Experimento a título doble, como libro objeto y como las tentativas narratorias de un poeta, imdinb es una novela corta o relato singular. Su autor, Gerardo Deniz, nacido en Madrid el año 1934, bajo el nombre real de Juan Almela, es uno de los poetas del exilio español más notables. Difícil resulta colocarlo entre los llamados poetas hispanomexicanos, que trataron de hacer una doble vida de éste y del otro lado del Atlántico. Juan Almela, quien llegaría a la edad de ocho años, pasando antes por Suiza, cursó en México estudios de química, haciéndose traductor de varias lenguas y ensayista notable, autor de Anticuerpos (1998) y Paños menores
(1999), si bien su vertiente de narrador quedará expuesta en el volumen de relatos Alebrijes (1992). Su celo por el idioma, la terminología de las ciencias, los neologismos grecolatinos, la grafía de voces extranjeras y su incorporación en la lengua lo condujeron bien pronto al mejor oficio que podía desempeñar con mayor solvencia: el de hacer y cuidar libros, en calidad de editor.
Un deslinde fundamental que es necesario emprender en el caso de los hombres de letras, que son conocidos por cultivar una vertiente particular, cuando incursionan en otra, consiste en hacer tabula rasa de su trayectoria anterior e intentar acometer la nueva manifestación, en forma independiente y autónoma, como si se tratase de la propuesta de un autor ajeno o bien desconocido. A fin de mantener clara la percepción, debía realizarse en puridad este ejercicio; si bien, en ocasiones, resulta arduo e incluso imposible, como en el caso de tantos que han conocido primero al Deniz poeta que al Deniz narrador. Entre la prosa y el verso de un mismo autor existen vasos comunicantes insoslayables. En el caso de Gerardo Deniz, el idioma es español e igualmente los juegos con palabras inventadas pero que se entienden a la perfección, el gusto por mezclar distintos registros, popular o elevado, en sentido poético y científico, o bien los giros sintácticos complejos y algo arcaizantes, los contrastes entre mexicanismos y españolismos, adjetivación insólita y tantas cosas más.
¿Qué es el imdinb? Es un instituto de señoritas, consagrado a la investigación de las ciencias ocultas. Como el mismo autor aclara en una breve pero reveladora nota preliminar: «Es un hecho —y no estimulante sino grotesco— que hemos entrado en nuestro tercer milenio llevando a cuestas un cargamento vergonzoso de supersticiones. Cunden astrologías, alquimias y otras curiosidades que fueron divertidas en siglos pasados, pero representan una ridícula mezcolanza con otros discutibles productos de esta época. Este cuaderno, donde ha habido lectores secretos suficientemente estúpidos como para descubrir nada menos que antifeminismo —pues al parecer el feminismo limpio está condenado a la tontería— no pretende ser sino una sátira ingenua orientada a unas cuantas manías de ayer, y por desgracia parece que de siempre». Una sátira, encajada en la rica tradición que va desde Petronio y Apuleyo, hunde raíces en la cultura inglesa con nombres que abarcan desde clásicos del género como Jonathan Swift, Laurence Sterne o Samuel Butler hasta autores aficionados a la ciencia ficción como H. G. Wells, Aldous Huxley o George Orwell, combinada con cierto gusto por la sordidez y la lascivia —ése sí muy francés— con el Marqués de Sade, Georges Bataille y Pierre Klossowski a la cabeza, sin mencionar el rico arsenal en las letras hispánicas con el Arcipreste de Hita, Pero López de Ayala, Francisco de Quevedo y la picaresca en general, Camilo José Cela y Juan Goytisolo, por nombrar a los más recientes y conspicuos.
En el imdinb hay siempre setenta y dos muchachas, llamadas mistas, quienes, repartidas en tres grupos de igual número, cubren veinticuatro horas, trabajando un tercio, durmiendo otro y el restante consagrándolo al ocio, casi siempre de naturaleza amatoria. Todas viven en un hotel en Tetiaroa, ubicada en las inmediaciones de la capital mexicana. Tetiaroa originalmente es un atolón formado por trece islotes, sito en el archipiélago de la Polinesia Francesa. Aquí comienzan las pistas falsas, con las cansinas aunque, en ocasiones, reveladoras consultas en la red. Hoy en día Google facilita o hace más ardua, por minuciosa, la labor de desciframiento con la escritura de Gerardo Deniz. Hacia la parte final del texto, el autor reflexionará sobre el término, asentando: «La reacción de las mistas era en cambio, mucho más mixta. Algunas hablaban de modas, otras se aburrían visiblemente». Mistas haría entonces alusión a la composición desigual o heterogénea del grupo de mujeres jóvenes. Misto es la ortografía del adjetivo latino en italiano y en portugués, y acaso también en la simplificación juanramoniana del castellano. La alusión al italiano trae a cuento la pretendida nación de procedencia de Clema, quien funge como cabecilla del grupo, a guisa de la madame que regenteara un burdel.
Nada de lupanar tiene el imdinb, que quede claro, más bien es un centro místico, topos uranos o pensatorio. Los requisitos de ingreso son estrictos, vaya aquí un pasaje, como una muestra del tono de sarcasmo intelectual o ironía fina del texto: «Incorporarse al Imdinb no es fácil. Para detalles exhaustivos consúltense los folletos. Hacen falta certificaciones, exámenes de conducta, de conciencia, de sangre, de virus, de orina, vacuna, papanicoláus. Todo acontece en las oficinas de la capital. Se requieren asimismo ciertos estudios y pruebas previas nada fáciles, donde muchas aspirantes naufragan. Por último, les es preciso demostrar una boyancia económica considerable, disponer de dos automóviles flamantes y aportar una piel de oso blanco, que por razones ecológicas será examinada hasta alcanzar la seguridad de que tiene cuando menos 35 años».
Los nombres de los personajes son bastante curiosos: Tiquis, Pituka, Queca, Fidelfita, don Telmo Gordosojos, su hija la rica heredera Itzel, casi una débil mental con la cual deben hacer una excepción, debido a que el padre es un mecenas del instituto; como se ve, el imdinb se parece mucho al mundo real, con todo y sus connivencias. Otros nombres son Colémbola, Nadia, Tyrifeta, Undecimilia, Ascanio Sobrero, novio de esta última. Pentti Kulonen (culo) e Yrjö Kojonen (cojones) son unos reporteros fineses que llegan de visita. Un swami de la India aparece, Prafulla Chandra Ray, y un libro sobre un supuesto loro sacro, el Dhākalapātham (daca la pata, perico), sin olvidar los macrones sobre las vocales que las hacen largas. El vietnamita Ho Chi-Minh queda como «Juchimín». Estas peculiaridades en el léxico y otras más como «bodrio chinés, ráfaga calipigia (fila de muchachas de bellos traseros como la famosa estatua de Venus), atanor (cañería de barro), intertet (escote)». Cultismos como «cohonestar, escarpa, matacán, gurriato, losange, especioso, sumerso, estridular, crotorar, malaxar (amasar en medicina), aciculares, alvéolo, itifálico (con el miembro erecto), kilojulios (unidad de calorías), ejercicios coreoyóguicos, bodhisattva (encarnación del Buda), jatakas, mahayánica, psicocinesis (mover objetos con la mente), neomenia (luna nueva), catamenia (menstruación), hierogamia (nupcias sagradas), sóroks (antiguos distritos en Rusia)». Voces escritas juntas como «causinegras, el chipichipi, enseguida y en seguida, mediocayó». Diminutivos cultos, de fuerte resabio hispánico, como «picaruela, carnezuela y talluelo». Palabras francamente inventadas como «pateladas, absfumia, namosfe, trasvanar, impaucar, dimbra, huesomear, encogerse de hugos, documéntica, camaleonizar, autonomización, psafitas, reposuchar, pantimantel, pantiboina, pantipasamontañas, taciturbio, barbiníveo, azabachesco». Expresiones mitad en castellano, mitad en otras lenguas, o bien con el descenso hacia el tono popular: «eingeklammert como Husserl habría querido pedírselo a talcual vieja pedorra, acababa yo de lavar our first sin away, inglés golliwog [golly dolly, una especie de muñeca], cataflaco, gizmo, pinche viejito, morrocotuda, pareja fornicaria, caca chantilly». Expresiones con algún elemento extraño como «un fogoncito impune que vendía salchipapa, dos buenos platos de café caliente, porras y goyas». Expresiones insólitas en plural: «zigzagues, entre estremecerses, modusvivendis, bottlenecks, ambos dedámenes». Hasta voces con ortografía poco socorrida como «ajá, ajú, jiga, paspartú, Oxidente, trosquista, anarreno». Expresiones que, por lo normal, no van en femenino como «las aprendizas y las mistagogas». Expresiones extranjeras: «liagò (balcón de ornato), à bout de forces (sin aliento), la flapper (mujer con falda corta en 1920), sulcus (surco en latín con diversas acepciones en geología, botánica, zoología, anatomía humana), lapis niger (piedra negra con inscripciones que se halla en el Foro Romano), Quo non ascendet? [Quo non ascendam?, ¿Hasta dónde no llegaré?, siempre en futuro], rumugava [rumugare en italiano arcaico o bien popular es ruminare, rimuginare, rumiar en español, remugar en catalán]». Las alusiones místicas son copiosas, se menciona a Lobsang Rampa, Wilhelm Reich, también las alusiones psicológicas abundan como Wilhelm Fliess, kleksografía y contratransferencial. El humor, sobre cualquier otra consideración, campea en el texto:
Deslumbrados los periodistas finlandeses charlaban con Clema en castiza lengua urálica. La dicción de la joven era perfecta: para «propaganda» decía «ropakanta», &c. Abusaba un poco del verbo negativo si bien tendría seguramente sus razones. Con sin par soltura, conocimiento de causa y hasta humor describió lo alcanzado a ratos perdidos por el grupo nocturno de trabajo, tocante al diseño de un cinturón de castidad para varones. Una discreta ojeada hacia la clepsidra de pulsera corroboró a los entrevistadores, hechizados, que se hacía tarde.
—Volveremos o volveré entonces la semana próxima —tartamudeó Kulonen, recogiendo su grabadora.
—Ujú —respondió Clema en finés.
Con esta observación sobre el cinturón de castidad para varones, queda zanjada la acusación de antifeminismo. Libro fascinante y divertido, cuando se tiene el gusto de leer. Desde el punto de vista de la distribución, la nueva edición facsimilar, en tiraje de 500 ejemplares, vuelve algo más accesible el Unikat, verdadera joya artesanal que Taller Ditoria sacara el 2006 en una edición numerada y firmada por el autor. El Deniz narrador se sostiene por sí mismo sin necesidad de recurrir a la imagen del poeta. Es sólo por una deformación de ciertos críticos que se desmerece su obra en prosa a favor de su obra lírica. El texto es tal que —aun en una edición ordinaria— resistiría la prueba de un lector exigente, que maneje con soltura la narrativa moderna. Este libro de un hombre, pronto octogenario, tiene el ímpetu de los relatos alegóricos y algo herméticos de algunos narradores actuales, que difícilmente sobrepasarán los cincuenta años, entre los que descuellan escritores del Japón, el mundo anglosajón y también el ámbito de la lengua española. Texto vivo, no sólo material de estudio para el filólogo. Huelga decir que, como en el caso de la mejor narrativa desde Flaubert, el tema es lo de menos: todo principia y termina con el lenguaje.
imdinb, de Gerardo Deniz. Fondo de Cultura Económica / Taller Ditoria, México, 2012.