El espectro etéreo se desliza sin adherirse. Su forma, una dona trémula y borrosa que se dilata y contrae. Sus partículas vibran al tacto de una música cuyo aroma danza sin gravedad por doquier: lluvia de colores en floración. Un soplo eleva sus velos a velocidades que rarifican la luz: sueño pastoso de vértigo que se envuelve en una irisación. Su naturaleza flota en largos tiempos sin fusión de instantes. Nuestro linde se escucha en el vuelo de un movimiento ilusorio. Nuestra duda se anuda en un aire de venas y estelas inasibles que embalsaman un manto de infinitos horizontes de tiempo.