Cómo viene sin dudar el caballo de Troya
a comer de mi mano ahora que estoy
tendida en un manto de púrpura veneciana
mojado por las aguas del Atlántico fueguino
y se enlaza a mi sueño un llanto augural
de trenza deshecha, de morral caído.
Me cobijó tu vientre durante años y
viví sola en la oscuridad de un relato
propio, obsesivo, sin ecos, sin nadie que
alzara su voz para llamarme
Gaviotas
Lo que termina cae en su principio
abriendo las garras y el pico
con la indecible dulzura de eso
imperceptible que vibra bajo los párpados:
anuncios de que lo amado muerto vuelve
acaso porque sabemos que lo que termina
cae en su principio y retorna
abriendo sus alas y el pico y las garras
con la indecible dulzura de eso
imperceptible que tiembla bajo los párpados
gaviotas