grita con un avispero en los ojos. Tal vez consiste en la resistencia ante el lápiz, el paisaje, la realidad, la convención. Guzmán subraya lo que ve, se dice, es y está. El buen desencanto sólo pone el dedo sobre su llaga y no pide nada para curarse. Sabe, gusta, disfruta y disemina su desesperanza, y en estas páginas es punk y dibujo, instalación, video.
Es un mal día. Hay una trampa mortal detrás de la historia, dice la boca que habla y el animal que vive dentro. Se está en el ojo que observa, en la mancha negra e inmensa que devora. El artista destruye y carcome desde la letra, la línea, y ese agudo, extraño sentido alimentado de obsesiva lectura; Daniel Guzmán lee sin parar para encontrar esa sentencia que desespera y cobija, la palabra que define la tragedia para librarse de imprecisiones e incertidumbres. «No future, no future. No future for you. No future, no future. No future for me», repiten los Sex Pistols, que no piden: observan y nombran. Desencanto de buena calidad. La desdicha de Johnny Rotten fue su éxito, pero la industria amortiguó sus gritos. Daniel Guzmán sigue dibujando.
Dolores Garnica
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