Poemas / Luisa Futoransky

    
Foto del frente
     La foto
     vulgariza la muerte.
     Con el tiempo, las tragedias amarillean y pierden
     patetismo,
     como certificado de autenticidad permanece el dentado de sus bordes.
     Implacables, las fotos se apolillan, borran personajes,
     confunden fecha y procedencia.
     Con el polvillo abandonado en la contienda
     se rellenan pavorreales, tesis
     agujeros en las suelas
     y colmatan sollozos en la voz.
    
     Los inviernos que nos restan
     son duros de mirar y de guardar.
    
Cría cuervos
     En mi barrio de ahora a nadie extraña que las margaritas
     se conviertan en amapolas escarlatas o que las palomas
     se transformen en cuervos.
     Lo que más molesta es que me sigan por las calles
     graznando que es un contento mientras que a mi paso
     despiertan melodías ingratas en los pianos.
     Para que no me cambie de vereda de vez en cuando me
     tiran un picotazo que como doler, duele.
     Con la edad los tejidos olvidan defenderse y cicatrizo
     mucho menos.
    
    
Urban body
     Vino para que habláramos de poesía
     acabamos enumerando sus siete perforaciones en cada
     lóbulo de la oreja
     y una en el ombligo
     también comentamos sus tatuajes; un ruiseñor cerca del
     hueso ilíaco que no me descubrió y otro que sí, detrás
     de la oreja.
     —Volar juntos, aah, volar juntos— suspiró.
     En cuanto a la flor amarilla en la espalda es su homenaje
     a un cuento de Cortázar.
     No me permití recordar la inutilidad de que la letra con
     sangre entre.
     No me permití navegar por los ríos del dolor que hoy
     pienso conducen seguro al páramo ventoso de ninguna
     parte
    
     Entre voluta, pigmento y arabesco lo difícil es inventarse
     cada día las ganas de vivir

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