Preziado amigo Josu:
Me demandas de algo dezir sovre una de las grandes kantikas en la istoria de la lingua muestra. Ama este grande poema konosido en mi tchikes kon los biervos ke se enmesklavan en el meoyo miyo no komprendiyan ni por una banda ni por la otra ké aviya adientro de esa godrura maraviyosa ande se avlava de la moerte, de la konosensya del ombre, de la egzistensia de un pueder divino presente en el mundo i presente en mozos ke somos i estamos en esa konsensia.
Kizites ke alguno ke supiera i entendiera kualo es la pertenetnsia a una lingua tchika saludara el lavoro de lokos ke significa vaziar una grande i disfikultoza poezía a una de las linguas más misteriozas de las kualas Babel dejo fuiyir desde los sielos de su torre fin a la tierra de tus padres i tus madres en el ermozo i sufrido payis vasko. Agora kenes avlan «euskara», «euskera» o «vaskuense», komo me ambezatesh a dezir, poeden meldar en Amaibako heriotza lo ke en las primas lyneas del livro ya se mete en balansa: el mejor poema del siecolo vente de Mexico. Sesh mezes te enseratesh komo un pope de klausura adientro de una biblioteka de tu otrún payis, el payis Vasko, para vaziar de una lingua grande avlada por 400 miliones a una lingua tckika avlada por mui munchas menos almas.
Malorozamente penso para mis adientros ke en mi lingua sola, solitika en el mundo, nadien ai ke kisiera un ensiero komo el bendicho tuyo para trasvasar este poema mexicano al djudeo-espanyol. Por kuala razón? La razón es una demanda: para ken? Para avrir este poema a ken? Mos estamos kedando solos. El fransés Marcel Cohen eskrivió a su amigo Antonio Saura una ermoza letra en ladino. La lingua ke le trae ekos de las jarchas.
Kuando se bozea tu lingua, kuando se deskae, kuando deves serar los ojos, soliko en tu kamaretika i pensar por oras antes de trucher dos biervezikos a la luz, kuando no ai nada ke meldar en tu lingua, dinguno de tus amigos por avlarla kon ti, kuando el poko ke te keda no lo vas a dechar a dinguno despues de ti […] saves ke la muerte avla por tu boka. La muerte avla por mi boka…A verda dezir, ya sto muerto yo.
La eskrivana búlgara Julia Kristeva mos dize ke el melankóliko es el egztrangero en su lingua de madre. En la kaza tuya era interdit de avlar el kasteyano. Vitesh las kozas boenas ke te trusho este meter en regla de la parte de tu padre i de tu madre? Muncho devemos azer por las linguas tchikas, akeyas linguas a las kualas la istoria les dio un negro i dificultozo destino, komo al euskera. Se dize en el empesijo de Amaibako heriotza ke una grande poezía komo ésta «merece la hospitalidad de todas las lenguas». Pido pedrón porke en la lingua djudeo-espanyola nadien ai ke meldariya esta grande ovra porke el djudeo-espanyol se moere kada diya. Más no kedan avlantes en el mundo entiero.
En la ermozura de una letra ke amistozamente me eskrivitesh para rakontarme lo ke desinas komo «quebraderas de cabeza» enmientras lavoravas en la traduksión, me dizes —i troko en estos momentos al kasteliyano— que «un punto importante, desde la perspectiva lingüística, es la combinación de formas dialectales». Y que tú decidiste permanecer dentro del espacio general del llamado «euskara batua» (el euskera oficial, el culto). Esto, me explicas, se nota en el título mismo. «En vez de “amaibako heriotza” podía haber optado por “heriotz etengabea”, “heriotz amaigabea”, “amaigabe heriotza”, “heriotz mugagabea”. Me definí por la que me sonaba mejor. Si observas bien estas frases detectarás dos partículas de fondo: “bako” y “gabe”. Ambas traducen “sin”, pero una en dialecto vizcaíno y la otra en el guipuzcoano. Opté por la minoritaria, pero no por capricho, sino porque de otra manera no me expresaba, no me sonaba bien».
Debo acentuar aquí la fascinación de enterarme también, gracias a las generosas precisiones de Josu, de que el euskera carece de una voz pasiva. Este solo hecho dificulta el de por sí complejo transvasamiento (para quedarse con la imagen del vaso gorostiziano) de Muerte sin fin a esta lengua de misteriosas raíces.
Desde el punto de vista de su vocabulario, de sus posibilidades interpretativas, de su propuesta musical, de sus vientos cruzados, Muerte sin fin se revela, a setenta años de su publicación, como esos textos que los talmudistas escriben y reescriben, pues sus comentarios suscitan otros comentarios y a la luz agregada nacen nuevas oscuridades y de ellas se lían y deslían nuevas sombras combinatorias para soltar una y otra vez ese candado que podrá entreabrir las puertas: caminos de lectura hacia el poema de poemas contenidos en Muerte sin fin.
Como varios estudiosos lo han hecho notar, existen, dentro de esta obra maestra en la historia de la poesía, reescrituras de otros grandes momentos de la lírica hispánica. Del verso 243 al 246, por ejemplo, es decir, en sólo cuatro líneas de Muerte sin fin, respiran dos voces cumbres. En ese pasaje nos encontramos con imágenes de una plasticidad notable que han suscitado los comentarios, insisto, como si de El Talmud se tratase, de varios estudiosos. Estos exégetas han hecho notar, por ejemplo, quiénes están detrás de las siguientes líneas:
sueño de garza anochecido a plomo
que cambia sí de pie, mas no de sueño,
que cambia sí la imagen,
mas no la doncellez de su osadía
Arturo Cantú, uno de los más acuciosos talmudistas del poema, escribe en En la red de cristal, su erudito trabajo sobre Muerte sin fin —que incluye una prosificación del poema tal como Méndez Plancarte hiciera del Primero sueño de Sor Juana—:
En el Polifemo de Góngora, Galatea se acerca a Acis, que finge dormir y por un instante «librada toda de él pende». Sor Juana, en homenaje a Góngora, en el Primero sueño dice: «a un solo pie librada fía el peso», refiriéndose al águila que, para no dormir, en la otra pata trasera sostiene, a modo de despertador, una piedrecilla. Gorostiza borda en el mismo dibujo: «sueño de garza anochecida a plomo / que cambia sí de pie mas no de sueño».La Galatea de Góngora queda suspensa en un pie para no interrumpir el sueño de Acis; el águila de sor Juana permanece en un pie para que la piedrecilla sostenida en la otra garra, si llegara a caer, no le permita entregarse al sueño; la garza de Gorostiza, dormida sobre un solo pie, puede cambiar de pie mas no de sueño.
Sirva este acucioso ejercicio de comparación como un ejemplo de los tesoros enterrados de nuestro poema fundacional, que toca el sueño fisiológico pero también el sueño de la creación. Gorostiza eleva el sueño en alabanza, pero también asume con guiños al lector y burla burlando nos presenta no a Dios, sino a «un dios inasible» que, más adelante, con «pueril austeridad graciosa distribuye los mundos en el caos». Al rastrear las asociaciones internas salen al paso los versos que aluden a «su infantil mecánica».
De modo que este dios pueril no sólo funda con la palabra; hay en su alusión mecánica una construcción de movimiento y ensamblaje totalmente ajena al relato bíblico de la creación del mundo. Estamos frente a un poema que, como el de Sor Juana y el de Góngora, es sólo para lectores de aguas profundas, que se aventuren a entender sus corrientes internas, sus movimientos de conductas caprichosas, pues el mundo que contienen no está en la superficie. Decía Saint-John Perse: «La oscuridad que se le reprocha a la poesía moderna no proviene de su naturaleza, que es la de esclarecer, sino de la noche que explora, la del alma misma y la del misterio que inunda al ser humano».
En una entrañable carta, Josu Landa me confía algunos de sus secretos en el proceso de traducción del poema. Uno de ellos me ha dejado atónita y, para decirlo a la manera de Gorostiza, con «tenues mordeduras», pues jamás hubiera imaginado que en la complejidad léxica de este poema, donde aparecen palabras como ónice, tegumento, holandas, bóreas, o versos de una perfección difícil de tocar, como «el Ulises salmón de los regresos», o «miradlo en la lenteja del reloj», Josu anotara: «Ninguna palabra me causó más problema que sienas, un color cuya correspondencia me resultó muy difícil de establecer».
Para un ignorante del vasco resulta imposible aportar cualquier tipo de comentario honesto sobre la traducción de una obra a esa lengua, y más todavía si se trata de una obra cuyo grado de dificultad aumenta al desprenderse de este poema de arquitectura fabulosa. Sin embargo, no pude esquivar algunas observaciones nimias. Por ejemplo, darme cuenta de que estatua se dice estatua; de que la expresión ay, que me parece casi una onomatopeya universal, en euskera se dice ene, o de que el verso más largo de la traducción corresponde al 669, que en español es un verso más o menos largo, pero no inmenso: «y la geórgica esmeralda que se anega», y que obligó al admirado Santiago Matías, editor de estas y otras rarezas, a romper la caja del libro para hacerle lugar al verso en euskera.
Esta obra merecería el esfuerzo de otros traductores y de otros editores, otros Landas y otros Matías, pero casi no existen en el mundo. Ahora Muerte sin fin no sólo puede leerse en francés, inglés y portugués, sino también en euskera que, si no me equivoco, es la cuarta lengua, apenas, en la que Muerte sin fin fluye y se expresa con otras palabras. Además de la dificultad que implica traducir poesía, y en particular un poema filosófico, con muy pocos momentos coloquiales, creo que los mexicanos somos malos difusores de nuestra literatura y del otro lado de la cuerda no la tenemos nada fácil, pues nos separa un mar de indiferencia. Por ello, a Josu Landa todo el respeto, toda la gratitud por hacer notar en otras geografías que los escritores mexicanos rebasan, y con mucho, a la cansina trinidad. Gracias también por haberlo hecho a una lengua pequeña, antigua y extraña a los oídos de otros hablantes. Sé que, al hacer este trabajo, Josu Landa le devuelve al euskera y al poema Muerte sin fin lo que sin duda constituye una experiencia llevada al terreno de lo vital. «Me propuse una labor que, aun modestamente, enriqueciera en algo el euskara. El listón idiomático de Muerte sin fin está en un nivel muy elevado —incluso para el habla ordinaria del español de cualquier país hispanohablante. Pensé que ponerse al tú por tú desde el euskara podría terminar enriqueciendo a éste. El tiempo dirá si lo logré en alguna humilde medida».
Preziado amigo, kero dezirte ke alguna envidia siente mi korasón. Pues i a mí me gustaríya azer por mi lingua ke me bive en la oreja tchica algo komo lo ke tú as mostrado por este amor de doble vía… a la poezía y a la lingua ke te bive en el mó de tus efsuenyos. De dinguna otra maniera puedríyas aver dejado para las generasiones ke vienen el sunido de la agua de Gorostiza kantado en una otra klave muzikal.