Prepartoria 13 / 2015 B
No puedo negarlo, me duele y me importa mucho. Ya tenemos 2 meses y 6 días sin dirigimos la palabra.
El orgullo es lo que impide que alguno rompa este silencio tan frío y aunque sabemos que morimos por hablarnos y estar juntos de nuevo, no hacemos nada porque también tememos ser rechazados. Al igual de orgullosos nos gusta el lujo de los ruegos, de ahí nuestro temor a humillarnos. Nos conocemos tan bien que sabemos qué cosas nos molestan. Ambos nos hicimos y estamos haciendo daño. Dijimos cosas únicamente para lastimarnos.
Esto depende de los dos, sería más fácil que uno decidiera hablar, que tomara la iniciativa, pero no.
El otro día cruzamos miradas y sentí correr la adrenalina por mis venas al ver tus ojos clavados en los míos. Hubo un silencio que duró tan solo unos segundos pero sé que para nosotros fue más. En ese silencio nos dijimos tantas cosas pero a la vez no nos dijimos nada. No hiciste ningún gesto. Yo tampoco. Tú cambiaste la dirección de tu mirada, yo sacudí ligeramente la cabeza. Nos ignoramos y pasamos desapercibidos.
Nos lanzamos indirectas como bombas de tiempo, lo hacemos sigilosamente y esperamos que lleguen y duelan, ¿pero qué ganamos? Si nuestra felicidad aparecerá cuando el orgullo se vaya. Cuando por fin nos rindamos, cuando salgan las lágrimas contenidas o ese nudo en la garganta desaparezca.
Me dueles, me importas, y mucho. Aún me preocupo por ti aunque intente disimularlo. Pero no puedo tragarme esto así de fácil, y conociéndote dudo que también puedas hacerlo.
A veces me pregunto qué piensas tú, si te duele que estemos distanciados, si por lo menos te importa tanto cómo a mí. ¿Alguna vez has perdido la cabeza y has estado a punto de hablarme?
Nuestros amigos nos han aconsejado y tratado de acercarnos, pero ellos no saben cuánto tanto daño y qué tan fuerte fue la situación.
Esto es cosa de los dos, enoja-dos, pelea-dos, enamora-dos.