Foto del frente
La foto
vulgariza la muerte.
Con el tiempo, las tragedias amarillean y pierden
patetismo,
como certificado de autenticidad permanece el dentado de sus bordes.
Implacables, las fotos se apolillan, borran personajes,
confunden fecha y procedencia.
Con el polvillo abandonado en la contienda
se rellenan pavorreales, tesis
agujeros en las suelas
y colmatan sollozos en la voz.
Los inviernos que nos restan
son duros de mirar y de guardar.
Cría cuervos
En mi barrio de ahora a nadie extraña que las margaritas
se conviertan en amapolas escarlatas o que las palomas
se transformen en cuervos.
Lo que más molesta es que me sigan por las calles
graznando que es un contento mientras que a mi paso
despiertan melodías ingratas en los pianos.
Para que no me cambie de vereda de vez en cuando me
tiran un picotazo que como doler, duele.
Con la edad los tejidos olvidan defenderse y cicatrizo
mucho menos.
Urban body
Vino para que habláramos de poesía
acabamos enumerando sus siete perforaciones en cada
lóbulo de la oreja
y una en el ombligo
también comentamos sus tatuajes; un ruiseñor cerca del
hueso ilíaco que no me descubrió y otro que sí, detrás
de la oreja.
—Volar juntos, aah, volar juntos— suspiró.
En cuanto a la flor amarilla en la espalda es su homenaje
a un cuento de Cortázar.
No me permití recordar la inutilidad de que la letra con
sangre entre.
No me permití navegar por los ríos del dolor que hoy
pienso conducen seguro al páramo ventoso de ninguna
parte
Entre voluta, pigmento y arabesco lo difícil es inventarse
cada día las ganas de vivir