Poesía / Brian Johnstone

Sendero pavimentado
Un sendero lleva a otro, y éste,
el remanente de un camino antiguo
del anclaje al asentamiento

se escala sesgado, como para desgastar las fuerzas
a pesar de sus baldosas de último aliento,
escalones discernibles entre los escombros

de lo que dejaron los pies
que lo abandonaron hace mucho
por tramos abiertos con bulldozer
y calles de concreto, por ruedas

que giran para llevarlos a casa en el tiempo
que le habría tomado al abuelo
llegar a la cresta donde este sendero
se nivelaba, recuperar el aliento
y las vistas de las que volvería el rostro
para dirigirse a la aldea

adonde, una generación anterior,
sus propios abuelos subieron cargando
la almazara de hierro forjado por este sendero,

maniobrada paso a paso, para traer
esa pequeña prosperidad que los hombres con visión
insistían que era su derecho

con sólo un esfuerzo más, otro
empujón, otro arrastre, limpiándose el sudor
de los ojos, que se desenfocaban

al encontrarse con el sol del amanecer, el futuro
deslumbrándolos con su brillo, resplandor,
talones bien enterrados en la colina.
Zakros, Creta

Pueblo
Regresas al pueblo donde tu familia había permanecido
a lo largo de los años. Años que trajeron cambios
que nadie se habría imaginado

incluso cuando una a una se tapiaron las casas, sus puertas cerradas
con llaves, entregadas con confianza a los vecinos que, a su vez,
hicieron lo mismo. Quedan tan pocos ahora
que su lengua se marchitó, las historias que contaban
se disolvieron; no hay nada que asir
excepto el mapa, la red de relaciones

de los que vivían en este lugar daban significado y sentido
a las piedras. Pues eso es lo que queda:
cuatro paredes, si tienes suerte,

algunas vigas, podredumbre de paja y mortero, umbrales
que pisas, recordando a aquellos
que habían morado aquí, y todo

lo que relataban hace varias vidas, cuando escuchabas, de niño,
atesorado ya lo que nadie puede quitarte,
y nadie puede regresarle a estas piedras.
Wester Ross, Escocia


Comercio

Uno está inclinado ahora, otro se postra en reverencia, otro llora
marcas de óxido, su nariz reemplazada, y los comerciantes pasan,
sólo fantasmas, bajo la mirada del camello:
una pata delantera levantada, las rutas marítimas bajo llave y encadenadas.

Aquí, a la vuelta de la esquina del Campo,
se balancean bajo el peso de sus turbantes: los cuentos
que los llevaron a trazar en la estela del camello
lo que los ciudadanos sólo dudarían, serenos.
¿Una ola, una duna? Las buscaron ambas
y encontraron aquellas cosas que los hombres veían como magia, mentiras
o herejía en el peor de los casos. Lo que conocieron
se infiltró en los cimientos con más certeza que las mareas.

Pero algo mantuvo atrás al camello, los hizo
poner esta placa donde la piedra se pudre, el musgo crece
luminoso de humedad, bajo esos pies
que se desmoronaron, se desprendieron, se desviaron del camino habitual.

 

Título
El bungalow que construiste en el 58 sigue en pie
y todos menos uno, los árboles que plantaste
como un pequeño bosque. El único ausente,

un fresno, cayó víctima de un vendaval que viviste para ver
pero no para escuchar el chirrido de la motosierra
mientras nuestro vecino acababa con él.

Todos ellos —los árboles, los retoños que germinaban
de su semilla— me los mostraste
ni siquiera un mes antes de que murieras,

me explicaste las reglas e identificaste
aquellos que habías plantado, tan lejos como
tu valla de abajo,

la frontera a la que nunca me habías llevado
antes. Y ahora, cada anochecer de otoño,
los estorninos se inclinan y se arremolinan

esperando a que la luz se atenúe, a que el sol se escurra
detrás de La Ley. Su día termina.
Como uno solo, se precipitan en picada

hacia las ramas del bosque que cultivaste
del otro lado del camino, gorjean ahí juntos
mientras llega la noche.
East Neuk of Fife, Escocia

Todo lo que representaban
Lo que es seguro es que nadie
se sentó por un momento
más que para comer

o mirar un rebaño
pastar la hierba del verano
en algún potrero alto

una travesía de horas
desde donde dormían
exhaustos de un día de trabajo
las bruscas exigencias
de la costumbre
iguales ordenando a iguales
mientras todos de pie
trabajaban la tierra
preferían como un niño

recorrer caminos
que conocían
como pliegues de su piel

para bien aprovechar
el sudor
con el que habían negociado

y traer a la mesa
todo lo que representaban
ahí para sentarse y comer.
Los Apeninos, Italia


Restaurando la casa de Kiria Zoe

Ella observa cada tarea, de las que pocas tienen semejanza
con la forma en que un hombre haría el trabajo que ella observaba
cuando era sólo una niña; la niña que cuando estas calles
estaban pobladas, conocía esta casa y jugaba por
los cuartos que estos jóvenes muchachos (como ella los ve)
reunían pieza por pieza con aullidos y zumbidos,
quejidos y gemidos de banshee , sus lustrosas herramientas eléctricas
sin duda machos alfa; una duda que ella siente sin embargo,
sabiendo que el espacio no es el mismo,
los muchachos no son los hombres que había, la casa
ha perdido tanto que ningún ruido puede restaurar
el lugar. El trabajo progresa. Lo que hacen
es lo que ella piensa que puede recordar de cuando
hace años ella se había alejado de la mesa, deambulado
y mirado a través de cada puerta, como lo hace ahora,
los muchachos que han terminado y descansan al cierre del día,
dándole el resumen de los cuartos que ella había recorrido
cuando lo que es nuevo ahora no lo era, pero la vieja casa
de una familia que casi se ha desvanecido, labrada de toda piedra
toda esquina taladrada, aplanada de cada viga,
sus recuerdos, como las virutas, barridos afuera
donde ella se encuentra después, sabiendo lo que se ha perdido
para no ganar nada más que los ecos que rebotan vagamente.
Anatolí, Creta

 

VERSIONES DEL INGLÉS DE HÉCTOR ORTIZ PARTIDA

A PAVED PATH
One path leads to another, and this, / the remnant of an ancient way / from anchorage to settlement // climbs at an angle to sap the strength / despite its last gasp paving, / steps discernable in the rubble // of what’s been left by feet / long quitting it for bulldozed track / and concrete road, for wheels // to spin them home in time / it would have taken grandfather / to make the ridge where this path // levelled out, gave him back his breath / and views he’d turn his face from / heading for the village // to where, another generation back, / his own grandfathers heaved / the cast iron olive press up this path, // manhandled step by step, to bring / that small prosperity men with vision / insisted was their due // with just another effort, one more / push, another shove, wiping sweat / out of their eyes that blurred // in meeting early sunlight, the future / dazzling them with brightness, glare, / heels dug hard into the hill.
Zakros, Crete

TOWNSHIP
You return to the township your family had stayed in / for years. Years that brought changes / none would have imagined // even as house after house was closed up, doors locked, / keys trusted to neighbours who, in their turn, / did the same. So few left now // the language has withered away, the stories they told / have dissolved; there’s nothing to grasp / but the map, the web of relations // who lived in this place, gave some meaning and sense / to the stones. For that’s what remains: / four walls, if you’re lucky, // some rafters, a rotting of mortar and thatch, thresholds / you tread on, remembering those / that had dwelt here, and all // they recounted lifetimes ago, when you listened, a boy, / laid in store what no-one can take from you, / none can bring back to these stones.
Wester Ross, Scotland

TRADE
One tilts now, one bows down, another cries / in rust marks, nose replaced, and traders pass, / mere ghosts, below the camel’s gaze: / one foreleg raised, the sea ways locked and chained. // Here, round the corners of the Campo, / they sway beneath their turbans’ weight: the tales / that took them in the camel’s wake to chart / what citizens would only doubt, serene. // A wave, a dune? They sought them both / and found those things men saw as magic, lies / or heresy at worst. What they knew / seeped into foundations more surely than the tides. // But something kept the camel to the back, made them / place this plaque where stone rots, moss grows / luminous with damp, below those feet / that crumbled, fell off, missed the beaten track.
Campo dei Mori, Venice

TITLE
The bungalow you built in ’58 still stands / and all bar one, the trees you planted / for a wood. The only absentee, // an ash, fell victim to a gale you lived to see / but not to hear the chainsaw’s whine / as our neighbour took it out. // All those – the trees, the saplings sprouting / from their seed – you showed me / not a month before you died, // talked me round the policies and named / the ones you’d planted, quite as far / as to your bottom fence, // the boundary you’d never walked me to / before. And now, each autumn dusk, / the starlings bank and swirl // waiting for the light to fade, the sun to slip / behind The Law. Their day is done. / As one they swoop // into the branches of the wood you grew / across the way, chitter there together / as the night comes on.
East Neuk of Fife, Scotland

ALL THEY STOOD FOR
What is certain is that no-one / sat down for a moment / but to eat // or watch / a flock graze summer grass / in some high pasture // hours’ trek / from where they slept / exhausted from a day of tasks // the brisk demands / of custom / like demanding like // as all stood / working at the soil / they favoured like a child // trudging over paths / they knew / like creases in their skin // to turn to good / the sweat / they’d made their bargain with // and bring to table all / they stood for / there to sit and eat.
The Apennines, Italy

RESTORING THE HOUSE OF KIRIA ZOE

She watches every task, few bearing any semblance / to the way a man would do the work she watched / when just a girl; the girl who when these streets / were peopled, knew this house and played around / the rooms these young boys (as she sees them) / piece back to a whole with shrieks and buzzes, / whines and banshee wails, their shiny power tools / alpha males no doubt; a doubt she feels though, / knowing that the space is not the same, the boys / are not the men that there once were, the house / has lost so much no end of noise can reinstate / the place. The work progresses. What they make / is what she thinks she might recall from when / years back she’d strayed from table, wandered off / and gazed through every door; as she does now, / the boys all done and resting at the close of day, / giving her the run of rooms she’d run through / when what’s new now wasn’t, but the old house / of a family all but vanished, cut from every stone, / drilled out of corners, planed from all the beams, / their memories, like the shavings, brushed outside / where she stands later, knowing what’s been lost / to gain no more than echoes faintly bouncing back.
Anatolí, Crete

 

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