El escritor iraquí Abbas Khider, autor de cuatro novelas, fue el último autor en recibir el Premio Adelbert von Chamisso. El 9 de marzo pasado se entregó por última vez este galardón que sólo podían recibir escritores que escriben en alemán pero no son originarios de Alemania. Desde 1985 hasta 2017, la Fundación Robert-Bosch laureó a setenta y ocho escritores originarios de más de veinte países. Este premio lo recibieron desde trabajadores inmigrantes de la primera generación, sus hijos y nietos, pasando por autores exiliados de Europa del Este, hasta refugiados de África y países árabes.
Usted ha publicado ya tres novelas. ¿Cómo se convirtió en escritor?
Provengo de una familia muy pobre de Bagdad. Mis padres no sabían leer ni escribir. Sólo había libros de religión en nuestra casa. Comencé a leerlos a los catorce o quince años. Así fue como realmente descubrí la literatura, dado que el lenguaje de los textos religiosos es muchas veces metafórico. Me ayudó a leer y comprender la poesía. Así fue que redescubrí el mundo. Para mí, leer fue una especie de excursión y un refugio. Volé a Alemania con Kafka, a Rusia con Pushkin y a Francia con Baudelaire. Fue este amor a la lectura lo que me hizo escribir mis propios textos.
Dice usted que sus padres no leían ni escribían. ¿Quién alentó su trabajo?
Todos mis hermanos mayores estudiaron, pero no les interesaba la literatura. Recibí más apoyo de mis hermanas. Otra persona que me apoyó fue mi cuñado, el crítico literario iraquí Salhe Zamel. Leí mucho en su biblioteca. Él se casó con mi hermana y yo me casé con su biblioteca, digamos. Gracias a él descubrí nuevos autores y hasta llegué a conocerlos personalmente. Fue un estímulo importante para mi propio trabajo.
A usted lo encarcelaron por razones políticas. ¿Hasta qué punto influyó
esa experiencia en su trabajo?
Incluso después de ser liberado, la experiencia te acompaña a donde vayas. La lucha y el dolor continúan. Con el tiempo, esa lucha toma otras dimensiones y afecta al lenguaje, a la religión y también a la literatura. En el fondo, es una lucha en la sociedad contra esa sociedad. Como autor, no me gustaría haberme perdido esa experiencia en prisión.
¿Considera la escritura como un tipo de terapia para resolver el sufrimiento
que vivió?
No, para mí la escritura no es una terapia, es mucho más que eso. Escribir es un proyecto por medio del cual yo he reconstruido mi vida, en términos estéticos. Escribir es también un intento de comprometerse con la historia, con el tiempo, y atacar las mentiras. Mi profesión me permite pasar a la ofensiva.
Usted ha escrito muchas de sus obras en alemán desde 2006. ¿Por qué
escogió el alemán, a pesar de que no es su lengua materna?
Algunas veces pasas por una etapa en la que te gustaría gritar, pero no sale ningún sonido; una fase de cansancio, de agotamiento, en la que comprendes que necesitas un idioma diferente. Estaba en Alemania durante la guerra de Irak. Estaba muy preocupado con la situación en mi país y quería decir algo, pero por alguna razón no podía hacerlo en árabe. El alemán me dio la posibilidad, y desde entonces es mi nuevo idioma. La lengua alemana tiene una larga tradición literaria. Por supuesto, es difícil escribir en alemán cuando no sabes lo que se ha escrito en ese idioma. Tengo lazos con el árabe y con el alemán. Veo una ventaja en esta mezcla, tanto en contenido como en forma.
Traducción del inglés de Víctor Ortiz Partida
Entrevista tomada de qantara.de